ANTOLÓGICA

El viajero que nunca se cansó de mirar

La Diputación de Huesca presenta 150 fotos del ingeniero y militar Lorenzo Almarza.

'Academia. Poniendo Pizarra', hacia 1911.
El viajero que nunca se cansó de mirar
LORENZO ALMARZA

Lorenzo Almarza es otro fotógrafo recuperado por la Fototeca de Huesca, que cumple ahora un cuarto de siglo y desarrolla la política más coherente y constante a favor de la fotografía en Aragón.


Quizá la calidad técnica de sus fotos, el estado de conservación y la factura misma, no sea equiparable a la de Ricardo Compairé, pero Lorenzo Almarza (Ezcaray 1887-Zaragoza, 1975) es un estupendo y variado fotógrafo, que se educó, en Guadalajara y en otros lugares, a la sombra de José Ortiz de Echagüe, aunque su poética es muy distinta. Más directa, más natural, menos pictorialista. Lorenzo Almarza era ingeniero, militar, fotógrafo, montañero y esencialmente un emprendedor, un hombre curioso, próximo en ocasiones a lo que se conocería como «fotografía humanista».


Como recuerda Covadonga Martínez en el cuidado catálogo de la Diputación oscense, para sus compañeros del Club de Montañeros de Aragón Almarza era «seco y nudoso como los picos que marcan el límite de la vegetación arbórea, sin más carne que el músculo preciso para cubrir y hacer funcionar el armazón de un cuerpo hecho por y para la caza en todos los terrenos».


Hace algunos años, la Fototeca recibió una donación de tres mil negativos de Almarza, que han cristalizado en dos exposiciones y en dos monografías.


Ahora, en las salas de la Diputación de Huesca, pueden verse 150 fotografías de casi todo: fotos de paisajes, fotos de reportajes, fotos de viajes, fotos del mundo del trabajo, del mundo del mar y de su ocio más evocador (a veces, en algunas fotos, es fácil pensar en el mundo vitalista y de placeres de Jacques Henri Lartigue: la playa, las bañistas, los coches, los aeroplanos), fotos etnográficas, fotos urbanas, fotos de monumentos y buscadas líneas geométricas, el contexto doméstico, el retrato, la foto en color, etc.


Almarza fue esencialmente, por su profesión, un gran viajero: estuvo en el protectorado español en África, visitió y residió en distintas ciudades españolas (Bilbao, Barcelona, Burgos, Pamplona, Guadalajara, Madrid, Tarragona. Cordoba y Granada…), sintió fascinación por Huesca, por Benasque y por los territorios pirenaicos, viajó por Italia, y así, tomando fotos y más fotos, estereoscópicas o no, fue desplegando una forma de mirar. Una forma de mirar y documentar que Juan Naranjo, comisario de la muestra, llama en este proyecto ‘La mirada moderna’.


Confundador de la Real Sociedad Fotográfica de Zaragoza, miembro del SIPA y muchas más cosas, Lorenzo Almarza también miró Zaragoza: los puentes, la plaza del Pilar, el paseo de Independencia, el Pilar y la Seo, del mundo de los cafés. Colaborador habitual de HERALDO, fue un aventurero que sabía mirar, que tenía una percepción artística y que contemplaba el mundo para contarlo con fuerza y plasticidad.