Aurelio Arteta: "Uno es el anciano que ha merecido ser desde joven"

Catedrático de Filosofía Moral y Política ya jubilado y autor de numerosas obras, Arteta (Sangüesa, 1945) acaba de presentar ‘A fin de cuentas’.

Aurelio Arteta visitó Zaragoza días atrás
Aurelio Arteta visitó Zaragoza días atrás
José Miguel Marco

‘A fin de cuentas’ es su segundo libro seguido con la temática de la vejez. ¿Tanto le obsesiona?

Sí, sin duda: es una cuestión sustancial para mi vida.

Reivindica el valor de la vejez "frente a los prejuicios que suelen desfigurarla". ¿Qué prejuicios son estos?

Por ejemplo, el tópico de la sabiduría de la vejez. Como si el anciano mejorase por el hecho de ser anciano: yo creo que no, generalmente. Pienso más bien que uno es el anciano que ha merecido ser desde joven. Se trata de prejuicios que son también una forma de huir de la vejez, o de la realidad de la vejez. Yo estoy precisamente experimentando mi propio arranque de la vejez.

¿Puede responder también un poco a la sorpresa de verse inmerso en esa etapa?

Sí, me ha sorprendido. Es cierto, es una edad para la que no estamos preparados. Y no lo estamos sencillamente porque no hemos pensado en ello lo suficiente.

Llegado a esto punto, ¿hubiera cambiado algo antes para ser más consciente de su edad?

Probablemente habría mirado más a los viejos, me habría puesto en su lugar; ese ejercicio de empatía que solemos hacer solo con los de nuestra propia edad.

Es un ejercicio que no practicamos mucho, ¿no?

Claro. Por lo general uno no piensa demasiado en la siguiente edad. O por lo menos en mi edad; pensar en ello significa aproximarse a la muerte. Volviendo a la anterior pregunta: sí, debería haber hablado más con los viejos para saber cómo piensan. Hay tanta separación entre grupos de edad… Lo dije ya en el otro libro: los viejos deberían estar más en contacto con los jóvenes; los unos y los otros se aportan mucho recíprocamente.

¿Se ha podido producir una ruptura en ese diálogo entre mayores y jóvenes?

Yo creo que sí. Aunque por otra parte como ahora se envejece a una edad mucho más tardía la vida permite que jóvenes de 30 años puedan sentirse más cercanos a personas de 70, digámoslo así. Y pueden participar de experiencias más o menos comunes que antes eran impensables.

¿Por qué cree tan necesario indagar acerca de la muerte?

Creo que nos ayuda para vivir, por paradójico que parezca. Gracias a ello tenemos conciencia del límite. Y eso significa que uno tiene más interés en aprovechar su vida, y más urgencia a la hora de vivir porque sabe que puede terminar en cualquier momento. Aunque solo fuera desde ese punto de vista, es absolutamente positivo. Si fuéramos eternos no tendríamos prisa ni ordenaríamos nuestros proyectos.

¿No hay un riesgo de bloqueo?

No digo que haya que estar pensando todo el rato en la muerte. Nos morimos al final de un proceso; no es verdad que nos muramos de repente y que hasta entonces solo hayamos vivido. Para que la muerte esté presente no es necesario que hagamos un ejercicio excesivo de pensar. Hay en el libro una frase de un ensayista español, Ramón Andrés, que viene al caso: "La muerte no está al final, sino en el centro de la vida".

¿Hemos de resituarla?

Claro. Conscientes o inconscientes de ella, todo lo que hacemos lleva en el trasfondo la muerte: el sentido del límite, de la oportunidad, de este momento o nunca, etc. Si lo pensamos bien, eso solo tiene sentido en seres que se saben ‘morituri’.

Recomienda hablar, transmitir los sentimientos propios, incluso en el caso del moribundo.

Un desiderátum no sé si estúpido, pero desde luego imposible. Pensé: cómo mejor entender la muerte que preguntar a esa persona, a alguien en cuya inteligencia y en cuyos ideales confío.

El Congreso ha dado el primer paso para regular la eutanasia y el suicidio asistido. ¿Qué posición tiene al respecto?

Me parece un paso necesario: no podemos negarle al ser humano el objeto de su último dominio, su propio mantenimiento físico, su propia supervivencia; eso no me lo puede administrar ni un pariente ni un médico ni el confesor. Relacionado con la pregunta: ¿por qué ansiamos una muerte no solo rápida e indolora sino también inconsciente? No estoy seguro de que eso sea un ideal; seguramente me arrepentiré cuando esté en las últimas, eso sí.

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