Catedrales de papel

Son templos del saber y refugios de libros y lectores. Pero las bibliotecas también pueden ser obras de arte donde apetece quedarse a vivir.

Por la galería del Trinity College, en Dublín, han deambulado estudiantescomo Samuel Beckett, Bram Stoker, Oscar Wilde o Edmund Burke.
Catedrales de papel
Agencias

Cuando se entra en una biblioteca se deja atrás el sonido. No es solo por el silencio obligatorio, también lo es por los muros de libros que absorben hasta el eco de los pensamientos. Una biblioteca es un templo consagrado a la sabiduría aunque también puede ser una nave para emprender viajes iniciáticos, un refugio contra el mal tiempo o un ser vivo condenado a crecer sin descanso. Es también la prueba de un fracaso porque, por grande que sea, ninguna puede albergar en sus estantes todo el saber humano.

Las hay de barrio, de pueblo o ambulantes y las hay que han dejado atrás su condición de templo para erigirse en catedrales. Algunas son auténticos monumentos aun sin libros y, ya con ellos, alcanzan la categoría de paisajes. Como el Real Gabinete Portugués de Literatura, un oasis en el centro de Río de Janeiro que contiene más de 350.000 ejemplares. Vistas desde una cierta distancia, sus estanterías parecen un enorme mosaico con las piezas colocadas al azar pero, a medida que uno se acerca, los altos muros de papel se transforman en un acantilado donde anida una valiosa colección de autores portugueses.

El Real Gabinete se ha convertido en un reclamo turístico, como también lo es la antigua biblioteca del Trinity College de Dublín, la universidad más antigua de Irlanda. Jóvenes estudiantes como Samuel Beckett, Bram Stoker, Oscar Wilde o Edmund Burke dieron sus primeros pasos hacia la fama por su galería de 65 metros de longitud flanqueada por más de 200.000 libros. En el conjunto de la biblioteca, que se reparte por ocho edificios, se guardan más de cuatro millones de volúmenes e importantes colecciones de manuscritos, mapas y música impresa.

Hogueras y luces. "Hacia el alba, soñó que se había ocultado en una de las naves de la biblioteca del Clementinum", escribió Jorge Luis Borges en su relato ‘El milagro secreto’. El protagonista se ve en sueños en una luminosa sala barroca donde encontró a Dios en una de las letras de uno de los miles de libros depositados en sus estantes. Esa sala pertenece a la Biblioteca Nacional de la República Checa, en Praga, que alberga una colección de 20.000 ejemplares, la mayoría sobre literatura teológica. El legado pudo haber sido mucho mayor pero lo impidió Antonin Konias, un jesuita empeñado en salvar a sus feligreses del peligro de los libros que en el siglo XVIII se encargó de quemar 30.000 ejemplares en los patios del Clementinum.

La luz de aquellas hogueras es muy diferente a la que desde 1868 ilumina en el edificio Richelieu de la Biblioteca Nacional de Francia, en París, la sala Labrouste. Es un espacio de 1.150 metros cuadrados clareados por el sol que se filtra a través de nueve cúpulas cubiertas con baldosas de barro y se extiende de manera uniforme por los puntos de lectura. Sostenidas por 16 delgadas columnas de hierro fundido, las cúpulas le dan al conjunto un aire bizantino que ha recobrado recientemente su antiguo esplendor tras una restauración que ha durado diez años.

Si la sala Labrouste es luz, la biblioteca George Peabody es música. Se halla en Baltimore (EE. UU.) y ha sido apodada la catedral de los libros, pero también se le ha comparado con un teatro de ópera. Su colección está compuesta por más de 300.000 títulos de la cultura estadounidense y británica. Su enorme salón central es utilizado para todo tipo de eventos, desde bodas hasta presentaciones de libros y conciertos.

Una biblioteca también puede ser un laberinto donde es fácil perder el norte entre millones de páginas. La municipal de Stuttgart, inaugurada en 2011, recuerda a las escaleras imposibles dibujadas por M.C. Escher. Sus peldaños conectan 1,3 millones de volúmenes en más de 25 idiomas. Sus suelos y paredes son blancos. El único color lo dan los lomos de los libros. Como las vidrieras de un templo donde perderse es lo mejor que a uno le puede suceder.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión