Si esta semana Raphael se manifestaba loco por cantar en Zaragoza, este sábado lo hizo por fin en el pabellón Prínicipe Felipe y despertó pasiones entre un público entregado.

Así lo ha reconocido el propio cantante,  uno de los intérpretes más famosos de la historia en español,  este domingo en las redes sociales, donde no ha escatimado elogios hacia el público zaragozano, como se puede ver en este mensaje:

"¡Buenos días gente maravillosa! Qué pasión pusimos en el concierto de anoche en Zaragoza, vosotros y yo!! Qué trementa noche!! Estoy seguro repetiremos de otra manera el próximo año. Vosotros ningún año sin mí y yo SIN VOSOTROS, ZARAGOZA, TAMPOCO!!! Atentos a lo que viene en días!! Os quiero!!!".

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Tampoco se ha quedado atrás su público a la hora de deshacerse en elogios hacia el cantante:

"Gracias Raphael por el conciertazo de ayer en Zaragoza. Lleno de pasión y entrega. Te esperamos siempre, siempre y siempre. Bravooo, artistazo. Tu voz sonó como nunca, no tardes en volver, que se nos hace larga tu ausencia", le dice una fan en la red Instagram. "Mi hermana estuvo anoche y dijo que fue maravilloso.. Qué envidia yo no pude ir", apunta otra seguidora.

El pabellón Príncipe Felipe dispuso butacas en la pista, como ocurre cuando el artista que protagoniza allí la noche exige de su público tanto de recogimiento como de pasión. Unas 6.000 personas estaban allá ejerciendo fidelidad inquebrantable -ya fuera renovada o heredada, añeja o de nuevo cuño- al intérprete más inclasificable y universal que ha dado España. Sí, más que Julio Iglesias (más que su hijo, el del ‘crossover’ anglosajón), más que la Pantoja y la Jurado. Raphael es eterno, Raphael sigue alcanzando las notas altas, sigue comiéndose el escenario con tridente y cuchillo de pescado. Con una banda de siete músicos metronímicos, vestido de negro como mandan los cánones, el de Linares (cosecha del 43, ojo) arrasó en Zaragoza, una vez más.

La gira ‘Loco por cantar’ tiene un apoyo notable en el álbum ‘Infinitos bailes’, última de las más de 50 producciones lanzadas por don Rafael Martos. Eso sí: cuando sonaron los primeros compases de ‘Mi gran noche’ -la quinta canción del concierto- fue cuando la gente empezó a perder el oremus. Como iba seguida de ‘Ahora’, esa canción que escribiera Bunbury para su amigo y admirado, la cosa no bajó de intensidad; había runrún en el público tras el tema, murmullos en forma de explicaciones sobre la autoría del corte incluido en ‘Infinitos bailes’ y que el zaragozano ha interpretado varias veces en su propia gira, ‘Expectaciones’, que se reinicia en México dentro de unos días. Raphael, a lo suyo: con las primeras notas al piano de ‘Digan lo que digan’ se volvió a encender la audiencia, cautivada sobre todo por ese estribillo en el que Raphael siempre desnuda el alma, generoso en furia que, aun exagerada por mor del libreto, sigue pareciendo tan genuina como la primera vez.

Y la noche siguió, ora reflexiva, ora briosa, siempre intensa y mágica. En el menú de la noche figuraban -entre otras- canciones como ‘Yo sigo siendo aquél’, ‘No puedo arrancarte de mi’, ‘La quiero a morir’ -apoteósica, como cabe imaginar-, ‘Gracias a la vida’, ese joropo venezolano llamado ‘Gavilán’ que Raphael aflamenca desde hace décadas, ‘Estar enamorado’, ‘En carne viva’, ‘Escándalo’, ‘Qué sabe nadie’, ‘Yo soy aquél’, ‘Como yo te amo’... 34 canciones, a cada cual más popular, una verdadera locura para sus seguidores y un esfuerzo impresionante para este artista que parece movido por una fuerza superior, porque sus cuerdas vocales siguen respondiéndole. No importa las veces que venga: lo de este hombre es contrato vitalicio con el éxito y garantía absoluta de veneración.