Descifrando a Goya en su 'Cuaderno italiano'

"Ha sido un trabajo casi detectivesco", dice la doctora en Historia del Arte Malena Manrique.

Imagen del Cuaderno italiano de Goya
Descifrando a Goya en su 'Cuaderno italiano'

“Ha sido un trabajo casi detectivesco”. Y es que nadie piensa, ni tampoco Goya lo hizo, que un documento privado de bocetos y apuntes personales como fue su 'Cuaderno italiano', se hacía para ser leído ni investigado por otros ojos.


Malena Manrique, doctora en Historia del Arte zaragozana afincada en Italia, es la autora de 'Goya a vuelapluma. Los escritos del Cuaderno italiano', una edición crítica que arroja luz sobre los textos de este valioso documento que adquirió el Museo del Prado en 1993 y que Goya empezó a utilizar durante su estancia de formación en Italia en el periodo aproximado entre finales de 1769 y la primavera de 1771. “Se hizo una edición facsímil con unas anotaciones críticas de urgencia que se centraba sobre todo en el análisis de las imágenes, pero yo me he centrado en los textos, por eso no aparecen los dibujos del cuaderno, solo la transcripción de los textos con el aparato crítico”, explica Manrique.


La publicación incluye un apéndice fotográfico que ayuda a contextualizar el contenido, con fotografías de personajes y obras de arte que se recogen en el documento, mapas e imágenes de los lugares por donde pasa o el sistema de cuentas. 


Manrique investiga un ‘taccuini’ –cuadernos usados tradicionalmente en Italia por los artistas– complejo de diseccionar tanto por el paso del tiempo, por la grafía, por su carácter polivalente -hay anotaciones técnicas, económicas, personales, bocetos, etc.- como por recoger impresiones y escritos a vuelapluma en un documento que es un "cuaderno de cuadernos” y sobre el que también queda claro “que faltan muchas páginas. Desde que se lo enseñaron a José Milicua (catedrático que primero tuvo noticias de él) en los 90 no se sabe por qué manos pudo pasar ni su itinerario desde que Goya falleció”.


Así, la historiadora zaragozana ha tratado de precisar cuestiones como en la transcripción de las grafías hebreas de la cartela del INRI de las crucifixiones: “Todo el mundo había dicho hasta este momento que el hebreo estaba transcrito correctamente, y en realidad no dice nada, es un galimatías, esas grafías en todo caso se parecían a las de monedas judías de entre el siglo I al II después de Cristo, por lo que Goya pudo copiarlas de monedas que tuvo al alcance o de algún cuadro o imagen en la que estaba así escrito el título de la cruz”.El encargo de la Cartuja de Aula Dei

Manrique también aporta su propia versión del borrador de la carta que Goya escribe a Mengs en torno a 1776, en la que le expresa su deseo de regresar a Roma y, de especial interés, del estudio de las cuestiones referentes a las técnicas pictóricas. “Goya usó este cuaderno como vademécum, apuntaba listas de colores y pigmentos que tenía que comprar, y menciona algunos como el berlino, que es el azul de Prusia, o la hornaza, el amarillo de plomo”, explica la experta, un trabajo laborioso dado que no abunda la bibliografía previa en el arte español sobre esta cuestión.


El 'Cuaderno italiano' también ha sido fuente esencial para la atribución del programa pictórico de la Cartuja de Aula Dei y para conocer detalles sobre las cuentas y la organización del encargo. “La práctica habitual era que se hiciera con el pintor, y luego era él el que subcontrataba todos los trabajos de dorado”, si bien en este caso Goya se lo encargó a su hermano Tomás, que había aprendido el oficio de su padre.


El 'Cuaderno italiano' es una suerte de agenda, en la que además de los bocetos y las cuestiones artísticas y técnicas, se van incorporando hitos en la vida del artista, como su partida de Zaragoza a Madrid o las fechas de su boda o del nacimiento de su primer hijo.


El de Manrique es un trabajo que profundiza solo en una parte de una exploración documental "aún está por hacer”, en relación a la edición de todos los escritos de Goya. Las cartas a su amigo Martín Zapater es lo más conocido de un legado en el que quedaría pendiente de abordar los lemas de las series de los grabados, “que son auténticos latigazos” o sus escritos académicos. “Antes de usar herramientas informáticas para acercar los textos a los investigadores hay que interrogarlos y diseccionarlos”, subraya la experta.