Luz Casal: "Descubrir la música fue como tener una hermana"

La cantante ofrece este viernes (21.00) en la sala Mozart del Auditorio de Zaragoza un concierto en el que sonarán las canciones de ‘Que corra el aire’, su último trabajo discográfico

Luz Casal
Luz Casal

-Llevaba cinco años sin editar un álbum con temas originales. A estas alturas, ¿ya no tiene las urgencias del principio?

-Nunca las tuve. Recuerdo que después de ‘A contraluz’ (1991) me tiré casi cinco años largos sin sacar disco y todo el mundo me decía: "Te estás suicidando. Hay que aprovechar el momento, la euforia del público". Y yo contestaba: "Si no me salen las cosas, cómo voy a hacer un disco". Siempre he ido a mi ritmo, asumiendo cualquier contingencia que esa decisión pudiera tener y prefiero estar satisfecha con lo que hago que lamentar haber tomado una decisión motivada por la opinión o por el deseo de otros.

-Ha seguido su camino al margen de las modas.

-Así es, aunque no quiere decir que no esté al tanto, que no viva el presente o no esté interesada en sonidos nuevos. No puedo hacer cosas que sean ni siquiera autoimpuestas, tengo que dejar que de alguna manera fluyan y las considere como naturales, espontáneas.

-La música, ¿le ha ayudado a seguir adelante en los malos momentos?

-Considero que la música, básicamente, es esperanza. Con ella se puede tratar cualquier tema por doloroso que sea. Puedes estar cargada de rabia pero siempre dejando la sensación, que no es tanto pensando en los demás sino en mí misma, de que a pesar de todo siempre hay una manera de ver la vida con cierto optimismo.

-En un espacio televisivo emitido hace unos años facilitó una donación económica al equipo de investigación que lidera el bioquímico aragonés Carlos López-Otín...

-Contadas con los dedos, Carlos es una de las personas que más me han impresionado en mi vida. Por su erudición, su sencillez, su entrega a la investigación... Me parece que es un ser extraordinario y a veces da coraje que los seres extraordinarios sean tratados como personas simples aunque ellos se consideren, afortunadamente, personas normales.

-Una de las canciones de su reciente disco es ‘Lucas’, un tema dedicado a un niño que falleció de una grave enfermedad...

-Lucas me fue llamando la atención a través de tres momentos determinados en mi vida y se hizo obligado dedicarle una canción. Era no tanto un homenaje sino la evidencia de que alguien, aunque haya tenido una cortísima existencia, puede ser muy importante en la vida de algunas personas.

-Sus giras de conciertos discurren por varios países. ¿Dónde le ha sorprendido más la reacción del público?

-Me llama mucho la atención cuando vuelvo a países como Serbia y Montenegro, donde un público digamos que poco habitual disfruta con mi música. La primera vez que actué en China también fue muy sorprendente. Me preguntaba: ¿qué hago yo aquí, quién va a venir a escucharnos? Era como empezar de nuevo y tenía la sensación de que la comunicación con la gente debía ser más entregada si cabe.

-Desde sus primeros pasos musicales ¿tenía claro que quería dedicarse a cantar?

-Lo que sí tenía claro, desde luego, es que la música era mi afición y mi vocación, que cantar me producía unas sensaciones que no encontraba en ninguna de las otras cosas que me pasaban en mi corta vida. Entonces, descubrir la música fue como tener una hermana, una compañera con la que me expresaba diariamente a través de la escucha de canciones, del estudio, la lectura… y afortunadamente esa vocación ha ido creciendo hasta el día de hoy.

-Después de tantas actuaciones, ¿siente los nervios previos antes de salir al escenario?

-Sin ninguna duda. Por un lado, tienes la responsabilidad de que todo salga bien y nadie se sienta defraudado, sobre todo el público; y por otro, está tu propia exigencia. Los momentos antes de un concierto no son plácidos. Pero más que nervios lo definiría como una sensación de hormigueo.-

-¿Recuerda su primer concierto en Zaragoza?

-Por supuesto. Fue el primero que abrió la gira ‘Rock de una noche de verano’ de Miguel Ríos, en la que también estaba Leño, en La Romareda -1983-. Imagínese, era por la tarde y se veía perfectamente al público cuando yo salí. En su momento, fue la gira más espectacular que se había organizado en España.

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