Pipper: el perro que quiere hacer turismo en Zaragoza

El periodista Pablo Muñoz y su mascota llevan desde mayo recorriendo España para promover la apertura de monumentos, museos, hoteles y restaurantes a las mascotas. Esta semana está en Aragón.

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Desde mayo lleva Pipper dando vueltas por España. Es un perro turista que, junto a su dueño, el periodista donostiarra Pablo Muñoz, anda en busca de lugares donde sean invitados a entrar juntos: desde monumentos a hoteles, restaurantes o tiendas. En estos meses, el balance es desigual, y, la verdad, pobre si se compara con países como Alemania, Gran Bretaña, Francia o Italia, donde las mascotas pueden compartir con naturalidad muchos más espacios con sus dueños. Aquí, los perros se quedan la mayor parte de las veces en la puerta o directamente en casa. Y Zaragoza, donde Pipper ha recalado estos días (en breve lo hará en Albarracín y en el Pirineo aragonés), no es muy diferente.

De los atractivos más o menos populares entre los turistas, hay solo cuatro para Pipper: el Torreón de la Zuda, el Palacio de Montemuzo, el Patio de la Infanta y el museo del Rosario de Cristal. En estos tres últimos, además, el perro debe hacer la visita en brazos de su dueño (lo que la convierte en imposible en la práctica para los poseedores de un perro grande). Sí que está Pablo más sorprendido (para mal) con las escasas posibilidades en bares y restaurantes. Tampoco lo ha tenido fácil en tiendas o en grandes centros comerciales. En el lado opuesto sitúa los hoteles, donde sí que ha contando con un buen abanico.

En este estado de cosas, Pablo Muñoz sitúa a Zaragoza en la media. Algo que, según explica con cifras, supone, de entrada, renunciar a un goloso nicho de negocio: en España 10 millones de personas tienen perro. Y cada dueño gasta una media de 1.000 euros al año en ellos. Una cantidad que Muñoz cree que aumentaría si se permitiese la entrada de perros en muchos más sitios. Por no hablar de lo que supondría en el sector turístico como gancho añadido para el turismo extranjero.

Del interés por Pipper y su empeño da cuenta también la vara de medir el éxito de los nuevos tiempos: las redes sociales. Entre Facebook e Instagram, @pipperontour, tiene más de 40.000 seguidores.

Pipper: el perro que quiere hacer turismo en Zaragoza

Protagoniza además sección semanal en el programa de TVE ‘Aquí la tierra’ y ha conseguido algunos logros. Desde que anda de gira, han decido abrir sus puertas a los perros la iglesia de las estrellas de Palencia o el barco que recorre el pantano de Riaño. Además, se ha convertido en embajador perruno de Castilla y León.

"Existe mucho desconocimiento. Los empresarios niegan la entrada a perros simplemente porque no saben cuáles son sus alternativas", cuenta Pablo. A menudo, la legislación es farragosa o contradictoria. En el caso de Zaragoza, la municipal permite la entrada de perros, pero no así la autonómica. lo que se traduce en la práctica inseguridad jurídica del hostelero.

Pipper: el perro que quiere hacer turismo en Zaragoza

Pablo Muñoz, con Pipper en uno de los bares que permiten la entrada de perros en Zaragoza. Raquel Labodía

En este sentido, Muñoz apela a los Ayuntamientos y pone el ejemplo de Gijón, donde se hizo una campaña con pegatinas en los establecimientos ‘dog friendly’. Ahora la ciudad asturiana es un referente para los viajeros con perro y ha hecho de ello uno de sus atractivos turísticos.

Rutina diaria

Más allá de cuestiones pecuniarias y de las redes sociales, Pablo pone el acento en la necesidad de hacer de España un lugar más amigable con los perros. "Somos uno de los países con más abandonos de perros", dice. "Y aunque no lo justifique en absoluto", Muñoz cree que el hecho de no poder hacer cosas rutinarias, como comprar una medicina o un recado en el banco, contribuye a que algunas personas se acaben cansando.

"De lo que estamos hablando es de un de un cambio cultural", sostiene, porque el aislamiento de los perros no se explica por las razones habituales, que califica de "topicazos". "Salen siempre a relucir cuestiones de sanidad, pero la realidad es que la normativa no es restrictiva en general". Otra cuestión es que existe temor por parte de los propietarios, que prefieren no verse en potenciales problemas. Pero Pablo lo tiene claro: "Si el perro está educado no va a pasar nada". "Es cuestión de organizarse, de reservar determinadas mesas, de plantear horarios especiales... Igual que se hace en otros órdenes. Al final, muchas veces es más cuestión de pereza que de la propia normativa", dice Pablo quien, por cierto, hasta hace poco más de dos años no sabía lo que es tener un perro cerca. De ahí que él sea el primero en sorprenderse de hasta qué punto son capaces de comportarse bien.

"Vi a Pipper nacer en un caserío del País Vasco, donde posteriormente le visité a menudo. Acabé encariñándome con él y a los seis meses me lo quedé, con el compromiso de devolverlo si me veía incapaz", recuerda. Ahora son inseparables. "Y entiendo que los perros son uno más de la familia". Por eso, "nadie quiere dejarlos en la puerta".

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