Patricia Esteban Erlés, escritora: "Me fascinan las sombras desde pequeña"

La zaragozana presenta mañana, en el Teatro Principal, a las 19.00, su novela ‘Las madres negras’ (Galaxia Gutenberg), que ganó el premio Dos Passos.

Patricia Esteban, columnista de HERALDO, aborda el miedo y el enigma de Dios en su libro.
Patricia Esteban Erlés, escritora: "Me fascinan las sombras desde pequeña"
Asís G. Ayerbe

Leyendo ‘Las madres negras’, entra mucha curiosidad por saber cómo fue su infancia.

Fue un lugar extraño. La felicidad estaba hecha de instantes que me deslumbraban y aún recuerdo. La tristeza y la oscuridad se adueñaban a veces de la casa y entonces yo quería crecer, dar una patada en el fondo y salir de la niñez porque me sentía indefensa. La infancia era, como dice Ana María Matute, más larga que la vida.

¿De dónde procede su forma de mirar, su curiosidad por la oscuridad, su gusto por el terror?

Me fascinan las sombras desde pequeña. La luz no es posible sin ellas. Embellecen el mundo de una forma inquietante. Siempre me han gustado las historias en las cuales el misterio y la oscuridad eran ingredientes fundamentales. Ayudó mucho que en mi infancia predominase el blanco y negro de una vieja televisión que se negaba a morir. Las historias de Ibáñez Serrador o Hitchcock, los cómics de terror de mis hermanos, las lecturas de libros para mayores que se abrían para mí como caserones prohibidos.

¿Qué le debe a criaturas como Frankestein o Drácula?

La fascinación por el monstruo. La conciencia de que a esas criaturas deformes y temibles las tejemos a medida en cada época los seres humanos. Nos asustan la inmortalidad y el poder o la inteligencia absolutos y nos inventamos seres que los encarnan y son malditos por ello.

¿Y a Alfred Hitchcock?

Le debo la conciencia de que lo cotidiano encierra un lado inquietante muy poderoso.

¿Qué se le perdió en el interior del convento de su novela?

Me llaman la atención como espacios secretos, vedados al común de los mortales. De pequeña visité en una convivencia el convento de clausura de la Puerta del Carmen y me parecía que era un ser vivo dispuesto a engullir a las mocosas que se acercaran demasiado al torno.

En otro convento, Santa Vela, vive una monja, Priscia, que podría recordar al mismo demonio.

Es más bien alguien poseído por una forma de amor que la vacía y la vuelve un ser diabólico. Una ‘groupie’ pasada de vueltas, capaz de hacer lo que le pida su ídolo.

¿Cómo viven las niñas allí dentro: Galia, Lavinia, Moira, que se ha muerto 22 veces, pero que solo recuerda tres?

Horrorizadas. Las imagino intentando abrir mucho los ojos para despertarse y dejar atrás una pesadilla demasiado larga. Los adultos sabemos fabricar muy bien ese tipo de sueños terroríficos.

¿Existen en la vida real las maldiciones como las de la novela?

La maldición es un motivo literario muy rentable, pero además persigue a determinados seres reales como si el dado siempre cayera del mismo fatídico lado para algunos.

Una niña, Mida, dice que Dios se le ha aparecido y que no existe. ¿Son ganas de provocar?

Es la inocencia del niño que ve desnudo al emperador. A veces cuesta mucho creer lo más evidente.

¿Para quién ha pensado una novela como esta, para que tipo de lector? ¿Qué le asusta a usted?

Pensé en escribir una historia que me devorase como autora, que me atrajera cada día y me obligara a sumergirme en ella. Me ha encantado y me ha horrorizado vivir en Santa Vela. Me asusta la maldad que se complace en sí misma, que se retroalimenta y nunca tiene bastante.

El jurado ha elogiado la calidad de la escritura. ¿Cuáles son sus preocupaciones con el lenguaje, el estilo y el arte de narrar?

Me gusta sentir que el lenguaje crea belleza e inquietud. Disfruto de la palabra cuando leo o escribo. Palabreo. Es un placer jugar con las frases, hacer surgir a un personaje que te atrapa. Intento que lo que cuento sea fluido y contenga a la vez un mundo propio del que el lector se sienta parte, que reconozca como próximo. Escribí esta novela confiando en el instinto. La historia, como en un cuento, estaba ahí esperando a que la desenterrara. Y eso hice.

¿Qué conlleva ganar este premio de novela Dos Passos?

Una alegría que no se acaba. Están surgiendo grandes cosas y a ratos me pregunto si todo esto es cierto. La realidad a veces es la novela menos verosímil de todas.

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