Alfonso Desentre: "Soy intenso, quiero remover, pero huyo de la sobreactuación"

Nació en Zaragoza en 1961, fundó el Teatro Imaginario y vive un gran momento: prepara un estreno teatral e intervendrá en dos películas en breve.

El rostro intenso de un cómico apasionado.
El rostro intenso de un cómico apasionado.
José Miguel Marco

¿Por qué se hizo actor?

Viví en un pueblo encima de un cine. Después subía a casa, me disfrazaba y jugaba a las películas que había visto. Durante muchos años me distancié, no me interesaban los grupos escolares ni las funciones que hacían. Después me apunté a la Escuela de Teatro. Un amigo me dijo: "No pierdas el tiempo y vente con nosotros".

¿Quién era?

Se llamaba Santiago Meléndez. Así fue como aterricé sin bagaje alguno en el Teatro Principal. Fue mi padre. Soy hijo suyo. Ya no tengo modelos, aunque Marcello Mastroianni me hace llorar muchas noches y me hace recordar que existe la muerte; Santiago Meléndez, también.

Fundó, con María José Pardo, el Teatro Imaginario. ¿Qué buscaban?

Por motivos personales y muy traumáticos tuvimos que dejar la otra compañía. En ese momento éramos los marginados de los marginales. Queríamos experimentar, volar sin red, sobrevalorábamos nuestras posibilidades. Entendíamos esto como puro romanticismo. Ha sido un viaje largo. Estoy muy orgulloso de la trayectoria y ahí seguimos.

Uno de los últimos montajes que hicieron fue ‘Poeta en Nueva York’. ¿Por qué Lorca?

Tienen que darse siempre dos cosas: el interés por el autor, sus textos… y las posibilidades que le ves para aportar algo escénicamente. Hicimos el ‘Romancero gitano’ hace años, con Alejandro Monserrat a la guitarra, y fue muy hermoso. Mucho después quisimos trasladar a escena el grito de Lorca ante la barbarie de la gran ciudad, de una forma eléctrica. Eso es ‘Poeta en Nueva York’.

¿Qué tipo de actor ha querido ser? A veces puede parecer que tiende hacia lo oscuro y lo excesivo, al desgarro…

Soy intenso, quiero remover. Cuando dice excesivo, espero que no se refiera a la sobreactuación. Huyo de ello. Pero sí sé que mis cartas no son las del españolito medio, la del tipo normal, ni mis rasgos físicos ni mi manera de trabajar me llevan a eso. En cine y televisión me llaman casi siempre para malos. Quiero ser bueno, tierno, por eso hago mis propias cosas. Y estoy deseando volver a la comedia.

¿Cómo están situados los actores aragoneses?

Los hay magníficos. Los quiero a todos. Somos muy buenos. Tenemos la mala suerte de estar aquí. No se valora lo que hay porque eres el vecino, y hay poco apoyo mutuo. Desde fuera te valoran a ti. Nací en Zaragoza, aquí tengo mi casa y aquí seguiré hasta que vaya a retirarme cerca del mar. Tenemos el AVE.

Va a rodar la segunda película de González Molina sobre la ‘Trilogía del Baztán’ de Dolores Redondo. ¿Qué significa para usted?

Significa trabajar en un largometraje nacional de previsible éxito comercial. Es difícil entrar en el cine y ahora mismo es lo que más me apetece. Mi personaje es un asesino. Pero me hace ilusión. Es un tipo chulesco y amoral.

También va a intervenir en una ‘road movie’ del holandés Mees Peijnenburg, ‘Paradise drifters’.

Vi trabajos de Mees y me encantaron. Tienen mucha fuerza, cierta experimentación, un sentido clásico y moderno a la vez de la narración. Le envié una presentación en inglés y me dijo que contaba conmigo. Es un placer.

Estrenará el sábado 29, en el Teatro del Mercado, ‘Teruel- Texas (Palabras en la carretera)’.

Sí, lo hacemos en ZGZ Escena con el Teatro Imaginario, con María José Pardo, con nuestro hijo Jorge Desentre Pardo (hemos sido pareja unos cuantos años), y con la joven actriz Adriana García Bonet. Recorremos una carretera sembrada de palabras: poesía, prosa poética, relato breve, de inspiración norteamericana, aunque algunos textos son de aragoneses: Olga Bernad, Fernando Sarría, Pablo Lópiz. Todos comparten la épica o la lírica del viaje. O del camino. Lo hacemos acompañados de dos buenos músicos: Julio Rubio (guitarra y dobro) y Juancho Rubio (armónica, banjo y voz). Es muy placentero.

Viaje, carretera, desarraigo. ¿Son esas las palabras que definen al actor?

Al ser humano. Y, claro, al actor. No puedo estar tres semanas sin viajar. Mi trabajo me lo facilita. El desarraigo es común al hombre, sentir arraigo es una estupidez.

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