Asalto y Valdefierro: una historia de amor

El festival de arte urbano de Zaragoza termina con éxito de público en la visitas y reafirmando su voluntad de descentralización.

El espectacular mural de Helen Bur en la calle Azalea ha sido un de los más fotografiados de esta edición.
El espectacular mural de Helen Bur en la calle Azalea ha sido un de los más fotografiados de esta edición.
Guillermo Mestre

La nutrida visita guiada de las 12.30 del domingo pilla al artista urbano francés Mantra debajo de su obra, con prisa para llegar a coger su vuelo de vuelta. Aun así se queda un minuto y, junto a su mural de una espectacular mariposa gigante recién terminado, improvisa unas palabras que son rubricadas con aplausos de admiración. Pero faltaba lo mejor, la espontaneidad de un vecino del primero que le grita: "¡Muchas gracias, nos has alegrado la vista". Es el ejemplo palmario de lo que ha sido esta edición del Festival Asalto de Arte Urbano de Zaragoza: una comunión entre los artistas, la organización y los vecinos de Valdefierro, el barrio donde este año ha tenido lugar el certamen.

Luis García, una de las cuatro patas de Asalto junto a Isabel Tris, Alfredo Martínez y Sergio Beltrán, explicaba ayer, horas antes de la clausura, que la idea de descentralización del festival "va para largo". Reconocen que apostar por los barrios es asumir un riesgo (sobre todo en lo que a las actividades paralelas a las intervenciones artísticas se refiere), pero la experiencia de 2017 les anima. Ha acudido menos gente que cuando el cuartel general (la sede del festival) se situaba en el centro, pero mucha más de la que imaginaban. El público fiel a la propuesta se mantiene y se ha añadido el vecindario de Valdefierro, que se ha volcado.

Carácter propio

Aislado físicamente del resto de la ciudad por la carretera de Madrid, el canal y las vías del tren, Valdefierro ha desarrollado durante años un carácter propio que se ha convertido en un aliado para Asalto. "Desde el primer momento hubo una gran colaboración", dice Luis García. "A las primeras reuniones vinieron prácticamente todos los agentes sociales del barrio, representantes de los jóvenes, de las Ampa...", añade. Incluso ha habido una vecina que ha ido literalmente puerta por puerta para hacer de mediadora a la hora de conseguir paredes.

En ellas, han intervenido un variado plantel de artistas que no solo trabajan el gran formato, aunque lo cierto es que sigue siendo el que más atrae al público. Ha triunfado Mantra y sus mariposas (todas ellas especies que se pueden encontrar en Aragón y Zaragoza), pero también el retrato de corte clásico de Helen Bur, un sentido homenaje a la solidaridad obrera que puso en pie el barrio. El color ha llegado de la mano del francés Zest o del tropicalismo de Marest. Y el ingenio de precisión microquirúrgica ha podido verse en los trabajos de Octavi Serra, de Cúmul o de Ampparito, que ha puesto el cielo a la altura de los ojos de los vecinos de Valdefierro. No olvida Asalto el arte urbano de raíz, el que viene de la rabia de las calles, como el de Dingo Perro Mudo.

Vecinos y Asalto han puesto también el dedo en una llaga que aún no se ha cerrado en el barrio. El abandono de lo que en su día fue el reformatorio del Buen Pastor, de infausto recuerdo, cuyo patio estos días ha sido recuperado temporalmente para instalar el cuartel general. En él, como en ediciones anteriores, ha habido música, talleres, charlas, momentos para el relax y para el encuentro y, este fin de semana, la Asalto Fair con galerías especializadas.

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión