Las joyas donadas por fieles desde la Edad Media conforman el tesoro de la basílica del Pilar

Este jueves, el Museo del templo ha abierto sus puertas de nuevo, tras estár dos años cerrado.

Basílica del Pilar
Las joyas donadas por fieles desde la Edad Media conforman el tesoro de la basílica del Pilar

Las joyas donadas por los fieles devotos de la Virgen del Pilar a lo largo de la historia, desde la Edad Media hasta nuestros días, conforman un tesoro que puede contemplarse en el Museo Pilarista de la Basílica que este jueves ha abierto sus puertas de nuevo, tras permanecer dos años cerrado por reformas.


Como un gesto de agradecimiento o de petición, devotos de la Virgen del Pilar han donado piezas de oro, platino y piedras preciosas, mantos de seda y terciopelo, relicarios, camafeos, colgantes... y un sinfín de adornos que, además de tener un valor artístico, tienen un "gran valor espiritual".


Cada joya regalada es un "ofertorio", "un beso" a la Virgen del Pilar y un reflejo del "cariño" que las gentes de buena voluntad le han profesado siglo tras siglo, ha señalado el arzobispo de Zaragoza, Vicente Jiménez, quien ha bendecido el espacio donde se exponen estas joyas, el Museo Pilarista dentro de la basílica.


Tras la reforma, una figura de Nuestra Señora de la Virgen del Pilar, la procesional, preside el museo, como no podía ser de otra forma, pues a ella van dirigidas cada uno de los presentes que allí se exponen.


Desde los más antiguos, un olifante de marfil o cuerno de caza, que fue donado por Gastón de Bearne tras la Reconquista de Zaragoza en el siglo XII y que narra los trabajos de Hércules, el héroe mitológico, hasta los más contemporáneos, como el solideo y el rosario del papa Juan Pablo II, donado en su visita a la basílica en 1982.


Este joyero de grandes dimensiones que es el museo incluye también relicarios hechos en talleres aragoneses en el siglo XVI; un libro de horas guarnecido en plata que se cree que perteneció a Isabel, reina de Portugal e infanta de Aragón, y colgantes y pendientes de oro y diamante, de estilo rococó del finales del siglo XVII y XIX.


Y hasta una miniatura de otra Virgen, la de la Macarena de Sevilla, un regalo con el que se devolvió otro presente más antiguo realizado por la Basílica a la hermandad sevillana en 1908: una reproducción de la virgen del Pilar que, desde ese año, se coloca en el paso procesional.


Pero si hay una joya que reluce más que ninguna y con razón porque tiene hasta 27.000 incrustaciones es la Corona de la Virgen del Pilar, elaborada por los talleres Ansorena con las joyas y pendientes de las mujeres españolas, con motivo de la coronación canónica de la Virgen en 1905.


Con rubíes, esmeraldas, diamantes, amatistas y perlas, esta corona fue bendecida por el papa Pío X en Roma y es lucida por la Virgen del Pilar en contadas ocasiones, en las festividades más solemnes, el 12 de octubre, el 2 de enero -tradición de la venida- y el 20 de mayo -coronación-.


Papas, monarcas, nobles e ilustres caballeros y damas se han sumado también, a lo largo de los siglos, a esta costumbre antigua, recogida en los archivos del templo, entre ellos Alfonso XII y María Cristina, Carlos IV y María Luisa de Parma, los reyes Juan Carlos I y doña Sofía e incluso el torero Curro Cúchares -1818-1868-, quien, fiel a su afición, regaló un toro de plata.


Y no sólo en tiempos pasados. Los fieles de la Virgen del Pilar continúan con esta costumbre centenaria de dejar en legado sus joyas al tesoro de la basílica. Éstas también tienen su particular vitrina en el museo.