MÚSICA

Examen aragonés para músicos alemanes

La Liebigschule de Giessen tiene como asignatura un concierto en el extranjero. Y lleva años haciéndolo en Zaragoza.

Momento del concierto del domingo. Los españoles, de blanco. Los alemanes, de negro. Y todos juntos.
Examen aragonés para músicos alemanes
C. E.

Ni estudian en España ni saben hablar castellano, aunque vengan a Zaragoza a examinarse. Claro, que hablan un lenguaje universal, el de la música, y así es más fácil entenderse. Son los 53 alumnos de un instituto alemán, la Liebigschule de la localidad de Giessen, que el domingo desenfundaron partituras e instrumentos y dieron un concierto en la iglesia de San Carlos de la capital aragonesa. Y, además, acompañados de una orquesta zaragozana, la Camerata San Nicolás, que ha ejercido de anfitriona durante su periplo aragonés. Ocio, y también negocio, porque está dentro del plan de estudios del centro germano.


«En Alemania, los institutos están especializados. Todos tienen materias troncales, pero están orientados hacia el deporte, la tecnología o, como este, la música. Y uno de sus profesores se inventó como asignatura ofrecer un recital en el extranjero... y ya llevan 34 años viniendo a Zaragoza», cuenta Carlos Escudero, director de la formación local. Las buenas calificaciones están aseguradas, porque fueron más de dos horas tocando, en una cita solemne que contó con los integrantes de la Camerata como invitados especiales.


Sin desmerecer la gesta, tenían un as debajo de la batuta. La orquesta aragonesa viajó el año pasado a Alemania de intercambio y ya habían unido voces e instrumentos en más de una ocasión. Por ejemplo, en la iglesia abandonada de Ansburg, donde demostraron el perfecto maridaje de este gran conjunto germano-español. Pero, además, la semana pasada tuvieron más ocasiones para ensayar. La orquesta y el coro de la Liebigschule han cantado en el Pilar, han tocado en Aínsa, que visitaron el sábado, y aún tuvieron tiempo de hacer lo propio en Juslibol el domingo por la mañana, solo unas horas antes de su peculiar control. Además, una vez liberados de la evaluación, ayer mismo se despidieron con un gran concierto en Santo Domingo de Silos, ante más de 600 alumnos.


El flechazo entre estas dos formaciones surgió en lo que Carlos Escudero denomina «el año santo», es decir, 2008. Los músicos alemanes actuaron en la Expo y, como cada vez que visitan Aragón, se alojaron con familias de alumnos del Colegio Alemán de Zaragoza. A una de las violinistas le tocó un hogar de uno de los integrantes de la Camerata y el director de la sección musical del instituto de Giessen, Dr. Jörg Abel, enseguida les invitó. «Estaba contento, porque dijo que llevaba muchos años viniendo a Zaragoza, pero nunca había podido corresponder a la invitación con un grupo similar», dice, orgulloso, Carlos Escudero. Sin duda le llamó la atención la peculiaridad de la orquesta aragonesa, formada por jóvenes -algunos muy muy jóvenes- que han estudiado violín con su director y junto a sus padres. Un método de enseñanza que busca la motivación del alumnado y la evolución musical de toda la familia. «Así, cuando llegan a casa, ensayan y al pequeño no se le olvida», justifica Carlos. Esa fue su filosofía al comienzo, hace casi veinte años. Pero, hoy, el grupo ha crecido hasta los 94 integrantes. «Cuando la gente se ha enterado de nuestra existencia, de que además nos reunimos por amor al arte, como principio meramente pedagógico, se han empezado a sumar músicos muy distintos, también en edad. En la orquesta, la más joven es mi sobrina, que tiene cinco años. Y el más mayor ya está jubilado», explica.


Una manera de disfrutar de la música y toda una satisfacción personal para su responsable. «Cuando era pequeño y estudiaba en el Colegio de Infantes, ponía música en el tocadiscos y me imaginaba dirigiendo. Así que tengo que agradecerles a todos que hayan hecho realidad mi sueño». Con esa filosofía, no le pide nada especial al futuro más allá del típico dicho de Virgencita, Virgencita... «Para nosotros, el futuro es seguir haciendo lo mismo. Para los alemanes, volver a Zaragoza, porque es una obligación», concluye.