Javier Gurruchaga: "Mi gran juguete de niño era observar a la gente"

El cantante y actor llega hoy al Palacio de Congresos de Zaragoza con el musical ‘Merlín, la leyenda’, un espectáculo familiar con caballeros, tronos, princesas, dragones y mucha magia.

Actor y cantante, figura singular del ‘showbusiness’ patrio, Javier Gurruchaga llega este sábado a Zaragoza convertido en un mago. ‘Merlín, la leyenda’ es una aproximación al mito a través del teatro musical, un género que le va como un guante a tenor de sus anteriores incursiones: ‘Golfos de Roma’, donde fue dirigido por Mario Gas, o ‘Pluto’, con Jesús Cimarro. En este ‘Merlín’, pensado para el público familiar, el cantante de la Orquesta Mondragón (con la que sigue de gira con Trump como inspiración) volverá a demostrar su atípica capacidad de conexión con los más pequeños, que arrancó en los 80 con aquella ‘Bola de cristal’ y que ha seguido cultivando de la mano de Disney, poniendo voz al Bruce de ‘Buscando a Nemo o al Dr. Facilier de ‘Tiana y el sapo’.

La recordada ‘Bola de cristal’ le descubrió para los niños. Ysigue trabajando en cine y en espectáculos familiares. ¿A qué cree que se debe esa conexión con ellos?

Nunca he pensado en eso expresamente. Pero la verdad es que la tengo. En realidad, siempre he sido niño. Siempre me ha gustado dejar jugar a la imaginación. Me siento como ellos. Con 4 años era el rey de las fiestas, todo el mundo me miraba por mis gracias, y yo era consciente. Mis padres me echaban la bronca por hacer demasiado el tonto. Sabía de muy pequeño que tenía éxito como ‘showman’. Jugaba con el espejo y veía películas. Siempre me ha gustado observar. Mi gran juguete de niño fue observar a la gente.

¿Y este Merlín que trae a Zaragoza, recuerda al de Disney?

No, no tiene nada que ver. Hace ya 25 años, Adolfo Arrieta me propuso una obra de Cocteau en la que el protagonista era un Merlín profundo, con ambigüedad. Pero este me ha atrapado con su acento amable y porque está lleno de música. Hago personajes para niños, pero no son paternales. Ahora, lo que se hace para niños es más profesional. Este Merlín es bueno, menos dual y ambiguo, tiene un poco del carácter de Papá Noel, su magia.

¿Cree que ahora hace falta magia en la vida?

Hoy hay todo tipo de magia. La audiovisual es una de ellas. Aunque hay quien se toma a broma la magia. Porque ahora todo está guiado por la pela, no hay tanto romanticismo.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?Usted despuntó en los 80: ¿cree que están idealizados?

Entonces había mucha ilusión. Veníamos de una dictadura, había espíritu de liberarse. Ahora el consenso resulta un concepto trillado y ‘demodé’. Se dicen tantas cosas... Yo sí que los echo de menos porque nos sentíamos tan libres... Ese espíritu creativo se ha perdido. Las nuevas generaciones no están por la labor. Lo ve todo el mundo. No hay nada que merezca la pena.

Habla de la libertad, pero en los años 80 también hubo grandes escándalos. En algunos usted estuvo en el mismo centro del huracán...

Pero teníamos el apoyo de una TVE que era mucho más abierta. Aquello sería muy difícil de hacer ahora. En la actualidad, todo el mundo es maestro, pero nadie firma. Vivimos en un mundo orwelliano donde todos miran y son delatores. Es una dictadura terrible. Nadie se moja, solo se abre paso el insulto fácil. Por eso las redes sociales no me terminan de seducir. Corren malos tiempos para todo el mundo, hay un ambiente agresivo ante todo lo que se mueve.

Como Trump, que les ha dado ideas en su gira con la Orquesta Mondragón.

Sí, ahora también estoy de gira con un espectáculo que se llama ‘¡Que viene Trump!’.

Siguiendo con la nostalgia ochentera. ¿No se está en cierto modo recuperando aquellos años y esa polarización entre bloques, como la de Reagan y la URSS, que ahora encarnarían Trump y Corea del Norte?

Trump se pasa mucho más allá de lo de Reagan. Reagan era un poco educado, era menos disparatado. Trump es un niño tonto. Pero, también, muy peligroso. Lo único bueno es que me permite ponerme pelucas sobre el escenario, que me sientan muy bien.

En Merlín también lleva peluca. No me diga que le dieron el papel por eso...

Me dijeron los responsables del musical que les fascinaba mi voz en películas como las de Pixar. Eso fue lo que les atrajo.

El teatro musical no le obliga a elegir entre cantar o actuar...

Todo es teatro, pero a mí lo que me gusta es cantar.

A Zaragoza viene solamente un día, pero con doble sesión.

Es cansado hacer dobletes. Pero prefiero ser dos veces mago que salir a la calle y encontrarme malas noticias. Jugar con la fantasía es maravilloso.

Usted era muy amigo del escritor oscense Javier Tomeo, con el que tenía un proyecto teatral en ciernes. ¿Cómo va ese asunto?

Cuando hice ‘Pluto’, con Jesús Cimarro, este se comprometió y es un hombre de palabra. Así que espero que en un par de años podamos sacar adelante ese ‘Napoleón VII’, en Almagro, por ejemplo. Es un proyecto que está muy vivo.

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