Martín Caparrós: "España y Argentina no hallan símbolos donde reconocerse"

El escritor y periodista argentino, premio Cálamo y autor de ‘El Hambre’ y ‘La Historia’, participó en el ciclo ‘Conversaciones con el autor’ de la Diputación de Zaragoza.

Martín Caparrós es cronista y un narrador ambicioso.
Martín Caparrós es cronista y un narrador ambicioso.
Asier Alcorta/HA

"La experiencia de ‘Conversaciones con el autor’ es riquísima. Las bibliotecas son maravillosas. La gente se entrega y lee libros que no siempre son fáciles. Han leído, en La Puebla de Alfindén y Alagón, libros míos de crónicas, ese libro híbrido que es ‘La Historia’, de más de mil páginas, quizá el favorito de los míos, o la novela ‘Echeverría’, pongo por caso", dice Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957), uno de esos escritores que llegan a todo -es narrador, periodista, columnista, fotógrafo y actor- y que acaba de dialogar con Ramón Acín en la Diputación de Zaragoza.

¿Qué fue primero en usted: la vocación literaria o la pasión por la interpretación?

¿Por qué lo dice?

Es usted avasallador, en sus certezas y en la dimensión de sus libros, pero también es teatral en la gestualidad y la expresión.

¡Qué curioso! Acabo de actuar en la próxima película de José Luis Cuerda, ‘Tiempo después’, que continúa con el humor absurdo y delirante de ‘Amanece que no es poco’. Me lo he pasado muy bien. Cuerda, que es como un sabio lobo de mar, no nos ha hecho repetir demasiado. Encarno a un almirante, Zalduendo, argentino, que tiene dos trajes: uno blanco, impecable, con gorra y condecoraciones, y otro oscuro, que parece de la marina inglesa del siglo XVIII, con levita.

Acaba de publicar un artículo en español en el ‘Times’, centrado en la dificultad que tiene España para elegir sus símbolos. Se titula:‘No es fácil ser España’.

Es cierto. El himno no tiene letra y muchos no se sienten concernidos; una gran parte del país no se acomoda al amparo de su bandera; no existe una historia común en la que pueda basarse como nación. A España no le es nada fácil hallar símbolos. Y cuando se hace una encuesta, el símbolo más unánime es un nombre y una figura, Felipe VI.

¿Le resulta fácil escribir de España? ¿No es objeto de críticas?

He vivido aquí en los años 80 y de nuevo desde hace tiempo, al menos desde 2013. Soy hijo de español y me gusta opinar del país en que vivo, y en el que me siento feliz, bien acogido e integrado.

¿Qué más le debe a su padre?

Le debo el gusto por el pensamiento, el placer de la crítica. En realidad, el disfrute de pensar también se lo debo a mi madre. Es una mujer comprometida con numerosas causas, entre ellas el aborto; tiene 81 años y ahí sigue con energía, agitando las conciencias. Me enorgullezco de ella.

También publica un artículo sobre el escritor Gene Elmer Sharp, que tenía la obsesión de dejar en el mundo algo mejor a su paso. ¿Tiene usted la misma obsesión?

Claro que me gustaría hacer lo mismo. Me gustaría tener esa valía y esa intensidad, pero creo que no es mi caso. Tampoco es fácil.

Parece que España están en retroceso las libertades: la censura en ARCO de Santiago Sierra, el secuestro del libro ‘Fariña’ de Nacho Carretero. ¿Cómo lo ve?

En el artículo del ‘Times’ digo que creo que lo que más une a los españoles es la idea de la democracia. Hay que tener mucho cuidado: si se sigue por este camino de destrucción, vaciaremos de sentido el término, y convertiremos la democracia en una cáscara, en un mascaron de proa.

¿En qué anda ahora?

Estoy a punto de publicar un libro, que me emociona mucho, ‘Postales’, unas 40 fotos que he hecho en todo el mundo, a las que les he puesto un breve comentario. Estos días aparece la novela ‘Todo por la patria’ en Argentina.

¿Alude a la Guardia Civil?

No. En España y en Argentina la frase tiene un significado distinto. En el fondo, España y Argentina tienen un problema con la patria y sus símbolos. No hallan símbolos donde reconocerse. Argentina tampoco se encuentra; casi lo único que hace bien es crear algunas caras para las camisetas: el Che, Maradona, el Papa, Messi. También nos cuesta superar las taras y hallar símbolos definitivos. Como se ve, somos la superficialidad perfecta.

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