ANTOLÓGICA
El viajero que nunca se cansó de mirar
La Diputación de Huesca presenta 150 fotos del ingeniero y militar Lorenzo Almarza.
Lorenzo Almarza es otro fotógrafo recuperado por la Fototeca de Huesca, que cumple ahora un cuarto de siglo y desarrolla la política más coherente y constante a favor de la fotografía en Aragón.
Quizá la calidad técnica de sus fotos, el estado de conservación y la factura misma, no sea equiparable a la de Ricardo Compairé, pero Lorenzo Almarza (Ezcaray 1887-Zaragoza, 1975) es un estupendo y variado fotógrafo, que se educó, en Guadalajara y en otros lugares, a la sombra de José Ortiz de Echagüe, aunque su poética es muy distinta. Más directa, más natural, menos pictorialista. Lorenzo Almarza era ingeniero, militar, fotógrafo, montañero y esencialmente un emprendedor, un hombre curioso, próximo en ocasiones a lo que se conocería como «fotografía humanista».
Como recuerda Covadonga Martínez en el cuidado catálogo de la Diputación oscense, para sus compañeros del Club de Montañeros de Aragón Almarza era «seco y nudoso como los picos que marcan el límite de la vegetación arbórea, sin más carne que el músculo preciso para cubrir y hacer funcionar el armazón de un cuerpo hecho por y para la caza en todos los terrenos».
Hace algunos años, la Fototeca recibió una donación de tres mil negativos de Almarza, que han cristalizado en dos exposiciones y en dos monografías.
Ahora, en las salas de la Diputación de Huesca, pueden verse 150 fotografías de casi todo: fotos de paisajes, fotos de reportajes, fotos de viajes, fotos del mundo del trabajo, del mundo del mar y de su ocio más evocador (a veces, en algunas fotos, es fácil pensar en el mundo vitalista y de placeres de Jacques Henri Lartigue: la playa, las bañistas, los coches, los aeroplanos), fotos etnográficas, fotos urbanas, fotos de monumentos y buscadas líneas geométricas, el contexto doméstico, el retrato, la foto en color, etc.
Almarza fue esencialmente, por su profesión, un gran viajero: estuvo en el protectorado español en África, visitió y residió en distintas ciudades españolas (Bilbao, Barcelona, Burgos, Pamplona, Guadalajara, Madrid, Tarragona. Cordoba y Granada…), sintió fascinación por Huesca, por Benasque y por los territorios pirenaicos, viajó por Italia, y así, tomando fotos y más fotos, estereoscópicas o no, fue desplegando una forma de mirar. Una forma de mirar y documentar que Juan Naranjo, comisario de la muestra, llama en este proyecto ‘La mirada moderna’.
Confundador de la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza, miembro del SIPA y muchas más cosas, Lorenzo Almarza también miró Zaragoza: los puentes, la plaza del Pilar, el paseo de Independencia, el Pilar y la Seo, del mundo de los cafés. Colaborador habitual de HERALDO, fue un aventurero que sabía mirar, que tenía una percepción artística y que contemplaba el mundo para contarlo con fuerza y plasticidad.