'Círculo de tiza' muestra el arte de 15 mujeres en el Paraninfo

Son Alicia Vela, Sylvia Pennings, María Enfedaque, Louisa Holecz, Teresa Salcedo, Julia Dorado, Charo Pradas, Cristina Silván, Lina Vila, Sandra Montero, María Buil, Gema Rupérez, Vicky Méndiz y Señor Cifrián.

La exposición colectiva ‘Círculo de tiza’, en la que participan 15 mujeres aragonesas o residentes en Aragón, se ha presentado este jueves por la mañana en el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, bajo el comisariado de la crítica, galerista e historiadora del arte Chus Tudelilla.

Yolanda Polo, vicerrectora de Cultura y Proyección Social, dijo que era “un placer inaugurar esta muestra con tantas mujeres alrededor, con tantas artistas de talla altísima”, cuyo objetivo es dar visibilidad al arte de mujer en Aragón. Otro objetivo, planteado por una de las artistas como Alicia Vela, que dialoga con los dibujos y la teoría neuronal de Ramón y Cajal, es “tejer redes creativas entre las mujeres”. Y la comisaria ha dicho que estaba contenta, porque lo están la vicerrectora y su equipo, porque los están las artistas y porque “hemos dibujando un círculo de tiza y a ver qué huella queda”. Y subrayó que las dos salas del Paraninfo se “han convertido en ámbitos de interrogación. Hacer preguntas es la estrategia fundamental”. Y luego insistiría en el nudo general: “En ‘Círculo de tiza’ hay mucho tejido. Se trata de coser y coser y contar historias. Hay una necesidad de ser escuchadas”.

Con la colaboración de la arquitecta Sandra Montero, que trabajó con su niña Alegría a la espalda, se han diseñado dos espacios complementarios: una primera sala coral donde las artistas charlan, conviven, se interfieren, colaboran -como sucede entre María Enfedaque y Louisa Holecz- y asocian sus voces, más armoniosas que discordantes, con fuerza, vindicación, exaltación de la identidad y defensa del feminismo. Y en la segunda sala, tras un muro blanco que parece anunciar un espacio más individual, de intimidad, cada una de las artistas posee un espacio individual donde se exalta la estética personal, el poder de las imágenes más o menos aisladas.

Las artistas son Alicia Vela (que juega con algunas frases, de Emily Dickinson y otras, con la libertad del lápiz, del carboncillo, ese “polvo de diamante” irreductible), Sylvina Pennings (que convierte sus bosques en la vida cotidiana con sus incidencias), María Enfedaque (que construye piezas enormes, una relacionada con su abuela), Louisa Holecz (muestra un díptico con un muerto de Damasco y unos panuelos de su abuela húngara que ella ha vuelto a bordar4), Teresa Salcedo (que culmina un trabajo de color, emoción y de diario visual cotidiano en el que lleva inmersa 14 años), Julia Dorado (ofrece varios de sus lienzos, dos de ellos collages, con su peculiar exaltación de la luz, el color y la untuosidad), Charo Pradas (que mezcla sus cuadros orgánicos con tablas de planchar y elementos rituales), Cristina Silván (ofrece una pieza geométrica que avanza como una serpiente), Lina Vila (que medita sobre su abuela, su madre y ella misma, y la evolución de la mujer, y a la vez trabaja sobre la relación de pareja), Sandra Montero (que ofrece un autorretrato, un tanto desdibujado), María Buil (explora la exuberancia de la maternidad y de flora en dos grandes retratos, de los mejores de su producción), Gema Rupérez (que propone un juego poético acerca de la descontextualización del lenguaje e incorpora un teléfono móvil), Vicky Méndiz (que retrata a distintas mujeres con un pelo como elemento exterior y a la vez observa lo que hace la gente) y el dúo Señor Cifrián, que insiste en su meticuloso trabajo sobre el mundo de las plantas.

La muestra se acompaña de un catálogo donde algunas mujeres se hacen preguntas: Cristina Monge, María Ángeles Naval, María Angulo, Concha Lomba, Rocío de la Villa, Susana Blas, Mar

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