James Rhodes, un pianista en zapatillas en Zaragoza

Este virtuoso informal y escritor tocará el martes 20 en el Ciclo de Grandes Pianistas Pilar Bayona a compositores como Bach, Chopin y Rachmaninoff en el Auditorio

La música puede ser una refugio de salvación y un claro al final de un túnel. En el túnel más lóbrego vivió durante algunos años James Rhodes (Londres, 1975), escritor y pianista que toca el martes 20, a las 20.00, en el Auditorio de Zaragoza, en el Ciclo de Grandes Solistas Pilar Bayona. Fue objeto de violaciones por su profesor de Educación Física entre los seis y los diez años, y luego vivió en diversos abismos de horror, asco, vergüenza, miedo y repudio de sí mismo. Conoció, demasiado joven, esclavitudes impropias de un joven, como el alcohol y las drogas. Se sentía un moribundo, una piltrafa humana, y halló en la música, sobre todo en 'La Chacona' y en las ‘Variaciones Goldberg’ de Bach, ráfagas de luz. Se percató de que “la música es un idioma y una emoción universales” y también “la certeza más definitiva de mi vida”.

Poco a poco, mientras entraba y salía de hasta cinco psiquiátricos, solo o con diversos profesores, iba abrazando el piano. Se probaba, insistía, aprendía. Y a la vez intentaba huir del espanto. Un día, en 2008, con la ayuda de un mánager, Franco Panozzo, se presentó como pianista. Ya entonces su modelo era un gran artista como Grigory Sokolov, y se atrevía a tocar a Beethoven, a Chopin, por supuesto a Bach, que parece ser su debilidad, y a Rachmaninoff. A la vez que tocaba, e intentaba mejorar día tras día, el escindido James Rhodes vivía con intensidad en diversos frentes: se casó, tuvo un hijo, Hattie, intentó participar en un programa de la BBC y a la par advertía contra los abusos sexuales, daba conferencias. Parecía ser capaz de llegar a todo. Redactaba un blog en ‘The Telegraph’ y firmaba artículos de sus obsesiones en ‘The Guardian’. Algo más allá de los 30 años, empezó a convertirse en un ciudadano mediático, con mucho que decir; en el fondo, su catarsis era pública.

Hace una década, en 2008, conoció a un nuevo mánager: Denis Blais, que le empujó a grabar su primer álbum: ‘Razos Blades, Littles Pills and Big Pianos (2009); al año siguiente, apareció ‘Now Would All Freudians Please Stand Aside’. Su carrera estaba lanzada y era invitado a tocar en grandes escenarios y diversos festivales del mundo. No tardaría en conducir su propia serie televisiva: ‘James Rhodes: Piano Man’. Al parecer fue Blais quien le sugirió algo que es su gran éxito: James Rhodes presenta cada pieza, explica su pasión por la música, ofrece una visión poética y sincera de su pulsión -casi con aura de sacramental en ocasiones- y seduce. Encarna al pianista desaliñado, al virtuoso informal, que usa zapatillas, vaqueros y un lenguaje entre sincero y un tanto hippie que se centra en la autobiografía y en la exaltación de la propia composición. Esa forma de trabajar ya la hemos visto en Huesca, en el Olimpia, y en Zaragoza, en el Festival de Jazz. Firma ejemplares de sus discos y sus libros con idéntico desparpajo con el que impulsa el pedal: el espectáculo es él mismo, el contador de historias que quizá se impone al correcto pianista. Es modesto: no se considera un genio.

En 2015 publicó su libro ‘Instrumental. Memorias de música, medicina y locura’ (que en España publicó Blackie Books), que fue todo un éxito y un fenómeno social. Esa autobiografía le costó el divorcio y una pugna desabrida con su esposa que no quería que sus estremecedoras confesiones afectasen al hijo de ambos. Después apareció ‘Toca el piano’ (Blackie Books, 2016), su homenaje personal a Bach, donde afirmaba que se puede aprender a tocar en seis semanas con una práctica diaria de 45 minutos. Y el año pasado aparecía ‘Fugas’ (Blackie Books, 2017), que es un diario de sus giras y conciertos, donde se define con su peculiar sentido del humor como autocomplaciente y “un narcisista imbécil”.

Ahora, Rhodes, todo un fenómeno musical y un meritorio intérprete, vive en Madrid, enamorado de una española. Aún tiene reciente su último álbum: ‘Fire on all directions’ (2017). Rhodes, a su modo, simpático y distendido, arroja fuego en todas las direcciones.

En el Auditorio, el martes, 20, a las 20.00 ofrecerá el siguiente programa: ‘Partita número 12 en si bemol Mayor’ de Johan Sebastian Bach; ‘Romanza del concierto para piano número 10’ de Chopin y M. Balakirev; la ‘Balada número 3 en la bemol’ de Chopin y ‘Preludios Op. 3, número 2’ y ‘Preludios, Op. 32, número 13’. Rhodes es entusiasta y generoso. Cuando está a gusto, regala varios bises y puede declarar su amor por la música española de Falla y Albéniz.

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