Aventuras de verano / 7

"Aragón es una tierra llena de contrastes fascinantes"

Miguel Mena (Madrid, 1959) celebra este martes sus primeros 30 años en la radio. Escritor y locutor, viajero y contador de historias, resume aquí algunas de sus pasiones: las ondas, los viajes, Aragón, la música y algunas anécdotas muy divertidas. Hace poco publicaba su novela 'Todas las miradas del mundo' (Suma de letras).

El escritor Miguel Mena
La violenta España del Naranjito
V.A.

- ¿Había soñado de joven con ser locutor de radio?

- Sí. En la adolescencia vi claro que me atraía el periodismo y, dentro de él, la radio siempre fue mi opción favorita.


- ¿Qué lugar ocupaba la radio en los veranos de su niñez?

Pasaba los veranos con las tres hermanas de mi madre: en Zaragoza, con mi tía Pili, en Calahorra, con mi tía Teodora, y en una casa a siete kilómetros de Logroño, en pleno campo, con mi tía Tere. La radio era un sonido habitual en todas esas casas. Lo que más recuerdo es el consultorio de la Señora Francis y una radionovela que se titulaba ‘Simplemente María’.


- ¿Qué pasó en aquel verano de 1983 cuando empezó en la radio?

- Aquella primavera mi prima Pilar me avisó de que hacían pruebas en Radio Zaragoza. Me presenté, me seleccionaron, me incorporé a finales de junio y el 9 de julio hice mi primer programa, ‘Parafernalia’. Ese mismo mes comencé también a hacer turnos de Los 40 Principales.


- ¿Qué relación existe entre la radio, el verano y la noche?

- Asocio esos tres conceptos con los años 80. Ahora no tanto, pero entonces sí: radio, verano y noches de conciertos y retransmisiones desde sitios como el Rincón de Goya.


- ¿Le hizo la radio escritor?

- El de 1983 un verano muy intenso. De trabajo y diversión, casi a partes iguales. De conocer gente y descubrir cosas nuevas. Me veo reflejado en los becarios que llegan cada verano a la emisora y lo viven con la misma intensidad. La radio me aporta algunas cosas a la hora de escribir, sobre todo la obsesión por la claridad, por el ritmo y la amenidad, por trasladar al papel lo mismo que intentamos en los programas: que el oyente o el lector no cambie de emisora ni de lectura, que lo enganches.


- Usted es un experto en canciones del verano. ¿Cuáles serían las tuyas?

- Recuerdo que el verano del 83 la canción era ‘La dolce vita’, de Ryan Paris, que no estaba mal en comparación con otras que se han adueñado de ese título honorífico. Por desgracia, tiendo a recordar más aquellas canciones que detesto, aquellas que sonaron tanto como para machacarnos las neuronas, como ‘Un rayo de sol’, un éxito de los años 60 que me persigue desde que, siendo niño, sonaba una y otra vez en los carruseles de las fiestas de mi barrio, justo debajo de mi casa. Aún me pone nervioso, no ya oírla, simplemente nombrarla. Brrrrrr...


- ¿El mejor viaje y la mejor ciudad?

- Recuerdo con mucho cariño un viaje desde Hendaya hasta Viana do Castelo, desde Francia a Portugal, por toda la costa del País Vasco, Cantabria, Asturias y Galicia. En cuanto a ciudades, en Londres pasé dos meses inolvidables; vivía en Camden Town y pasaba horas rebuscando en los cajones de las tiendas de discos de segunda mano.


- ¿Qué significan Aragón y Zaragoza para usted? ¿Y el Moncayo?

- Aragón es una tierra llena de contrastes que me fascinan, con paisajes que me emocionan una y otra vez. Zaragoza es mi ciudad, donde me gusta vivir, pasear, compartir, disfrutar. El Moncayo es esa montaña que está cerca de la ciudad y a la que me gusta escaparme de vez en cuando, porque las montañas me atraen mucho desde la infancia. Cualquier lugar es ideal para veranear si el calor no es excesivo y te permite dormir. Lo único que no soporto en verano es la combinación de calor y humedad. En sitios así me falta el aire.


- ¿Qué lugares nos recomendaría para un buen verano por Aragón?

- En verano recomendaría sitios altos que garanticen un poco de frescor, por lo menos nocturno. Básicamente cuatro: el Maestrazgo, la Sierra de Albarracín, el Somontano del Moncayo y cualquier rincón de los Pirineos.


- Estamos en el Tour. ¿Cómo lo vive?

- Ya no vivo el Tour. Lo viví intensamente en los años 80 y 90, pero con todo el lío del doping mi interés fue decayendo y ahora no me interesa nada en absoluto. Admiro a amigos como Octavio Gómez Milián o Fernando Gutiérrez que mantienen la misma pasión por cada etapa. A su lado, yo soy un desertor.


- ¿Cuál sería el menú de un día perfecto?

- Una buena ensalada, un vino blanco chardonnay y mucha conversación con alguien con quien puedas estar hablando horas y horas.


- ¿Cómo fue su primera vez?

- No recuerdo la primera vez, pero la última fue maravillosa. El cielo en la tierra.


- ¿Cuál es la mejor anécdota veraniega vinculada a su profesión?

- En los 80 solíamos dejar programas grabados para las noches de los sábados y los domingos. Recuerdo en más de una ocasión estar con amigos en una terraza que había en el Rincón de Goya mientras por los altavoces me escuchaba a mí mismo presentando canciones. Era una sensación extraña. Años después, en los 90, me pasó lo mismo con un programa que grababa para la programación nacional de Cadena Dial, ‘El Desván’; por entonces, en un bar de tapas, le comenté a la camarera que yo era el que estaba hablando en ese momento por la radio y ella, inmediatamente, cambió de emisora. Ja, ja. ¡Qué carácter!