POESÍA

La poesía recupera a Rosendo Tello

El Premio de las Letras Aragonesas de 2005 publica 'El regraso a la fuente', un viaje de las tinieblas a la luz y «a la vida auténtica», que supone su retorno editorial tras el ictus cerebral que sufrió en 2009.

Rosendo Tello ha dejado inconcluso su estudio sobre 'Pedro Saputo' y prepara un nuevo poemario: 'El silencio'.
La poesía recupera a Rosendo Tello
JOSé MIGUEL MARCO

«La vida siempre tiene razón», dijo una vez Rainer María Rilke. Y a esa frase acudió, un tanto enigmáticamente, hace pocos meses Rosendo Tello Aína (Letux, Zaragoza, 1931) en una de sus últimas cartas, redactada en letra grande y vacilante con la mano izquierda, para explicar su situación. Su nueva situación. El 29 de agosto de 2009, el Premio de las Letras Aragonesas de 2005, profesor, ensayista y esencialmente poeta «de la luz, de las imágenes y de la música», sufrió un ictus que le dejó inmovilizada la mano derecha, una leve cojera y dificultades para hablar. Rosendo emite sonidos, más o menos pausados, a veces reconocibles, se le entiende casi a la perfección el golpe de voz «¿Dónde?», pero resulta difícil seguirle. Ha perdido la palabra, aquella fluidez y elocuencia casi barroca que tenía una correspondencia inmediata en sus versos.


Maribel, su esposa, le hace de intérprete, pero a menudo los sonidos resultan incomprensibles incluso para ella: entonces, el poeta toma el bolígrafo y escribe. «Ha tenido que aprender a escribir con la mano izquierda», dice su esposa. Más que escribir, parece dibujar las palabras, como a vista de pájaro. Siempre había tenido una letra armoniosa y ceñida; la poesía, y la mayoría de los textos, los escribía a mano. Al llegar al salón de su casa, vemos uno de sus últimos versos, corregido varias veces, y vemos su último poemario: 'El regreso a la fuente', que ha publicado Prames. Un libro que puede resumirse como «una travesía personal, interior y exterior, desde la tiniebla hacia la luz. Es eso, sí», dirá. El poeta piensa como siempre: con rapidez, con exuberancia de ideas y de metáforas, con ese fulgor en los ojos de quien está vivo para la poesía, para la amistad y las emociones cotidianas.

 

Premonición y misterio

Rosendo Tello abre el libro por el primer poema. Y dice, con ayuda de traductor y del folio en blanco: «Este poema, 'La lengua de los hombres', ha sido premonitorio, es como si barruntase la enfermedad, el ataque. Mira: "Fascinante y terrible es la lengua del hombre, / oscura y balbuciente a un mismo tiempo. (?) Mil lenguas no podrían expresar el enigma / del sueño del amor o el sentido del sueño". Mi poesía, y quizá toda la poesía, nace del misterio».


Había publicado últimamente 'El vigilante y su fábula. Obra poética reunida (1955-2005)' en 2006 y el primer volumen de sus memorias 'Naturaleza y poesía' (Prames, 2008). Dice: «La fuente del título es la vida auténtica. El título podría entenderse así: el regreso del poeta a la vida auténtica, y también hablo del retorno a los orígenes». El libro propone un itinerario simbólico a los paisajes, la memoria, la intuición, la música, la sensibilidad, la mitología (en 'El final de una época' llora el cadáver de Héctor, vencido por Aquiles) y la noche, aquellos lugares en que brota la poesía y sus gestos: «Atento estaré a los rumores, a las palabras libres que no mienten, / a las dulces tormentas de la sangre, / a los graves avisos que me llegan de allá, / del lugar del que vuelven los amores perdidos, / de la tierra en que cesa de golpear el mundo», anota en 'Serena plenitud', un texto de exaltación que dedica a su gran amigo José-Carlos Mainer.


'El regreso a la fuente' también es un viaje en el tiempo y una pregunta acerca del sueño y el desvelo, el más allá, lo inefable. Escribe: «Quien sabe unir dos tiempos, / con la fuente cantando su canción, / consagra su futuro». Anota en el folio: «La prosa no es el verso; cuando empleamos el verso hablamos de lo ceremonial. El verso se convierte en canto, en lo sagrado. Este libro habla de lo divino, de lo numinoso: de la inspiración». Intenta acudir a las palabras y dice, con esfuerzo: «El verso parte siempre de la imagen, no del concepto. Soy un poeta de imágenes. Antes del ataque y ahora. La primera visión que utilizo siempre es la de la metáfora, no es la de idea».

 

A la luz de la luna

Más que nunca, observador de las estaciones y de los fantasmas de su intimidad, se siente un poeta de la noche y del día. Un poeta que navega hacia las sombras de la oscuridad y del plenilunio. Dice: «El día es lo superfluo. La naturaleza profunda del hombre está en la noche y en silencio. La luna siempre ha sido esencial en mi poesía y en mi existencia: posee una luz especial que lo matiza todo. Ahora me siento como alguien encerrado en mi habitación con el silencio». Rosendo pelea día tras día con un nuevo libro que va a titular 'El silencio'.


Maribel interviene y lo retrata: «Ha sido muy solitario y su nueva situación lo hace aún más solitario». No obstante, todos los días sale a pasear y a contemplar «las estancias del sol» por los alrededores de la plaza del Portillo, acude al fisioterapeuta, recibe la visita semanal de su amigo Tomás Ortiz, y de vez en cuando araña el piano con la izquierda. Antes de poner fin a la entrevista, Rosendo Tello busca el poema o monólogo dramático 'Confesiones de Bartolomé Leonardo Argensola' y dice: «Aquí también estoy yo». Y señala estos versos: «Cansado, ya no quiero / ni persigo más gloria que pasar en silencio / los días que aún me quedan por vivir». Su gato Titín, negro y elegante, se le sube al regazo. El felino, como la imaginación y la poesía, también está con él.