"Sergio Algora y Félix Romeo nos descubrieron que Zaragoza era 'cool'"

La escritora zaragozana Aloma Rodríguez publica ‘Los idiotas prefieren la montaña’ (Xordica), un novela en la que evoca al músico y escritor desaparecido Sergio Algora.

Aloma Rodríguez
Aloma Rodríguez

‘Los idiotas prefieren la montaña’ no solo es un verso de una canción de Sergio Algora, es un relato sobre una figura clave en la escena musical y literaria de la capital aragonesa. Aloma Rodríguez (Zaragoza, 1983) recuerda a Algora, su música, su obra y sobre todo refleja la personalidad única del artista zaragozano.


‘Los idiotas prefieren la montaña’ ¿es un diálogo, un diario...?

Surge de la necesidad de retomar una conversación interrumpida de manera abrupta con la muerte de Sergio Algora. Es una carta que nace sabiendo que no tendrá respuesta, es también un inventario de las cosas de las que me gustaría haber hablado con Algora y es una declaración de amistad. También es un libro sobre cómo uno se hace escritor: Sergio lo era y cuando nos conocimos yo me estaba empezando a dar cuenta de que quería serlo. Soy una escritora muy diferente del escritor que era Sergio, aunque teníamos una gran complicidad. En el libro se intuyen partes de la novela del Bar Bacharach que nunca escribiré.



Conoció a Algora en su última etapa. Sin embargo, lo que cuenta en el libro tiene tanta intensidad que parece que su amistad fuera desde mucho más tiempo…

Empecé a trabajar de camarera en el bar Bacharach, en la calle Espoz y Mina, en marzo de 2007 y Sergio murió en julio de 2008, nuestra relación duró poco menos de año y medio, menos que el primer noviazgo. No sé si fue intensa, pero desde luego me marcó: Algora era deslumbrante por su generosidad y por su preocupación por los demás. Trataba bien a todo el mundo, era divertido, muy inteligente y siempre estaba dispuesto a hacer reír y a reírse.


¿Qué supuso para usted trabajar junto a Algora, cómo era como jefe?

Era muy agradable trabajar con él. Tenía mucha paciencia –soy muy torpe y dedicó muchas horas a enseñarme a abrir botellas de vino con delicadeza-. En la alineación ideal de la noche de cualquier bar, siempre está él pinchando.


En Aragón ¿hemos valorado lo suficiente su legado musical y literario?

Es difícil responder a esa pregunta, a los que lo echamos de menos siempre nos va a parecer insuficiente todo lo que no sea resucitarlo. Por otro lado, una de las cosas que aprendí de Sergio es que siempre hay que ser agradecido. No creo que a Sergio buscara un reconocimiento institucional. Creo que preferiría que en los institutos se leyera alguno de sus libros o que sonaran sus canciones y que luego fueran los chavales los que escribieran sus propias canciones o hicieran videoclips para ellas, por ejemplo. Que haya un jardín con su nombre es emocionante y me parece un bonito gesto de la ciudad hacia uno de los tipos más singulares de la ciudad. Tampoco le habría importado que el estadio del Real Zaragoza llevara su nombre, ja, ja.


Concitó muchas cosas, pero sobre todo amigos…

Además de un fantástico narrador oral y un tipo muy gracioso y desprendido, se preocupaba por los demás y buscaba vínculos con todos. Hacía que cada uno se sintiera especial y creyera que la relación que tenía con él era también especial. Tenía una de las cosas que despierta el sentimiento de amistad: un establecimiento lleno de bebidas alcohólicas.


La música fue parte de la vida de Algora… y de la suya. Está muy presente en tu obra…

Christina Rosenvinge dice que el pop es aburrido porque solo se copia a sí mismo. La escritora Natalia Carrero me dijo que le había gustado de ‘Los idiotas…’ que no fuera limpio en los referentes. Ese piropo me hace muy feliz: lo que escribo tiene influencias de canciones, de películas, de otros libros, por supuesto, y de la vida cotidiana. Me gusta que sea así, pero no lo hago de forma premeditada, no sé hacerlo de otra manera.


En “calidad de experta en amigos que mueren”, en el libro también cita a Félix Romeo, otro escritor que nos dejó demasiado pronto…

Son dos de las personas que más me han marcado, era imposible no hablar de Félix en este libro (casi siempre lo es, ha estado en mi vida prácticamente desde que recuerdo, y lo echo de menos). Félix venía casi todos los domingos al Bacharach. Sergio y Félix se parecen en su talento extraordinario y en la defensa apasionada de Zaragoza: nos enseñaron que se podía ser cool y moderno y hacer cosas chulas sin necesidad de vivir en Madrid o Nueva York. Nos descubrieron que Zaragoza era cool.


En su carrera alterna literatura y periodismo. ¿“Es el mejor de los tiempos, es el peor de los tiempos” para la prensa?

Para la prensa es un momento apasionante y de transición, está en medio de un gran cambio. Para los periodistas es un poco más duro: la precariedad llegó con la crisis y se ha convertido en estructural con el cambio de modelo de negocio. Los medios se están ajustando y buscando nuevos modelos, no se sabe qué va a pasar, pero seguimos queriendo saber lo que pasa en el mundo en el que vivimos.

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