Miguel Ángel Domínguez pinta la tierra y la luna

El creador y galerista del Espacio Huesca expone una veintena de obras de técnica mixta en la galería A del Arte

Retrato de Miguel Ángel Domínguez como si se saliera del taller.
Retrato de Miguel Ángel Domínguez como si se saliera del taller.
Guillermo Mestre.

Miguel Ángel Domínguez (Zaragoza, 1955) recibió una caja de 24 colores de su padre, pintor, cuando tenía 7 u 8 años y se recuerda siempre dibujando. Topógrafo de profesión, ha alternado ese oficio con la pintura, la escultura, el dibujo e incluso, en los últimos años, con la condición de galerista en Alberite de San Juan, donde cuenta con la ayuda de su hija Marta Domínguez, profesora y poeta.

En el Espacio Huecha exponen ahora Paco Rallo y Pedro Bericat, y allí, en varias de sus salas y en el patio, ha expuesto en los últimos años Domínguez diversas series pictóricas y sus esculturas, arrebatadas a la naturaleza, al paso del tiempo o al puro abandono. Una de ellas, formada por una inmensa raíz, es parte de su exposición de 17 pinturas, muchas de ellas trípticos, que cuelga en la galería A del Arte.

Un místico en Espacio Huecha

"En los últimos años he realizado varias series: ‘Ritual y magia’, ‘Transustanciación’, ‘Acróstico’ y ‘Sintaxis vegetal’, y me había centrado más en la escultura. Poco a poco, decidí regresar a la pintura y lo hago con este proyecto: ‘Paisajes de luna nueva’, de obras de 2015 a 2018. Soy un paisajista, desde siempre, desde la abstracción, claro, y un pintor místico, contemplativo. No soy creyente, pero sí me gusta mirar la naturaleza, los cielos, la tierra y dialogar desde la emoción con todo ello".

"Preparo mi pintura y la mezclo con pigmentos, resinas, barnices, yesos. Desde hace tiempo recojo las tierras de Alberite, cerca del Moncayo y Magallón. Son arcillas claras, allí existe tradición cerámica, las muelo, las preparo, y las mezclo con arenas", dice. Arenas que recoge del Cantábrico y del Mediterráneo, o que le traen de Túnez. Igual que le sucede con cabezas de animales y restos de huesos. "He trabajado mucho el objeto encontrado: restos, escombros, arcillas. En mi pintura mezclo muchas cosas: la ceniza de la leña que he quemado en el invierno, humo negro, los yesos, ramas, dibujos que se han quedado a medio hacer y que coloco y pego en el lienzo".

Dice que el espectador debe querer ver la pintura. Asomarse a ella sin complejos y con un poco de tiempo. Mirar para ver. "No existe la música de fondo, existe la música y hay que sentarse a escucharla. A disfrutarla. Con la pintura pasa igual. Hay que verla sin miedo, con las preguntas y la atención necesarias".

¿Qué ve el artista cuando mira sus cuadros? ¿Qué busca? "Yo le diría que, desde lejos, veo composición, materia, armonía, una obra que se ha elaborado con tiempo, a veces hasta dos años. Y desde cerca veo un cuadro matérico, con incisiones y quebrantos, pueden estar mis dedos ahí impresos, y veo una búsqueda y una idea de lo táctil. Mis cuadros se pueden y se deben tocar", dice.

Miguel Ángel Domínguez reconoce el débito con Antoni Tàpies. "Con él aprendí mucho: las texturas, la fuerza del azar, el uso de las cruces, la libertad de crear. Recuerdo que una vez se lo comenté al pintor Juan José Vera y él me dijo: 'No te preocupes, cruces las hacemos todos'. Aprendí de Tàpies incluso esa idea de que no había que ser un gran pintor, en apariencia, un virtuoso, para poder pintar".

Los ecos aragoneses

Añade que Tàpies "es y no es mi maestro. Podría decir que como en el plato de Tàpies pero con otra cuchara. Admiro la cocina de Pablo Picasso y la imaginación y la fantasía y la plasticidad de Joan Miró", matiza.

Miguel Ángel Domínguez, que usa tonos pardos, negros, ocres, terrosos, subraya: "Con todo, creo que para mí han sido capitales nuestros antecesores: el grupo Pórtico, con Santiago Lagunas, Eloy Laguardia y Fermín Aguayo, y la Escuela Zaragoza, de Vera, Daniel Sahún, Ricardo Santamaría, Hanton González y Julia Dorado. Están en mis fuentes, en mi manera de ver la pintura".

Este hombre tímido, que busca certezas en el tiempo, el sueño y la manufactura, confiesa: "Pinto porque no sé hacer otra, porque es mi vida y ahí creo encontrar algo que ando buscando".

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