Juan Soto Ivars: “Mi compromiso es con el gris”

El escritor y periodista, autor de ‘Arden las redes’, presentó su novela ‘Crímenes del futuro’ en la FNAC

Juan Soto Ivars presentó su novela en diálogo con María Ángeles Naval.
Juan Soto Ivars presentó su novela en diálogo con María Ángeles Naval.
Oliver Duch

“Vivo en Barcelona por el maldito amor desde hace cinco años. He estado viviendo ocho años en Madrid. A los 18, llegué al café Gijón. Yo había leído los libros de Umbral, tenía fresca en la cabeza la película ‘La colmena’ de Mario Camus, con toda la leyenda. Me metí allí con mis poemas temblándome en la mano, pedí un café con leche, estudié a la parroquia y me fui hacia los que pensé que tenían pinta de escritores. Yo no había visto a un escritor en mi vida. Miré debajo de las mesas a ver si estaban las lápidas”, recuerda Juan Soto Ivars, que presentó este lunes en la FNAC de Zaragoza su novela ‘Crímenes del futuro’ (Candaya), con María Ángeles Naval.

¿Y qué pasó?

Me acerqué a unos escritores que no lo eran, se parecían a Umbral y su atuendo, pero me tomaron el pelo un buen rato. Se pasaron los textos. Me dijeron que tenía talento y que estaba verde. Eran unos borrachos habituales del local. Con todo, sus juicios sobre mi poesía eran acertados.

¿Madrid o Barcelona?

Para que se arreglara la cosa, Barcelona tendría que irse a pasar una noche loca a Madrid y Madrid tendría que irse a Barcelona a establecerse y sentar la cabeza.

¿Cómo lleva el clima del nacionalismo?

Trabajo haciendo crónicas de todo ello gran parte del año. La tensión es menor de que lo que se percibe en la prensa. Se exagera mucho, se inventan problemas, lo de la lengua es una invención… Con el catalán te haces en cuanto realizas un esfuerzo. De hecho, me ha contratado TV3 sin ser yo independentista.

Le ha contratado todo el mundo. Hubo un momento en que parecía quejicoso y llorón.

Me sigo quejando mucho. Ahora me quejo de que tengo demasiado trabajo. No es retórica. Tienes que hacer muchas cosas para vivir bien. Hace 20 años, con dos de los seis trabajos que tengo ahora, ya viviría bien. Ahora me hacen falta los seis. De todo eso hay mucho en mi novela ‘Crímenes del futuro’. Mi generación, que ahora llaman precaria, está expandiéndose hacia gente de 50 y 60, también precaria. Todo lo que yo sé acerca de esa precariedad lo he vivido trabajando.

¿Qué le da el periodismo?

Abrir la mirada a realidades tan distintas a la tuya te ayuda mucho. La amplitud es absoluta. Una cosa que me preocupa es la polarización. La sociedad está muy crispada y muy polarizada, se han establecido bandos muy beligerantes para casi todo, con muy poca capacidad para ceder o buscar espacios grises. Mi compromiso es con el gris.

Disculpe…

Siempre me han interesado los personajes que son incómodos para las dos ideologías. Si antes era un poco de derechas, a medida que ha ido avanzando la crisis, me he hecho más de izquierdas. Mi interés es intenta comunicar desde los periódicos o con las novelas que existen esos sitios de los que no hablan ninguno de los bandos. O estás con ellos o eres el enemigo. Vivimos en un mundo salvaje guiado por buenos sentimientos que es lo peor que hay. Los buenos sentimientos legitiman las peores acciones.

¿Para qué sirven las novelas? ¿Son preguntas, son teorías o son narraciones?

Nos hemos cegado con la tecnología pero hay una constante dolorosa: la desigualdad. Y la historia se puede leer con esa constante en el tiempo. No creo que en el futuro trabajen las máquinas y nosotros estemos de pic-nic.

Sin embargo, algunos dicen que pensaremos como quieren los robots, que ya nos gobiernan.

Los algoritmos de las redes saben jugar con el pánico de la gente pero no saben lo que es el pánico. En Cataluña, dentro de esa dirección, incentivan el pánico al otro.

¿Todo ello está en su novela?

Este futuro hiperconectado funciona como una guerra de trincheras, que es lo más viejo del mundo. Mi novela, de tres partes, habla de la juventud y de un monstruo revolucionario, de una suerte de guerra civil que se da en una relación amorosa, y de la melancolía. Es una novela que brota de la vida y de las experiencias de mi abuela. Cada hay más desigualdad y hay más gente que hace menos falta. Sobramos los obreros, los viejos, los jóvenes. Nos sobra lo que importa, lo que era motor y lo que eran rémoras.

¿No es muy pesimista?

Sí, claro. Mi visión es alarmista y tal vez apocalíptica.

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