Exposición

"Me gustan las ciudades y las pinto"

Susana Sancho expone sus ?Paisajes urbanos? en la sala Barbasán-CAI, pintura figurativa, narrativa y llena de color.

Una de las obras de la artista
?Me gustan las ciudades y las pinto?

Susana Sancho realiza una pintura figurativa, de carácter eminentemente urbano. Expone en la sala Barbasán-CAI una colección de sus cuadros llenos de vida y de energía, muy narrativos, de seres humanos e instantáneas que fijan el tiempo y los distintos modos de vida de la ciudad. De una ciudad que se parece a Zaragoza.


La muestra se titula ‘Paisajes urbanos’, y recoge tres series: ‘Fútbol callejero’, ‘Terrazas’ y ‘Paisaje urbano’. La pintora, licenciada en Económicas y Empresariales, explica aquí, casi a modo de estética, su trabajo, su forma de entender la creación, su relación con el espacio y con la luz. La muestra permanecerá abierta hasta el 16 de febrero.


¿Cómo pinta?

Plasmo lo que me llama la atención, no es algo premeditado. Por ejemplo, llevo varios años que cuando llega el invierno (solamente en el invierno) me llaman mucho la atención los paisajes urbanos al atardecer, en el ocaso del día, cuando empiezan a surgir las luces y se adueñan de todo.



¿Por qué hace siempre ciudades?

En principio, pinto lo que me rodea, no busco la inspiración en temas lejanos, idílicos ni exóticos. Yo soy muy urbanita. Vivo en una ciudad. Me gustan las ciudades. No es que no me guste el campo o los pueblos, pero yo no pertenezco a ellos.


¿Qué relación existe entre el paisaje urbano y los seres humanos en su obra?

Trabajo paisajes urbanos. Me gusta que intervengan personas, hasta el punto en que llegan a convertirse en protagonistas de la obra. De ahí que yo los trate como ‘paisajes humanos’. Paisajes humanos sobre personas en un día cualquiera de su vida: esperando el autobús, en un bar, sentados en una terraza, paseando el perro...

Igual que a muchas personas les encanta observar la naturaleza, para mí las personas en su entorno de la ciudad me parece algo fascinante. Son hombres, mujeres y niños en los que cada uno de nosotros nos reflejamos: en aquel gesto, en la manera de caminar, en el café que nos tomamos en una terraza, ese partido de fútbol que juegan nuestros hijos o que, quizás, jugamos nosotros cuando éramos niños... Todos estos anónimos personajes transformarán luego, de alguna manera, al espectador en el protagonista de la obra.


¿Cuál es su método de trabajo?

Suelo llevar una cámara fotográfica en el bolso y cuando algo me llama la atención (por su luz, por la situación, por su composición, por lo que sea....) le hago alguna fotografía. Luego, si la fotografía me gusta y me parece que ha recogido bien el momento, parto de ella para empezar el cuadro. A partir de ahí, ya manda el cuadro y hasta donde él diga. A veces me dicen que me examino demasiado en cada cuadro.


¿Por qué se lo dicen?

Tengo mi propia liturgia a la hora de terminarlo. Tiene que gustarme cada parte y además, cada parte tiene que contribuir al conjunto, tiene que funcionar. Si no, no está acabado. Antes de darlo por terminado me gusta ponerlo en un sitio transitado de mi casa. La vista se posa un segundo cuando paso por ahí. En unos días ya sabes si te gusta y está acabado o no.


¿Qué le pide a una obra?

Para mí un cuadro tiene que darte unos microsegundos de felicidad y bienestar cuando posas un segundo la vista en él. Tiene que ser sugerente. Esa es mi concepción del arte o de ‘mi arte’.