La historia de Lita Cabellut, una artista gitana de Sariñena que enamora al mundo

La pintora española más cotizada del planeta, tras Juan Muñoz y Barceló, visitará La Coruña y Barcelona en octubre. "Volví hace un año y medio a mi pueblo y estuve una hora. No me queda allí ningún vínculo", confiesa desde La Haya.

Lita Cabellut se siente feliz en el taller: allí convoca a sus fantasmas, se compromete, busca en su interior y establece puentes con el ser humano.
Lita Cabellut se siente feliz en el taller: allí convoca a sus fantasmas, se compromete, busca en su interior y establece puentes con el ser humano.
Eddy Wenting (cortesía de Lita Cabellut)

Manuela Cabellut –de niña, Manuelita, y como artista de prestigio internacional, Lita Cabellut (Sariñena, Huesca, 1961)– es pura pasión: sangre gitana, expresividad, rasmia, vocación absoluta por la pintura, escalofrío de la mancha y el trazo. "El arte es magia. El arte es mágico: crea, te transforma, te consuela. Es algo que está ahí desde el principio del ser", suele decir esta mujer que es, según una lista publicada por la revista ‘Artprice’, la artista contemporánea española más cotizada en el mundo tras Barceló y Juan Muñoz, el escultor ya fallecido. Ocupa el puesto 333 de una nómina de 500 en 2015. Sus cuadros de gran formato, que ha expuesto en Londres, Berlín, París, Nueva York o Dubai, entre otros lugares, pueden costar hasta 115.000 euros. Cada lienzo, de hasta tres metros de alto o de ancho, le exige a menudo una inversión en telas, bastidores, montajes, productos químicos y materia pictórica de 3.000 euros. Posee nervio, capacidad de trabajo, entusiasmo y un cierto desenfreno del alma.

No deja de resultar curioso que esta mujer que vive en La Haya (Holanda) naciese en Sariñena. Ella pide que no se hurgue en exceso en su niñez, pero cuando reconstruye su tumultuosa vida declara que "no puedo cargar para siempre con el peso de mi infancia" y a la vez reconoce que su fuerza y esa revuelta que se ha obrado en sí misma parten de su infancia. Hace muy poco, la pintora visitó su localidad: "Volví hace año y medio y estuve menos de una hora. No me queda allí ningún vínculo", ha dicho a HERALDO desde su estudio de La Haya (Holanda).

De la calle al Museo del Prado

Lita Cabellut fue abandonada por su madre, que era prostituta, cuando tenía tres meses. La llevaron a Barcelona y vivió y creció al abrigo de su abuela, que nunca quiso que fuera a la escuela. Era la gitanilla disléxica, morena, de ojos negros y vívidos. No aprendió a leer ni escribir, y se movía a su antojo por las Ramblas, el Raval y la Boquería. Fue una niña abandonada, sin demasiado cariño, apenas comió carne y frecuentó la picaresca de los niños de la calle: pedía dinero a los turistas, realizaba pequeños hurtos (al parecer, en especial, carteras y sobres de sopa en las tiendas) y conoció el desamparo y el dolor, pero también la indecible felicidad de los que no tienen nada y parecen necesitar poco. Cuando se cuenta la historia de su existencia se alude a su niñez dickensiana, con semejanzas con Oliver Twist, pero también a los héroes de Mark Twain: hay en ella algo de Huckleberry Finn y también de relato de superación. Al fin y al cabo, emprendió una difícil tarea: convertir el dolor en poesía y belleza. A los 8 años ingresó en un orfanato, y casi un lustro después fue adoptada por un matrimonio acomodado de Barcelona. Debía ser bastante movida. Cuando tenía 13 años, sus nuevos padres la llevaron al Museo del Prado y allí se obró un auténtico milagro o el descubrimiento intuitivo de una vocación: se quedó perpleja y emocionada ante ‘Las tres Gracias’ de Rubens. El Museo del Prado acabaría siendo como el despertar de la sensibilidad y la emoción. La conmovieron Velázquez, Ribera y su paisano Francisco de Goya, en particular ‘Las pinturas negras’ y el cuadro de ‘La romería de San Isidro’; Lita Cabellut se reconocería en sus sombras, en su turbulencia, en su ironía y en su atracción por lo grotesco. Luego, a estos pintores se sumarían otros dos: Rembrandt y Francis Bacon; y a este, algunos años después, ya formada y segura de su talento y de su búsqueda, se añadiría Lucian Freud. Bacon y Freud encarnan la huella refinada y violenta y expresionista que araña los cuadros de la aragonesa. Les dijo a sus nuevos padres que quería ser pintora. Y estos le replicaron: "Si aprendes a leer y a escribir, te pagaremos un pintor". Dicho y hecho: aprendió y le contrataron a un anciano maestro de El Masnou y, además, la llevaron a conocer a un jesuita anciano y sereno que le daba paz y algunas lecciones de serenidad y de dulzura.

Ella, según ha recordado en ocasiones, era un ciclón, una joven inconformista que no tardaría en tener claro algunas de sus constantes o ideas: "Mi pasión es el ser humano y este es el centro de mi obra". Años después formulará otro principio: "Mi oficio consiste en contar historias a pinceladas". A los 19 años, obtuvo una beca de ampliación de estudios en la Rietveld Academie de Amsterdam, que le permitió conocer mejor la pintura holandesa, afirmarse en el magisterio de Rembrandt e incluso de Van Gogh, y sobre todo aprender las técnicas antiguas y las técnicas de la pintura al fresco. En 1978, realizaría su primera exposición. Ya no volvería a España.

Y ya van allá 40 años de dedicación al arte. Lita ha tenido y tiene una vertiente investigadora, y eso le ha llevado a colaborar con químicos para obtener ese aspecto de craquelado de la pintura antigua en sus cuadros. Suele decir que es figurativa y abstracta y que del cruce de esas visiones nace "su tercer paisaje" tan personal.

Temas, técnicas, personajes

En su carrera ha hecho de todo. Ha pintado prostitutas, vagabundos, niños a la intemperie, monstruos ("los monstruos interiores que se hacen más amigos míos cada día"), borrachos y enfermos mentales. Se ha aproximado al circo, al barroco, a la religión, desde una esfera expresionista que a menudo tiene ecos de Antonio Saura, Antoni Tàpies o de los informalistas norteamericanos, que también ha estudiado.

A todos esos asuntos o temas se han incorporado, en su evolución natural, Camarón de la Isla, "otro monstruo del arte", Frida Kahlo, Coco Chanel, Marilyn Monroe, Franz Kafka, Einstein o Charles Chaplin, "gente a la que conozco bien", dice. Una mirada a su página web, litacabellut.com, lo dice todo: define su mirada, su obsesión por la condición humana y su inclinación por el retrato.

Esta mujer racial de fuego y fragua, telúrica y sensible, de seda y desgarro, sugiere que lo que hace en sus cotizados cuadros son ensayos de un gran autorretrato. En octubre su obra se expondrá en La Coruña y en la Fundación Vila Casas en Barcelona. ¿Vendrá alguna vez a Aragón?

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