Un bar para ateos con 'dry martini'

Javier Espada rinde homenaje al cineasta Juan Luis Buñuel, recientemente desaparecido.

Sin duda, Juan Luis Buñuel (1934-2017) diría: "¡Qué lata!", pero seguro que entendería la necesidad de estas palabras, que nacen de la amistad fraguada a lo largo de los años (no exentas de desacuerdos ni de discusiones apasionadas) y de mi agradecimiento.

Cuando conocí a Juan Luis Buñuel desconfiaba (y mucho) del proyecto de realizar un Museo en Calanda dedicado a su padre. Era lógico desconfiar. Existía el riesgo de hacer un proyecto localista, lo cual hubiera sido una forma de agravio para un cineasta universal como Luis Buñuel. Poco a poco fue conociendo el Centro Buñuel de Calanda, y de la desconfianza inicial, fue pasando a la colaboración y al apoyo, sería injusto no reconocer que gracias a su generosidad, prestó su archivo para dotar de unos materiales preciosos a la mediateca del CBC, disponibles para cuantos investigadores los deseen consultar. Pero también se pudo concretar la filmación del documental ‘Calanda. 40 años después’, con el que regresaba a rodar la ceremonia de la Semana Santa al ritmo de los tambores y bombos.

Su contribución al rodaje del documental ‘El último guión. Buñuel en la memoria’, codirigido con Gaizka Urresti, fue fundamental, hasta el punto de que sin su protagonismo y los materiales de su archivo no se habría podido realizar este viaje, en el que Juan Luis acompañado de Jean-Claude Carrière recorren los lugares y las memorias de Luis Buñuel. Su apoyo también ha sido decisivo para la exposición dedicada a ‘Viridiana’ y para el rodaje de ‘Tras Nazarín. El eco de una tierra en otra tierra’. Una película que estaba sobre la mesa de la oficina de su casa la última vez que nos vimos. En ese documental hay un pequeño homenaje cifrado en el plano de una armadura medieval…

Del archivo que heredó de su padre salió la exposición realizada con Asier Mensuro: ‘Álbum fotográfico de la familia Buñuel’, con su correspondiente catálogo. Pero también me prestó un material maravilloso, frágil y desconocido, la colección de fotografías estereoscópicas realizadas por su padre Leonardo Buñuel hacia 1900.

Su afición a la fotografía y las filmaciones le llevó a contar con una interesante colección de imágenes, entre las que destacan las relacionadas con los sucesos de Mayo del 68 en París o el acoso a los miembros de los Black Panters en Nueva York en ese mismo año, además de retratos a actores y actrices con los que ha trabajado. Materiales que trabajando codo con codo permitieron realizar la exposición: ‘Juan Luis Buñuel: Amigos, rodajes, encuentros y algún disparate’.

En esta exposición se daba a conocer su labor en el mundo del cine desde sus inicios como ayudante de dirección en el Quijote de Orson Welles; su participación en algunas películas de su padre, su carrera como director a partir de los años 70 con los largometrajes: ‘Cita con la muerte alegre’, ‘La mujer con las botas rojas’, ‘Leonor’, ‘El jugador de ajedrez’ y ‘La rebelión de los colgados’.

La dirección de documentales que inicia en 1966 con ‘Calanda’, premiada con un César, continuaría con otros tan interesantes como ‘Guanajuato, una leyenda’, producido por la Unesco. Además de su colaboración en los rodajes de ‘Viva María’ de Louis Malle, ‘Sonatas’ de Juan Antonio Bardem y ‘Los pequeños gigantes’ de Hugo Butler.

Una faceta muy poco conocida de Juan Luis era la de pintor, como también la de grabador de su hermano Rafael. Con sus obras hicimos la exposición ‘Disparates’.

Ha participado en la película documental ‘Generación: Buñuel, Lorca, Dalí’, aun sin estrenar. Nos volvimos a ver hace poco en su casa de París, en un viaje acompañado por Salvador Simó, para mostrarle las primeras imágenes de la película de animación ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’, una obra que le interesó en gran manera y de la que anotamos sus interesantes opiniones y sugerencias; se ha pasado hace muy pocos días en Proyect Aragón.

Quiero creer que diría: "¡Qué lata hablar de mí!". Pero que también agradecería con alguna broma que alguien le recuerde como a un amigo, y aunque también seamos ateos, como él mismo dijo en el funeral de Silberman, quizás haya un bar allá arriba reservado a los ateos, para que los amigos vuelvan a estar juntos tomando religiosamente su ‘dry martini’.

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