Chéchare: "El circo es mi vida y mi profesión, no me bajo de este carro"

Este artista de los malabares y la manipulación, con más de 20 años de profesión, acaba de recibir el premio a la Mejor Trayectoria en Aragón.

Chéchare, con su bola de metacrilato.
Chéchare, con su bola de metacrilato.
José Miguel Marco

Cuando tenía 14 años y estudiaba en el instituto Miguel Servet de Zaragoza, sus compañeros de clase hacían ‘pirolas’ para fumar e irse al bar, pero Chéchare prefería saltar durante tres horas seguidas en el gimnasio. "Convencía al profesor de Educación Física para que me dejara la llave y me decía que me encerrara por dentro". Chéchare es César Augusto Talavera Larroza (Madrid, 1976), un artista de circo con más de 20 años de profesión a las espaldas y testigo privilegiado de los cambios de este sector en la Comunidad, a quien le acaban de conceder el premio a la Mejor Trayectoria de esta disciplina en Aragón. Su nombre artístico es como le llamaban en casa. Sus padres y sus dos hermanos llegaron de Paraguay para probar suerte en la capital de España, aunque al final fue en Zaragoza donde se instalaron cuando él tenía 6 años.

 

¿Cómo llegó al circo? "Siempre he sido muy saltimbanqui y deportista. Me gustaba el baloncesto y pese a mi modesta estatura me colgaba del aro –cuenta–. Un día Oswaldo, de la PAI (Promotora de Acción Infantil), me animó a acercarme a los encuentros de la Asociación de Malabaristas de Zaragoza en el Parque Grande y me enganché. Tenía 16 años".


Desde entonces tuvo claro que quería hacer del manejo de las bolas y mazas y de las acrobacias su profesión. "El circo es mi vida y mi profesión, yo no me bajo de este carro. Es difícil dedicarse en exclusiva a este oficio, pero yo prefiero comer todo un mes arroz si el siguiente puedo seguir trabajando en lo mío", comenta. A sus 40 años, "me sigo buscando". Actualmente tiene su propia compañía, Chéchare Espectáculos, e intenta dirigir su experiencia y saber hacia la dirección de espectáculos.

Seguir sorprendiendo al público

Ha lanzado tantas cosas al aire que es incapaz de enumerarlas todas. Un malabarismo que es su seña de identidad es el manejo de una bola de contacto de metacrilato de 800 gramos que consigue sostener como si se hubiera detenido en el tiempo y el espacio. Los números con fuego son otro de sus fuertes. Él mismo dice que es "todo un personaje". Las lesiones le están pasando factura. "Las he sufrido en codos, muñecas, tobillos y rodillas, y ahora tengo una tendinitis crónica en los antebrazos, pero nada fuera de lo normal en este oficio", explica. Quiere seguir "sorprendiendo" al público y ahora anda ensayando equilibrios en altura con la barbilla que alcancen los seis metros.


A los 17 años empezó a hacer sus primeros ‘bolos’ con Los Titiriteros de Binéfar, Hamelín, Teatro del Temple y K de Kalle. La decisión de formarse "en serio" la tomó cuando encaró la veintena. "Cogí todo el dinero que tenía ahorrado y me fui a Madrid, donde por lo menos tenía casa, a lo que hoy es la Escuela de Circo Carampa. Estuve año y medio e hice todos los cursos que pude. Alucinaban del tiempo que le dedicaba y de mi fortaleza física. Cuando no tenía clase entrenaba o estaba en la videoteca".


Chéchare ha trabajado con un buen puñado de compañías circenses, teatrales y en mercados medievales. Cerca de una década estuvo con Pingaliraina, y ha colaborado con las revistas de Luis Pardos y Espectáculos Universo. En 1999 fue uno de los fundadores de la compañía Nostraxladamus, con la que compartió una "inolvidable" expedición de Payasos sin Fronteras por Guatemala y Salvador durante mes y medio. Junto a Pepín Banzo creó Les Rubitos, siendo su último proyecto antes de mudarse a vivir a Argentina.


Aterrizar en la Patagonia con la ilusión en la mochila y el material circense que le cupo en un contenedor fue "un golpe, un ‘shock’, porque Buenos Aires es una historia y esta parte del país, otra". Allí acabó dejando su impronta. Fundó los Gariboleros junto a Diego Álvarez, compañía que también coordina en la localidad de Allen la Escuela de Circo Maschere que pusieron en marcha juntos. Al otro lado del charco vivió también la experiencia de ser el primer hombre que actuó en la cárcel de mujeres de Neuquén.

"Tenemos que cuidar el sector"

Cuando en 2012 regresó a la capital aragonesa, "solo con lo que cabía en una maleta, porque todo lo demás se lo dejé allí a la gente", creó sus propia compañía, con la que ya ha producido cinco montajes. Su última propuesta, ‘Circum Tremens’, la preestrenó a finales de septiembre en el Centro Cívico Teodoro Sánchez Punter (uno de los templos del nuevo circo en la ciudad). Junto a Alicia Macarrilla y Javier Franco ‘Javichu’ presenta a tres personajes enfermos del circo del siglo XIX que, fruto de su locura, practican rueda, aro aéreo, malabares, acrobacias y mástil chino. Todo ello ambientado en una estética entre lo barroco y ‘steampunk’.


Sobre la situación del nuevo circo en Aragón opina que "tenemos que cuidar el sector, empezando por nosotros mismos, y defender nuestra profesionalidad". Por experiencia propia, sabe del trasvase del mundo del circo a un espacio teatral y con un diseño contemporáneo. "Estamos subiendo escalones en el ámbito cultural, pero todavía no hemos conquistado la primera línea de la escena", afirma. ¿Y el premio? "Me ha sentado muy bien, me ilusiona que la gente se acuerde de mí y de lo que he hecho en este oficio. Es un estímulo".

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión