Videoclubes que resisten a la desaparición del VHS

En la capital aragonesa sobreviven algunos establecimientos de alquiler de películas, que nacieron al calor de este viejo sistema.

Aniceto Martínez, propietario del videoclub Video Zaragoza
Aniceto Martínez, propietario del videoclub Video Zaragoza
P. Z.

A mediados de los 70, y sobre todo en la década de los 80, el éxito del vídeo doméstico en sus tres formatos: Beta, 2000 y VHS (‘Video Home System’) propicio la aparición de tiendas especializadas en alquiler y venta de películas. Los videoclubes proliferaron como un modelo de negocio floreciente que con el paso del tiempo ha tenido que adaptarse a los nuevos formatos de reproducción, amén de combatir serias amenazas como la descarga ilegal en internet y las plataformas de vídeo a la carta surgidas en los últimos años.


En Zaragoza, son muy pocos los videoclubes que sobreviven: “Apenas pueden contarse con los dedos de una mano”, explica Aniceto Martínez, al frente de Video Zaragoza en sus dos establecimientos ubicados en Tenor Fleta, 46 y Goya, 25, los dos mismos locales con los que comenzó en 1982.

“Conservar la ilusión”

Para Martínez, el secreto de mantener los videoclubes abiertos durante 34 años ha consistido en “estar muy atento al negocio y renovarse constantemente, averiguar qué películas son las que más les gustan a los clientes y tener siempre los últimos estrenos. Pero sobre todo, se trata de conservar la ilusión por este trabajo. Incluso ahora, que casi cuesta dinero mantener en marcha las tiendas”.


En la actualidad, Vídeo Zaragoza ofrece en alquiler y venta películas en formato DVD y Bluray, en horario comercial y también las 24 horas a través de sus cajeros automáticos. Pero no solo eso, también cuenta con un servicio de conversión a DVD de cintas de vídeo VHS, cintas de videocámara, otros formatos en desuso y reparación de discos en formatos CD y DVD.


“Al principio teníamos en alquiler cintas en los sistemas que iban surgiendo, Beta, 2000 y VHS”, recuerda. La guerra de los formatos de vídeo doméstico la ganó entonces la empresa nipona JVC, que lanzó el sistema VHS en 1976 para competir con el Betamax introducido por Sony en el mercado un año antes. El sistema VHS se impuso al Beta, que quedó relegado para uso profesional, y desplazó a otro de los sistemas incipientes, el 2000, creado por Phillips en 1979.

Hasta 12 empleados

El propietario de Video Zaragoza, que ahora atiende su negocio en solitario, llegó a contar con una docena de empleados en los años de máximo esplendor del VHS. “Todavía conservo rebobinadoras de aquel tiempo que utilizábamos cuando en ocasiones los clientes devolvían las cintas sin rebobinar. Era un clásico, igual que los retrasos en las devoluciones y las consiguientes excusas, o cuando nos traían películas que habían sido alquiladas en otro videoclub”.


En los años 80, entre los estantes de este videoclub figuraban cientos de títulos, muchos de ellos siempre estaban alquilados “pese a que tuviéramos 20 copias de la misma película, como ocurría con ‘En busca del arca perdida’ o las cintas de ‘El Padrino’. Era frecuente que los clientes se acercaran con el estuche de una película en la mano, o consultaran el catálogo en papel que teníamos en el mostrador para preguntarnos si tal o cual película merecía la pena”, rememora Martínez.

“Entonces, ¿me la llevo?”

Los trabajadores de videoclubes eran auténticos expertos en cine a los que se pedía opinión y consejo, ya que tenían el privilegio de ver en primicia todos los estrenos que se editaban en video. Era una profesión envidiada, e incluso llegó a ser una escuela de cine para uno de los directores más relevantes surgidos en los años 90: Quentin Tarantino, quien trabajó en un videoclub antes de ser cineasta. Una experiencia que sin duda marcó su forma de entender el séptimo arte.


En los primeros años de la década de los 80, el precio de venta de una película para el cliente rondaba las 10.000 pesetas (60 euros) y un reproductor de vídeo VHS podía costa en torno 160.000 (960 euros). Toda un inversión en cine familiar que sin embargo tuvo una gran demanda. Esto permitió que poco a poco los fabricantes fueran rebajando el precio de los aparatos en función de sus ventas.

Adiós al VHS

El Betamax desapareció definitivamente en 2015 y ahora lo hace el VHS tras el anuncio de que Funai, la última compañía que fabricaba dispositivos en este formato, no producirá más unidades de vídeos VHS.


La aparición del DVD a mediados de los 90 y su éxito como nuevo formato de reproducción a comienzos del siglo XXI fue un duro golpe para el VHS.  A su vez, la irrupción en el mercado de grandes cadenas como Blockbuster o Drugstore resultó muy perjudicial para los pequeños empresarios del sector. Internet, la piratería, el ‘video on demand’ (VOD) –a la carta- y las plataformas digitales en televisión han acorralado a los videoclubes aragoneses, que en total no llegan ni a 20 establecimientos en toda la Comunidad, una cifra mínima si se tiene en cuenta que hace tres lustros solo en la Zaragoza había más de 100 videoclubes.

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