“Escribo para forjar identidades y también para saber quién soy”

La escritora madrileña Mercedes de Vega acaba de publicar ‘Cuando estábamos vivos’.

La escritora madrileña Mercedes de Vega
La escritora madrileña Mercedes de Vega
Laura Uranga

El amor y el destino, la memoria y los secretos de familia son los temas que plantea la escritora y socióloga Mercedes de Vega (Madrid, 1960) en ‘Cuando estábamos vivos’ (Plaza & Janés), un libro en la que retrata el Madrid de la Segunda República y los años previos a la Guerra Civil.


Su segunda novela le ha llevado a realizar una investigación genealógica…

No es una novela planificada estructuralmente, que yo haya querido escribir, sino que ha ido surgiendo a lo largo de los años. A la muerte de mi padre, inicié una investigación sobre mi familia. Durante ese tiempo de indagación, de ir a registros y a cementerios, incluso, se fue gestando lentamente. Y hubo un momento en que dije: “Necesito contarlo”. Me puse a escribir un argumento de ciento y pico páginas y una parte de eso es esta novela.


¿Supone un cambio de registro con respecto a ‘El profesor de inglés’, su anterior libro?

He cambiado completamente pero sigo manteniendo mi género natural, con el que me siento tan bien, que es el cuento y la narración breve. Esto es un cambio de registro que obedece también a una planificación narrativa distinta y a otra necesidad de contar diferente. Al final, lo que tiene la novela es que es muy adictiva.


¿De que trata su nuevo libro?

La novela es una invitación a viajar al Madrid de la Segunda República de manos de una mujer, Lucía Oriol, narradora testigo que, en 1995, desde Roma, un exilio del que jamás va a regresar, cuenta su vida, sus últimos ocho años en Madrid, de 1928 a 1936, donde ella descubre un gran amor. Y durante 500 páginas lo que hace es la confesión de un adulterio. Pero no es una adúltera tipo Madame Bovary, ni mucho menos. Lucía es una mujer moderna, del siglo XX que reivindica, además, esa libertad con la que también se vive en la Segunda República.


En ese trasfondo aparecen antagonismos y una constante búsqueda de identidades…

Este libro está escrito para forjar identidades y también para saber quién soy. Precisamente, por la forma en que se gesta esta novela, esas ganas de conocer y de no haber encontrado tampoco mucho material, he tenido que crear una ficción a partir de la realidad. En el libro aparecen dos familias muy diferentes porque he intentado crear ese tipo de antagonismos. Todas las historias tienen su contrapeso, al igual que los personales.


Y entre esas identidades está la sefardita…

Ese es otro tema interesante. Hay una cosa que dijo Vargas Llosa que me encanta: “El valor de la novela reside en lo que cuenta”. Hay muchos temas que me interesan y que he querido poner en valor, como es el tema del judaísmo. No he querido hablar de los sefarditas, aquellos españoles judíos que en 1492 tuvieron que salir de España o convertirse, sino de los judíos que se quedaron, que están entre nosotros y que, en muchos casos, somos nosotros. Por eso, en la historia de ‘Cuando estábamos vivos’, el origen de la familia Anglada es judío, y aragonés. Con toda la intencionalidad, porque el mundo judío en Aragón tuvo una gran importancia.


La Segunda República fue un periodo convulso aunque también hubo progresos sociales…

Supuso unas ansias de libertad y una gran revolución social. Fue un momento de libertades impresionantes para los españoles. Apareció la primera ley de divorcio -que después derogaría Franco en 1939- y el sufragio universal femenino. Hasta entonces, las mujeres podían ser electas en Cortes, como Clara Campoamor o Victoria Kent, pero no podían votar.


¿Cómo es la estructura de la novela?

Está escrita con varios narradores. Lucía Oriol, la protagonista y narradora principal, que habla desde sus punto de vista, de sus experiencias, de ese hombre del que se enamora y de ese punto de unión de las dos familias a las que cada cual pertenece. También hay otra voz omnisciente que explica lo que pasa en la novela a través de la psicología de los personajes. Es una historia un poco caleidoscópica, en la que hay una gran elipsis. Es como entrar en un túnel del tiempo por el que intento llevar al lector.


Comenzó a escribir no hace muchos años. ¿Nunca es tarde para la literatura?

Mi vocación de escritora surgió en un momento dado, como una gran revelación. Siempre he sido una gran lectora compulsiva pero nunca me había llamado la escritura en términos de contar una historia. Sí que en un momento de mi vida, no sé por qué, me puse a escribir un cuento. A partir de ahí necesité escribir. Y empecé este camino que me ha llevado a ser escritora.


¿Cuáles son sus referencias literarias?

En primer lugar, Patrick Modiano. Tiene un tratamiento de la memoria que me fascina, y de la ciudad como metáfora y elemento espiritual. Por otra parte, Cervantes es mi referencia espiritual más profunda. Y también me gusta mucho Thomas Mann y su saga de los Buddenbrook, que también me ha inspirado para esta novela.