La sugerencia de hoy

Flavia Company: el perdón y el crimen

La escritora presenta hoy en Los Portadores su novela 'Que nadie te salve la vida' (Lumen).

Portada de la novela 'Que nadie te salve la vida'.
Flavia Company: el perdón y el crimen

Flavia Company (Buenos Aires, 1963) es una escritora muy singular: se maneja en el relato corto, incluso en el microcuento como veíamos hace poco en 'Trastornos literarios’ (Páginas de Espuma), en la poesía y, sobre todo, en la novela. Todo ello se une a su condición de excelente traductora, de periodista (hizo programas de televisión) y de aventurera: es experta en navegación. Y, desde hace unos años, a través de su padre, tiene una relación especial con Zaragoza; hoy presenta en Los Portadores de Sueños su novela 'Que nadie te salve la vida’ (Lumen). Además es una escritora bilingüe: escribe en catalán y en castellano, y posee una trayectoria reconocida.


Le apasionan los grandes temas: el amor y el desamor, el viaje, la muerte, la culpa, la memoria. 'Que nadie te salve la vida’ tiene algo de sinfonía en cuatro movimientos: sinfonía sobre los secretos, sobre el remordimiento y el crimen. Es, de entrada, una novela que está construida como un edificio de múltiples rincones y aristas, una novela que revela tanto como oculta, y que se suspende en la dilación y en la sabia administración de la intriga. Y, ya puestos, podemos decir que en el fondo descansa en un hecho importante pero que nace un poco del azar: Víctor salvó a su amigo Enzo o Enrique (de las dos maneras se llama) de morir atragantado por una oliva cuando los dos eran universitarios. De ese accidente nimio emergerá, como si de un géiser se tratase, un torbellino de acontecimientos que tienen mucho que ver con el destino.


Si ese episodio es el núcleo de un relato ceñido, pulido frase a frase, párrafo a párrafo y en todas sus partes, en realidad la novela arranca de otro modo: Enzo o Enrique, que ha sido durante toda su vida "un soltero seductor, crápula y despreocupado", vive una situación límite. El doctor Bruj le anuncia que le quedan cuatro meses de vida. En la primera parte del libro sabemos que se ha dedicado a la traducción y que es "muy alto, moreno, de ojos verdes y cabello negro azabache, atlético". Y sabemos también que su amigo Víctor, felizmente casado con Rosa y favorecido por las circunstancias del amor y de la riqueza, reaparecerá para cobrar una deuda. No se puede avanzar mucho más porque sería birlarle al lector las expectativas de una novela con misterio. Solo se puede avanzar que al fondo del relato late un hecho terrible que se irá desvelando poco a poco, con solidez y con claridad.


Enzo o Enrique ha sido donante de semen y de lo que él denomina "el mejor polvo de mi vida" nació una hija, Berta, que vive en el seno de una pareja lésbica. En la segunda parte del libro se narra la vida de Víctor; en la tercera, Berta decide abrir la carta que le remitió su padre poco antes de su muerte, su testamento, y en la última se despejan algunas incógnitas decisivas.


La novela prueba que "un instante basta para estropear la vida entera de un hombre" y que no siempre "la muerte es la forma más perfecta del olvido". Enzo, en vísperas del adiós, es consciente de "las únicas vidas que ha vivido con interés son las traducidas". Y es víctima del arrepentimiento. De los azotes de la culpa: una culpa que se traslada, a través de su última epístola, a quienes le sobreviven, como su hija accidental Berta o su amigo Víctor, destrozado por sus contradicciones y tal vez por sus infamias. Al fin y al cabo, parece que los personajes de esta novela, por distintos motivos, están condenados "a buscar palabras para pedir perdón". Perdón por sus silencios, por sus mentiras y por sus crímenes. 'Que nadie te salve la vida’ es una novela realista impregnada de ecos literarios: algunos de los personajes leen y sienten de modo especial 'Crimen y castigo’ de Dostoievski.



'Que nadie te salve la vida'. Flavia Company. Lumen. Barcelona, 2012. 186 páginas. Presentación esta tarde, a las 20.00, en Los Portadores de Sueños con Patricia Esteban.