La Maña: "Tengo años pero no soy antigua"

Lita Claver, estrella del género de las variedades, se retira el domingo. Le acompaña en la última función el también zaragozano Fernando Esteso, con quien empezó a actuar cuando ambos tenían solamente 8 años.

Lita Claver 'la Maña', en las pasadas fiestas del Pilar en Zaragoza, con el espectáculo con el que despide su larga carrera
Lita Claver 'la Maña', en las pasadas fiestas del Pilar en Zaragoza, con el espectáculo con el que despide su larga carrera
Aránzazu Navarro

Lita Claver, artista de ‘music hall’, de 72 años, mujer, gitana, del barrio zaragozano de las Tenerías, despide su carrera en Barcelona, en el Paralelo donde ha reinado durante décadas y donde actuó para Salvador Dalí, Rafael Alberti, Federico Fellini, Vittorio Gassman, Michel Piccoli, Terenci Moix, Manuel Vázquez Montalbán o Joan Manuel Serrat (al que espera volver a ver este domingo en el patio de butacas). La función está anunciada el domingo a las 17.00 en el Apolo, que resiste abierto en el número 59 de una avenida que ha ido despoblándose de vida teatral y artística tras haber sido durante un siglo, desde finales del XIX, referente de la noche en la Ciudad Condal. Es también otro adiós de esas calles que difícilmente volverán a ser lo que fueron, y de una forma de entender el espectáculo. La Maña, muy emocionada en los últimos días, se encomienda a la Virgen del Pilar para que "me mantenga serena y fuerte".

¿Cómo llega a la última función?

De maravilla, porque las muestras de cariño en los últimos días están siendo impresionantes. Sobre todo, lo que me va a quedar en el recuerdo es lo que me está pasando cuando salgo al escenario, porque la gente me grita: "¡Guapa, no te vayas!". Es una barbaridad… Va a ser duro despedirme teniendo en cuenta que llevo toda mi vida en el teatro, y no quiero pensarlo porque me amargo un poco. Esperemos que este domingo, Dios mediante, me comporte. No sé lo qué voy a hacer luego. El teatro ha sido mi vida. Un artista tiene que dejar todo y se tiene que entregar en cuerpo y alma al escenario y al público. Ante eso no hay ni familia ni nada. Y yo, por el camino, me he dejado muchas cosas, aunque también he recibido otras maravillosas; si lo pongo todo en una balanza, el resultado es muy positivo.

Se despide con un espectáculo, ‘Un reencuentro inolvidable’, en el que comparte cartel con Fernando Esteso, un cómico con quien trabajó por primera vez siendo una niña.

Le dije a mi representante que me gustaría acabar mi carrera con el mismo artista con el que la comencé, con Fernando Esteso. Y luego también hablé con Corita Viamonte. No hubo reparos de nadie. Al contrario, muchísimo amor. Por eso la despedida está siendo tan bonita. Bonita y dura para mí, la verdad.

Tras haber actuado antes en algunos bares zaragozanos cantando flamenco, con 8 años ya giraba por los pueblos de Aragón y algunos limítrofes con la compañía de Lázaro Esteso.

Ahora lo pienso y me digo: "Dios mío, qué duros fueron aquellos inicios". No tuve infancia, no tuve adolescencia, no tuve juventud. No tuve nada. Pero era muy feliz porque los padres de Fernando Esteso, tanto Julia como Lázaro, me trataron como a una hija más. Y cuando me compraban unas alpargatas o estrenaba unos zapatos, o me hacía Julia una muñeca de trapo, yo era la niña más feliz del mundo.

De allí a la sala Oasis, todavía en Zaragoza, y, luego, a Barcelona, donde se consagró y recibió su nombre artístico.

Llegué aquí luchando como una jabata, tenía que abrirme camino artístico. Tenía confianza en mí porque desde niña había trabajado y cuando vine, con casi 22 años, ya llevaba en mi bagaje muchos escenarios y muchas funciones. Y tenía tanta confianza que pensé: "Tengo que abrirme camino, tengo que hacerme un nombre". Y cuando recibí el Premio Sebastià Gasch a la mejor artista de ‘music hall’, aquello fue impresionante. Me dije: "Ya lo voy consiguiendo".

Triunfó durante años en El Molino, en el Teatro Arnau, cuando el Paralelo era una meca internacional de las variedades. ¿Qué queda de aquello?

Ahora queda un Paralelo triste, que no tiene nada que ver con aquel que conocí. Ha cambiado todo mucho. Y yo siempre digo que si cambian las cosas y es para mejor, olé, porque no se puede vivir del pasado. Pero no es el caso. Si es para peor, que es lo que está pasando actualmente, a mí me duele.

Son unos tiempos difíciles en Barcelona...

Presumo de ser aragonesa, de que soy de Zaragoza, pero quiero también a Cataluña porque aquí se me apodó la Maña, aquí se me adora, y me duele lo que está pasando por cuatro locos.

Su despedida se llora también como el final de una era en el espectáculo nocturno. ¿Qué futuro les queda a las variedades, al cabaré?

Yo siempre digo que son ciclos. Antes había escuelas como El Molino, como el Arnau, donde venían niñas jovencitas y aprendían. Pero, hoy en día, eso, desgraciadamente, ya no existe… Los jóvenes tienen otros gustos. Esa es la realidad. Ahora está de bajada porque las comedias musicales se encuentran de actualidad, pero cuando pase equis tiempo, que yo ya no lo veré, aparecerá alguien que dirá: "Uy, qué bonito era esto", y volverá a salir gente que haga espectáculos de ‘music hall’. Porque es que la gente se lo pasa tan bien… Son espectáculos vivos, en los cuales, dentro de que tenemos un hilo argumental, se improvisa mucho. Son espectáculos frescos. Yo siempre digo que tengo años pero no soy antigua ni lo he sido nunca. Me adapto a los tiempos.

A partir del próximo lunes, ¿teme a la nostalgia? Con la vitalidad que usted luce, ¿al aburrimiento?

No, no, para nada. Yo soy una mujer muy activa, tengo los pies en el suelo y tengo asumido que el día 14 es el último día de la Maña. Voy a intentar viajar un poco, estar más con mi hija y con mi nieta. Vivir un poco más para mí, que siempre me he preocupado más de los demás, del público sobre todo. Me debo un poco de tiempo para mí.

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