Javier Aranda: "Un títere es un ser limitado, pero en eso reside su grandeza"

El actor y titiritero ha convertido su espectáculo ‘Vida’ en una de las revelaciones de la temporada teatral en Aragón. "Soy muy intuitivo, de imágenes y de emociones, y siempre hay un componente biográfico en todo lo que hago".

El actor y titiritero aragonés, con uno de sus personajes, en su estudio de la capital aragonesa.
El actor y titiritero aragonés, con uno de sus personajes, en su estudio de la capital aragonesa.
Guillermo Mestre

El espectáculo teatral aragonés de esta temporada es ‘Vida’, de Javier Aranda. No hay en él repartos estelares, escenografías futuristas ni vestuarios deslumbrantes. Sobre las tablas,  él y sus dos manos, una mesa cubierta con un paño negro, y apenas 50 euros en materiales para construir personajes que divierten y conmueven. La obra, siendo aparentemente tan sencilla como cualquier otra de títeres para adultos, concurrió junto a 32 más en la última Feria de Teatro de Huesca. Y ganó el premio al Mejor Espectáculo otorgado por los profesionales del sector. Eso lo dice casi todo. Hace tan solo unas semanas recibía además el premio Revelación en la Gala del Teatro Aragonés. ‘Vida’ es original, desternillante, estremecedora.

La compañía, si es que puede llamarse así porque Javier Aranda (Tarazona, 1968) se ocupa de todo, desde el diseño y construcción de los títeres a la iluminación, nació en 2015. Aranda, un actor conocido y veterano ya, necesitaba algo más.

"El proyecto en solitario me lo planteé como un hobby. Me gustan mucho la pintura, el teatro,  construir cosas con las manos... Vi que de alguna forma los títeres unificaban todas mis pasiones; y eso, unido al hecho de que la crisis económica hacía que tuviera menos trabajo, hizo que me planteara realizar algo más personal, más íntimo. Vivimos una época en la que el teatro está muy mediatizado por la política, las modas y las subvenciones. Y pensé hacer algo muy humano. Acabé descubriendo el placer de trabajar solo y hacer lo que uno quiere".

Así nació su primera obra, ‘Parias’, cuatro historias en cada una de las cuales él, como actor, tiene un objetivo distinto. Porque, a diferencia de otros espectáculos de títeres, él no se oculta, sino que es un elemento más del reparto y de la dramaturgia.

"Mi propuesta pone siempre al actor en el centro escénico –señala–, y yo participo más de lo que parece en la interpretación.  Muchas veces, en los espectáculos de títeres, quienes los manipulan se tapan el rostro o intentan camuflarse de algún modo en escena. Siempre me he preguntado por qué lo hacen, si es evidente para el público que están ahí. Yo no me escondo, mi trabajo mezcla la interpretación actoral y la manipulación".

Y empezó a representar ‘Parias’ en salas como El Extintor, Teatro Bicho o Gromeló, algunos de los secretos mejor guardados de Zaragoza, espacios nacidos para apostar pero que encuentra siempre "llenos de vida".  Allí se fraguó la ‘compañía’ Javier Aranda. Y, tras ‘Parias’, llegó ‘Vida’.

"El primer espectáculo lo diseñé en una etapa difícil de mi vida –relata–. El segundo lo he construido desde el recuerdo de mi madre, de ver cómo envejecemos... Siempre hay una parte autobiográfica en lo que hago. En cierto modo soy recurrente, porque solo sé hablar de dos o tres temas: la vida, la muerte, el teatro... Un creador es un observador de lo que le rodea, y yo soy muy intuitivo, de imágenes y emociones. Construyo los personajes muy poco a poco y a mi manera. Mi método de trabajo es muy especial. Parto de un elemento físico, que puede ser una tela, un fular o una camiseta vieja. Luego hago una cabeza y voy metiéndole voces. Cuando consigo que ese personaje tenga vida, hay un montón de horas de trabajo detrás. Intento que mis personajes vivan el presente. Nacen cuando mis manos los cogen, se reconocen a sí mismos y viven en sí mismos".

Trabaja mucho la ‘interpretación’ del títere y nunca termina de perfilarla. "Un títere es un ser limitado, pero en esa limitación reside su grandeza. Retoco continuamente mis obras, incorporando cosas que creo que funcionan, o quitando elementos que en algún momento veo innecesarios. Porque, sí, aunque resulte un poco tópico, lo cierto es que muchas veces, en teatro, menos es más, porque todos tendemos a utilizar más elementos de los necesarios. En esta última obra hay un momento en el que un títere vuela en escena. Estuve más de un mes haciendo pruebas para conseguir el efecto que buscaba, con varillas, con otros elementos... Al final lo llevo simplemente con la mano, de la forma más sencilla, porque es lo mejor. Creo en el trabajo: las grandes ideas siempre te tienen que pillar trabajando".

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