“Mucha gente murió por una canción de Lou Reed”

Manuel Vilas publica en Malpaso un libro sobre la presencia del músico en España.

Manuel Vilas.
Manuel Vilas.
EFE

“Lou Reed fue un gran músico popular, me cautivó desde mi adolescencia, y he permanecido fiel a sus discos y a todo su legado. Fue mucho más que un músico de rock. Fue un símbolo de una época”, explica Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962), que acaba de publicar ‘Lou Reed era español’ (Malpaso) sobre este cantante norteamericano nacido en 1942 y fallecido en 2013.


El Premio de las Letras Aragonesas de 2015, que ayer intervino en los jueves poéticos de Las Armas, dice que este es “un libro sobre el envejecimiento del artista y el cambio de España”. Presenta este viernes el libro, a las 20.00, en La Casa Amarilla en compañía del poeta y músico del grupo Tachenko Sebas Puente.

 
-Dice usted en el título, con humor, que Lou Reed era español, como Félix Romeo decía que todos los autores eran aragoneses. ¿Cómo resumiría el vínculo de Lou Reed con España? ¿Le aportó algo especial, la entendió, fue entendido por ella?
-Aún vivía Franco la primera vez que Lou Reed cantó en España. Lou Reed fue cambiando su imagen y España también. Cambiaron al mismo tiempo. Yo creo que Lou Reed nunca supo nada de España, más allá de que le gustara la poesía de Lorca y la cuajada navarra, a la que él llamaba 'special yogurt'. Era un país más, entre las decenas de países en donde actuaba. Era un artista internacional. Pero es verdad que Francia, Italia y España fueron países muy ‘loureedianos’. En España se le veneraba, especialmente a finales de los años setenta del siglo pasado. Rescato esa época en el libro. Lo irónico es que Lou Reed fue más famoso en España que en Estados Unidos, a excepción de Nueva York. Pero Nueva York no es Estados Unidos, cosa que hemos comprobado con el triunfo de Donald Trump. Por ejemplo, en el Midwest casi nadie sabe quién es Lou Reed. Eso lo he podido comprobar ‘in situ’.
 
-¿Cómo se ha planteado el libro? Se cuentan varias historias alternas: la de un joven fascinado por el músico, ese chico de Barbastro, y hay una suerte de diálogo con el músico, una interpelación o una carta…
-He utilizado distintos puntos de vista, desde el fan adolescente que yo fui hasta voces que narran la vida de Lou Reed. Habla mucha gente en el libro. Se incluyen monólogos del propio Lou Reed. Habla John Cale, Nico. Habla España. Habla una época lejana: la década de los setenta, cuando no se sabían bien las consecuencias de la droga. Lou Reed escribió una canción, ‘Heroin’, que hizo que mucha gente creyera que drogarse era algo moderno. La gente se drogaba por esa canción. Lou Reed huyó de esa leyenda como pudo, yo rescato esa leyenda en el libro. Reed quiso sepultarla, pero yo la recuerdo muy bien. Mucha gente murió por una canción.
 
-¿En qué medida Lou Reed aceleró el aprendizaje sentimental y vital de Manuel Vilas?
-Lo escuché por primera vez en 1975. Yo tenía doce años. Vi que algo no cuadraba: o Lou Reed era un extraterrestre o España era un país atrofiado. Algo se rompió en mi cabeza.
 
-¿Cómo se veía a un tipo así desde Barbastro y, luego, a partir de los 80, desde Zaragoza?
-Se veía como un héroe, como un símbolo de lo prohibido, como una leyenda. Luego Reed cambió mucho. Fue cambiando en función de las necesidades de la industria del rock. Hablo mucho en el libro del forcejeo entre creatividad e industria, porque eso fue importante en el caso de Lou Reed, quien siempre tensó sus relaciones con la industria del rock.
 
-¿Qué sucedió cuando lo vio en Barcelona?
-Fue en 1980 y todavía estaba vigente el Reed más peligroso y callejero y macarra, pero ya estaba cambiando. Todavía duraba el Lou Reed de discos como ‘Transformer’ o ‘Berlin’. Lou Reed fueron mil personajes. ‘Transformer’ fue el disco que le dio la fama. Es un disco muy hermoso. Con ese disco se convirtió en una estrella del rock. Lo produjo David Bowie. Sin Bowie, Lou Reed no existiría. Eso a Reed le enfadaba mucho. Siempre hubo una relación tirante. Bowie fue muy generoso con Lou Reed. Y Lou era muy mal bicho. Nunca le dio las gracias.
 
-¿En qué medida ha querido hacer uno o varios viajes: a Lou, a la España de Franco, a la democracia, al mundo del rock mismo, a ese tipo con un cierto instinto de autodestrucción, un viaje en torno a tus amistades iniciales?
-Mi vida privada aparece en el libro. Mi vida se mezcló con los conciertos españoles de Lou Reed. No podía contar mi visión de la vida de Lou Reed sin explicar que era un español quien estaba mirando esa vida, y que lo estaba haciendo desde España.
 
-Incluye un capítulo dedicado a la cantante Nico, moderna, modelo, transgresora, por quien Lou perdió la cabeza, y anticipa su muerte de una caída de bicicleta… ¿Qué aportó Nico a la trayectoria de Lou?
-Lou se enamoró de Nico, pero luego la maltrató todo lo que pudo, tenían una relación de amor-odio. Nico era la protegida de Andy Warhol. Había competitividad entre ellos, y mucha. Nico tuvo muchos amantes famosos, como Jim Morrison. El primer disco de Nico, ‘Chelsea Girl’, es un disco extraordinario, de una belleza impresionante. Lo tengo en vinilo. Lo compré cuando se editó en España. Lou estaba mosqueado porque Warhol metió a Nico en la Velvet Underground sin pedirle permiso. Pero Warhol era el que pagaba las facturas. Lo cuento todo en el libro.
 
-Habla de varias de sus mujeres. ¿Qué relación tenía con ellas?
-Reed sepultó sus dos primeros matrimonios. Sólo quería que se hablara de su última mujer, Laurie Anderson. Justo por eso, yo me dedico en el libro a desempolvar esos dos primeros matrimonios: con Betty Kronstadt y con Sylvia Morales. Las dos exmujeres de Lou Reed, además, están hablando ahora con la prensa. Antes no podían, Lou lo impedía. Lou Reed tenía un pasado que ocultaba. Pero ahora que está muerto ese pasado está saliendo. También rescato su relación con el travesti mexicano Rachel, otra relación escondida. Hubo muchas mujeres en su vida. En el libro me intereso especialmente por Betty, porque le ayudó a escribir ‘Berlin’, cosa que él nunca le agradeció. Lou Reed era muy desagradecido. En el libro destaco esa faceta de Lou: la poca empatía que tuvo con la gente que le ayudó. Creía que la gente tenía que estar a su servicio.
 
-¿Se enteró Lou Reed de que estuvo en Zaragoza? ¿Qué hay en ese capítulo de real e imaginario?
-Siempre me pregunté si Lou Reed llegó a decir la palabra 'Zaragoza', si llegó a pensar en la ciudad en la que estaba, si pisó una calle de Zaragoza. Actuó en Zaragoza en el año 2000. Yo estuve en ese concierto en primera fila. Los músicos de rock visitan docenas de ciudades, no saben ni cómo se llaman. Pero en Zaragoza estaba el tipo que iba a escribir un libro sobre él.
 
-¿Le apena que Lou Reed y Leonard Cohen no hayan compartido el Nobel con Bob Dylan?
-Me alegra que el pop haya entrado en la academia. Fue toda una generación de grandes artistas que usaron la palabra. Me hubiera gustado que se lo dieran a Lou Reed, sí.
 
-Ha llevado al personaje a su territorio: la desmesura, la ironía, la libre imaginación. ¿Qué buscaba? ¿Siente siempre la necesidad de romper el corsé?
-Sí, al final del libro hay un estallido. Pero es como si quisiera trasladar a la literatura los estallidos finales de las canciones de Reed. Lou Reed estaba obsesionado con el sonido, quería que estallase, que rompiera la materia. A mí me pasa con las palabras. Quiero que estallen, que se rompan.
 
-¿Cuál es su canción favorita de Lou Reed?
-Cada época de mi vida ha tenido una canción favorita. Ahora escucho todos los días varias veces los 19 minutos de ‘Junior Dad’, la canción que grabó con Metallica. Es un prodigio.
 
-¿Cómo ha sido su trabajo de pesquisa, la documentación?
-Llevo 40 años recogiendo información sobre Lou Reed. Creo que soy catedrático en Lou Reed. He leído todos los libros y artículos que se han escrito sobre él. Pero sobre todo, llevo tras él desde 1975. Creo que lo sé todo. Ha sido una obsesión personal que al final ha tomado la forma de un libro.
 
Más información del libro: aquí.

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