Música

El canto sin fronteras de Javier Ruibal

El cantante gaditano actúa esta noche en la sala Arbolé en el ciclo ?Los que siempre vuelven?.

Javier Ruibal siempre regresa. Va y viene, se extravía y se embosca como los contrabandistas de Sierra Morena y de la bahía de Cádiz, pero al final regresa: a las tabernas, a los teatros, a la sala negra de Arbolé donde ha tocado en varias ocasiones, solo o en compañía de la pianista e intérprete Laura Furci. Javier Ruibal (Puerto de Santa María, Cádiz, 1955) es un cantante del sur, un cantante arábigo-andaluz, educado desde niño en el flamenco –y eso quiere decir a la luz de la bulería, el fandango, la alegría...-, aunque no puede decirse de él que sea un cantante flamenco. 


Es como se ha dicho “un músico de frontera” o, mejor aún, un músico sin fronteras (“traigo un grito de fronteras”). Su trabajo, admirado por Caballero Bonald y elogiado por Joaquín Sabina, Juan Luis Guerra, Javier Krahe o Ana Belén, entre otros muchos, se afirma de entrada en la tradición popular del cante jondo, la copla, las jarchas y también en la música de Falla; se hunde en los ecos de la poesía popular, en Alberti y en García Lorca, a los cuales ha puesto música. Y desde esa raíz vuela constantemente. En su trayectoria, de hermosos y no abundantes discos, hay sonidos de distintas latitudes: la huella de África y de la India, la sensualidad y la exuberancia del Caribe y del Magreb, el dolor casi insoportable del fado, los punteos del jazz.


Todo ello descansa en tres elementos: la música, y esos arreglos trabajados con una guitarra que canta y que llora, como decía Lorca; las letras, que tienden a subrayar el arrebato de la belleza (“soy por tu lengua, caracola”, dice), sobre todo femenina, el paisaje y la apetencia incesante de felicidad con beso. El protagonista esencial de su canto es la mujer: voluptuosa, soñadora, de vida errabunda o deslumbrante. Y el tercer elemento es su voz: honda, sensible, matizada, rica en color y melancolía, capaz de pintar sensaciones en el aire y en el corazón del oyente.


Ruibal le canta a la ambivalencia del querer, al deseo, a la mujer que pasa y enciende el mundo (“por tus mil y una noches me perdía”) con su cuerpo y su picardía, le canta a los desheredados y a los marginales, a los que sueñan con su patria como los saharauis, a las noches de ron y luna, a la naturaleza, que se vuelve exótica en su canción. Le canta al mar y sus historias. Y le canta incluso a Pablo Picasso. Ha hecho la música de ‘Carmen’ con Paco de Lucía para la ‘Carmen’ que montó la bailarina Sara Baras y se atreve a adaptar a Erik Satie. También ha hecho canciones para el cine como ‘Atunes en el paraíso’, para Pablo Carbonell.


Javier Ruibal es autor de álbumes como ‘La piel de Sara’ (1989), ‘Pensión Triana’ (1994), quizá su disco más famoso, ‘Contrabando’ (1997), ‘Las damas primero’ (2001), ‘Lo que dice tu boca’ (2005) y ‘Contrabando’ (1997). Ha publicado recopilaciones, entre ellas ‘Sahara’ (2003) o ‘Sueño’, que es una selección de 2011 de sus canciones tocadas con la Orquesta Sinfónica de Córdoba.


Javier Ruibal canta este viernes en el ciclo ‘Los que siempre vuelven’, tras haberlo hecho ayer en el Matadero de Huesca, en la Sala Arbolé a las 21.00, y estará acompañado de su hijo Javi Ruibal a la batería y de José Recacha a la guitarra eléctrica.


Javier Ruibal. Teatro Arbolé. Ciclo: ‘Los que siempre vuelven’. Parque Luis Buñuel. Viernes, 8, a las 21.00.