Todo Orensanz, de la A a la Z

Juan Domínguez Lasierra publica un ‘Diccionario’ sobre el escultor y sigue su trayectoria desde Larués a Nueva York.

La trayectoria y la faceta creativa del escultor aragonés Ángel Orensanz son estudiadas en profundidad en el libro.
La trayectoria y la faceta creativa del escultor aragonés Ángel Orensanz son estudiadas en profundidad en el libro.
José Miguel Marco

A lo largo de su vida profesional, el periodista Juan Domínguez Lasierra ha entrevistado en varias ocasiones al escultor Ángel Orensanz o ha escrito crónicas de sus exposiciones. También ha elaborado textos para alguno de sus catálogos. Así que no es extraño que al final se haya embarcado en la escritura de un ‘Diccionario Orensanz’ en el que recorre toda su trayectoria, vital y geográfica, desde Larués, su localidad natal, hasta Nueva York, donde tiene una fundación en una antigua sinagoga. El libro, publicado por Erial Ediciones, se presenta este miércoles en el Museo de Zaragoza (19.00). En sus páginas lo define como "un escultor total".

"El concepto que tiene Orensanz de escultura no tiene límites en cuanto a materiales, soportes, técnicas, contenidos, composición, espacios, tiempos… –relata Juan Domínguez–. Es escultor total, y es artista total. Podríamos haberlo llamado el escultor proteico. La mirada de Orensanz es obsesivamente totalizadora: todo lo que ve lo convierte en escultura, en arte en general. El mundo en Orensanz no existe sino a través de su mirada creativa. Lo que no le interesa como motivo artístico no existe. Pero hay pocas cosas que no le motiven en esa dirección. Es una esponja que lo asume todo, lo manipula todo, lo convierte todo en escultura. No se detiene ante nada".

Una vida por y para el arte

El libro, reconoce su autor, nació como un intento de explicarse a sí mismo la figura de Orensanz. De poner orden dentro del torbellino del artista. "Vida y arte se confunden en él –añade el periodista–. Para Orensanz la vida es arte y el arte es vida. Y aún diría más: para Orensanz no existe otra vida que el arte. Su dedicación en este sentido ha sido absoluta, única, casi es imposible rastrear en su biografía nada digamos personal, íntimo, privado, familiar, social… Orensanz solo ha vivido del arte y para el arte. Me atrevería a decir, y espero que no le moleste, que en él eso que se ha llamado la patología del artista, entregado exclusivamente a su obra, sin otras miras más allá del arte, se cumple de modo total".

Y ¿cómo se explica un artista así, una trayectoria de ese tipo, partiendo de un niño que nace en un rincón de la provincia de Huesca, como es Larués? "Por los enigmas de la vida, que es en sí un enigma –explica Domínguez–. Pero ya de chavalillo, sin que nadie en su entorno lo influyera, dibujaba y creaba formas singulares con los objetos que tenía a su alcance. Y alguien lo apreció, un familiar que residía en Barcelona, y allí se lo llevó para que prosiguiera en su originaria, nativa, predisposición. Providencia, destino, azar, enigmas siempre".

Del artista, que cumplía recientemente 78 años, lo que más valora Juan Domínguez es su versatilidad. "Esa conciencia de que todo puede convertirse en arte, y de que el creador puede cambiar con sus obras el mundo que le rodea. Sus intervenciones paisajísticas son a este respecto emblemáticas. Orensanz no se conforma con intervenir en el paisaje, quiere transformarlo. La Naturaleza también es para él insuficiente en sí misma, necesita para estar completa la mano del hombre, del artista. En este sentido, aunque parezca un poquito extremado, Orensanz es un humanista radical, que necesita ver la mano del hombre incluso en la perfección de lo natural. Hay en él una especie de androcentrismo que le obliga a intervenir en los elementos de la naturaleza, de ahí su dedicación al ‘land art’, sus actuaciones en campos, montañas, mares, sus manipulaciones con la nieve, el hielo, el fuego, el humo, el viento… Parafraseando, nada de lo artístico le es ajeno. Incluso se atreve a intervenir sobre obras maestras, algo que podríamos calificar de falta de respeto al arte, pero que en él tiene esa voluntad de aportar nuevas perspectivas, dar un nuevo sentido a lo que parecía que ya lo tenía al completo. Discutible, claro, pero así es su mirada".

No ve en él muchas similitudes con la trayectoria de otros artistas. "Orensanz ha recorrido todas las etapas que están en los manuales, y algunas que no lo están, que son genuinas suyas: desde la figuración académica de sus comienzos, a las instalaciones con telas acrílicas o con material floral con los que transforma espacios enormes", subraya.

Y destaca que prácticamente todas sus etapas están representadas en Aragón. "Si no todas, casi todas: desde las esculturas más o menos académicas de sus inicios a murales realizados en esmaltería clásica o de materiales genuinos, pasando por piezas monumentales de inspiraciones formalistas, como el ‘Monumento a la Jacetania’, la ‘Santa Isabel’ o el ‘Tío Jorge’, de Zaragoza, o piezas de fusión con elementos naturales, como el monolito de la Confederación Hidrográfica del Ebro".

La falta de reconocimiento

Aunque esa abundancia en la representación no va acompañada de una justa valoración de su figura. "Mi impresión personal es que no es valorado del todo, o al menos no lo suficientemente –destaca–. En Sabiñánigo tiene un museo a su nombre, pero hay que decir que la creación de este centro fue un empeño personal del artista. Y que no haya recibido el premio Aragón-Goya de las Artes, que es el máximo reconocimiento institucional, es casi escandaloso. Hay que reconocer que la genuina personalidad de Orensanz a veces no facilita una normalizada relación con los que gestionan estas cosas de los reconocimientos oficiales, pero lo que hay que valorar es la obra y su repercusión".

En el libro, Domínguez presta atención a uno de los aspectos menos valorado hasta ahora de la obra de Orensanz: los dibujos. "Todo verdadero escultor es un verdadero dibujante. Orensanz ha hecho miles de dibujos, en los que expresa del modo más auténtico, más visceral y espontáneo, su mundo interior, tan complejo y arrebatado. De alguna manera, Orensanz, en sus dibujos, realiza un proceso catártico, que lo conecta con lo más profundo de sus intuiciones, de sus percepciones visionarias, su imaginación y su heterodoxia".

Y concluye: "Orensanz está tocado por eso tan controvertido que llamamos genialidad, que es algo personal e intransferible. Podríamos decir que Orensanz es... una isla creadora".

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