Un estudio aragonés en la Bienal de Venecia

Ignacio Grávalos y Patrizia di Monte presentan en el Pabellón de Italia un proyecto para frenar la despoblación en el área italiana de las colinas Materanas

Una de las maquetas del proyecto del estudio zaragozano. En color azul, la nueva construcción, que conecta la estación de tren y el edifico de viviendas de sus antiguos trabajadores
Una de las maquetas del proyecto del estudio zaragozano. En color azul, la nueva construcción, que conecta la estación de tren y el edifico de viviendas de sus antiguos trabajadores
Pablo Grávalos

Aragón está presente este año en la Bienal de Venecia. Inaugurada el pasado 26 de mayo, el pabellón de Italia luce una propuesta del estudio zaragozano Grávalos-Di Monte. Se trata de un proyecto para evitar la despoblación en el área de la Basilicata. Un proyecto basado en la ‘regla de las tres c’: conexión, colaboración y condivisión (vocablo italiano que alude a todo aquello que está unido y separado a la vez). Un proyecto que, en sus líneas maestras, podría aplicarse a distintas zonas del Aragón despoblado. «Nos hemos especializado en la reutilización de espacios públicos en desuso: solares, edificios... y como evolución natural hemos llegado a los territorios», apunta Ignacio Grávalos.

El pabellón italiano ha sido concebido como un viaje a los distintos archipiélagos de despoblación generados en las últimas décadas en el país transalpino. «Constituyen el 60% del territorio pero suman tan solo el 20% de la población», añade Patrizia Di Monte. Mario Cucinella, comisario del pabellón italiano, invitó a seis estudios (AM3, BDR, Diverserighe, Grávalos-Di Monte, Modus y Solinas-Serra) a que presentaran sus propuestas para frenar la despoblación en territorios como el valle del Belice o la Barbagia. Al estudio zaragozano le tocó en suerte la Basilicata, y especialmente el área de las colinas de su capital, Matera, que en 2019 será Capital Europea de la Cultura.

«No hemos buscado soluciones mágicas ni grandilocuentes, sino que hemos apostado por una propuesta muy pegada al terreno», asegura Di Monte. Así, durante varias semanas han entrevistado a los habitantes de la zona (10.000 kilómetros cuadrados, con un par de parques naturales y mucho turismo) para conocer sus anhelos y preocupaciones. Y la conclusión a la que han llegado ha sido la necesidad de apostar por la innovación en los recursos tradicionales (agricultura y artesanía), reaprovechando infraestructuras infrautilizadas.

«La zona es un valle por donde pasa el río Basento, la línea de ferrocarril y la autovía pero que en, cierta medida, aún está aislado –señala Ignacio Grávalos–. Hay ocho estaciones de ferrocarril vacías o en desuso, y proponemos reutilizar la de Grassano, intermedia entre Matera y Potenza. Si las estaciones de ferrocarril fueron en su día punto de intercambio de viajeros, ahora las hemos visto como punto de intercambio de conocimiento». Es decir, que la apuesta del despacho zaragozano ha consistido en emplear las estaciones de tren, de donde partieron los que emigraron de los valles de las áreas rurales, para que ahora se transformen en un punto de atracción del aprendizaje, la experimentación y la cultura, como ejes de iniciativas ciudadanas.

La propuesta, que puede verse estos días en el pabellón italiano de la Bienal, incluye, entre otras ideas, un vagón de ferrocarril que puede ir de estación en estación como un dispositivo móvil de servicios culturales. También apuesta por convertir una escuela de agricultura tradicional en un ambicioso instituto de agronomía del siglo XXI, con especial acento en la investigación y la innovación. Un complejo que engloba armónicamente la escuela actual, por un lado; y la estación de tren, los edificios en los que antiguamente vivían los trabajadores de la estación y una nueva construcción que los conecta, cosidos bajo una cubierta que configura una gran plaza-valle, como un espacio híbrido. «Queríamos poner en valor lo que ya hay en la comarca, y también convertir la estación en un área de investigación que tenga la capacidad de retener el conocimiento local –concluye Ignacio Grávalos–. Una de las virtudes de la arquitectura es reprogramar usos para las construcciones que han perdido el suyo tradicional. La arquitectura permite hacer grandes cosas con muy poco, si se sabe unificar y poner en valor».

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión