"En arte, las dificultades son las que te animan a seguir avanzando"

El artista Gonzalo Tena (Teruel, 1950), galardonado con el premio Aragón Goya

Gonzalo Tena, junto a una de las obras que expuso en el Museo de Teruel en otoño
Gonzalo Tena, junto a una de las obras que expuso en el Museo de Teruel en otoño
Jorge Escudero

¿Cómo ha recibido el premio Aragón Goya?

Muy bien. Creo que es el primer premio que me dan después de uno de dibujo que conseguí cuando tenía 10 años.

¿Ese es su primer recuerdo relacionado con el arte?

A lo mejor sí... O no, quizá lo sean las cajas de lápices que me dejaban de niño los Reyes Magos.

Usted siempre ha sido un pintor poco convencional, independiente, ajeno a las modas. ¿Hasta qué punto ha sido algo buscado?

Nunca lo he pretendido, aunque he trabajado a mi manera, sin preocuparme por lo demás. Quizá me hubiera gustado trabajar con una galería, pero ni siquiera he sido un artista comercial, y nunca ha habido una, potente, que me respaldara. Si mi obra es tan particular se debe a que ha sido hecha en contra de las circunstancias, incluso en habitaciones pequeñas. Pero las facilidades a veces no son buenas; son las dificultades las que te ayudan a seguir avanzando.

Pese a su trayectoria poco convencional, estudió en Barcelona y Valencia.

Soy bastante partidario de las escuelas y facultades de arte, no ya tanto por la instrucción teórica que se recibe en ellas, sino por el ambiente que se respira. Como más se aprende es con la convivencia con los compañeros, la lucha contra los profesores...

Con la rebelión...

Probablemente, aunque tampoco es que yo sea muy rebelde.

En las aulas se fraguó su primera exposición, que fue en la galería Kalos, de Federico Torralba.

La recuerdo perfectamente. Fue gracias a José Antonio Labordeta. Yo entonces hacía una especie de pop geométrico. La preparé en la clase de pintura del natural, porque en Barcelona, por suerte, te dejaban dibujar lo que querías.

A mediados de los años 60, y junto a José Manuel Broto, Xavier Grau y Javier Rubio, formó el grupo Trama. ¿Cómo recuerda la experiencia hoy, 40 años después de la disolución?

Soy de los que no abomina del grupo. Nos lo pasamos bien, aprendimos mucho juntos. Para nosotros fue importante el apoyo de Tàpies y de la galería Maeght de Barcelona. Fue una etapa de mi vida muy intensa y divertida, y no sabría decir por qué el grupo se extinguió. Broto enseguida inició una carrera individual, Rubio casi dejó de pintar... Al final quedamos Grau y yo, y un grupo de dos es difícil de mantener, hay que ser por lo menos tres.

El grupo estaba cargado de ideas, era muy intelectual.

Hablábamos mucho de pintura, teníamos muchas conversaciones y alguna discusión. Había una base teórica y de pensamiento en todo lo que hacíamos. Yo llegué a la pintura-pintura por Antonio Maenza. Él me dejó un ejemplar de ‘La enseñanza de la pintura’, de Marcelin Pleynet, y el libro empezó a correr entre nosotros. Empezamos a pintar así, aunque dándole nuestro propio toque personal.

Si echa la vista atrás, ¿cómo ve su evolución?

Hay preguntas que no sé responder. La práctica del pintor no responde muchas veces a principios razonados y razonables. Pero uno tiene que trabajar. Uno pinta porque no puede evitarlo, y estoy seguro de que pintaré el resto de mis días.

Al recorrer su obra se ven cosas muy distintas.

Aunque mi trayectoria sea dispersa, hay una línea continua, elementos recurrentes: la relación entre pintura y escritura, el color, las referencias a Gertrude Stein y a Ludwig Wittgenstein... y la escritura. Creo que mi trabajo tiene mucho más que ver con la escritura que con la literatura.

Le gustan las series.

Sí. Me obsesiono con alguna idea y no la abandono hasta que no la agoto. ¿Cuándo llega ese momento? Cuando lo hace lo sabes. De repente, estás trabajando en algo y te das cuenta de que está gastado.

Usted ha tenido varias etapas en su trayectoria, incluso ha dedicado muchas horas de esfuerzo a estudiar la obra de Pieter Brueghel, el Viejo. ¿Qué le atrajo de él?

Llegué al pintor por casualidad y he estudiado toda su obra durante 12 años. Me dejaron un libro que había escrito Juan Benet sobre ‘La torre de Babel’ y me di cuenta que en todos los cuadros del pintor había dos lecturas, una aparente y otra oculta. Para mí sigue siendo un artista más misterioso que El Bosco.

Y los cuadros de Gonzalo Tena, ¿cuántas lecturas tienen?

Los míos, tres, cuatro o cinco. Pero eso no tiene mérito. En una pintura, lo complicado es que solo tenga dos lecturas.

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