Obituario

Denuncia, progreso y poesía

Una aproximación al cine de autor de un productor imprescindible.

Elías Querejeta
Denuncia, progreso y poesía
EFE

Hace ahora una semana, después de visitar una calle tan cinematográfica, pictórica y literaria como la calle Fuenclara –la calle del cine Fuenclara o Arlequín, la calle de Libros, librería y galería, la calle donde Juan Eduardo Cirlot vivió unos meses con la pintora Pilar Aranda-, alguien llamó al cinéfilo José María Gómez, ‘Cuchi’, y le preguntó por Elías Querejeta (1934-2013). Como varios sabíamos que estaba enfermo de cáncer, nos temimos lo peor. Y le mandamos un mensaje a Luis Alegre, íntimo amigo del productor donostiarra y de Gracia, su hija, y gran narrador de la obra maestra de su vida: el gol que le marcó como futbolista de la Real Sociedad al Real Madrid y que le valió el elogio del mismísimo Alfredo Di Stéfano en el centro del estadio. Elías estaba más o menos bien. Ayer recibí otro sms, bajo una lluvia torrencial y en dirección a la Feria del Libro de Zaragoza: “Ha muerto Elías Querejeta”.


Volví a pensar lo que intenté pensar el domingo anterior: ¿cómo se define a un personaje así, a un artífice de películas, a alguien que entendía que la cumbre de su oficio eran piezas como ‘Ordet’ de Dreyer, “un milagro de cine”, ‘Sed de mal’ de Orson Welles, y que sentía auténtica pasión por películas como ‘El mago de Oz’, de varios directores, o ‘Capitanes intrépidos’ de John Ford? ¿Qué retrato se merece un señor escuálido, fumador empedernido, que hablaba con suavidad, ironía y convicciones, que había vivido con Amparo Muñoz, y que sentía pasión absoluta por el guión, el proceso cronológico del rodaje y el montaje’


Una película para Elías Querejeta era un artefacto artístico, una obra que condensaba muchos elementos y que podía, sigilosamente, transformar la sociedad. Mejorarla. Desvelarla y agitar sus paradojas. Elías Querejeta ha sido, esencialmente, un productor. El Productor. Un creador, un cineasta, un soñador testarudo y reñidor con las ideas claras. Tuvo sus más y sus menos con sus directores, básicamente porque se implicaba hasta el fondo. Más allá del dinero. Hasta el tuétano de la creación, en la poética misma de cada fotograma, en su apetencia de belleza y verdad. Para algunos ha sido intervencionista, aunque varios han reconocido que jamás les tocó el guión.


El cine de autor que alentó Querejeta tenía muchas cosas: atmósfera, denuncia, coraje, voluntad de progreso y poesía. No se puede estar en vano detrás de realizadores como el primer Gonzalo Suárez, como Carlos Saura, con quien formó una ‘pareja de hecho’ y de largo recorrido que firmó más de una docena de películas, como Emilio Martínez Lázaro, el de ‘Las palabras de Max’, como Gutiérrez Aragón (con quien la sangre no llegó al río, pero sí se evidenciaron los respectivos y diversos puntos de vista). No se puede estar en vano detrás de películas como ‘El desencanto’ de Jaima Chávarri o de ‘La familia de Pascual Duarte’ de Ricardo Franco, que marcaron una época. También impulsó el cine intimista y lírico de Víctor Erice, esa suerte de miniatura del enigma y del tiempo que son y han sido ‘El espíritu de la colmena’ y ‘El Sur’.


Elías Querejeta ayudó decisivamente a jóvenes realizadores como Montxo Armendáriz (‘Tasio’, ‘27 horas’, ‘Historias del Kronen’...) y Fernando León de Aranoa (‘Barrio’, ‘Los lunes al sol’...), por citar a algunos talentos más de esa escudería suya tan personal, tan española y tan europea a la vez, tan comprometida hasta las últimas consecuencias, más rigurosa e intensa que popular. Solía decir que nunca sabía, con exactitud, qué quería el público.


Elías Querejeta fue muchas cosas: coguionista y productor de las interesantes películas de su hija Gracia, y a su modo, con contradicciones y arrebatos, con severidad y contra los tópicos, se preocupó por el terrorismo de ETA, y escribió y produjo ‘Asesinato en febrero’ de Eterio Ortega. José Luis Borau, que era un soñador como él y casi tan terco, le dijo en 1998, cuando recibió la Medalla de Oro de la Academia de Cine: “El cine español ha chupado mucha rueda de ti, Elías. Ha ido detrás de ti amparado en tu prestigio, tu descaro y tu valor”. A los dos, tan distintos, les divertía el cine con locura. Les divertía y les justificaba.