NUEVOS ESPACIOS

Paisajes interiores de una restauración

El museo diocesano de Zaragoza: matices en torno a un centro moderno, sutil y sugerente.

Esta sutil iluminación crea una atmósfera de intimidad  que propicia la sugerencia del espacio.
Paisajes interiores de una restauración
DAVID CAMPO

El edificio que alberga el Museo Diocesano de Zaragoza constituye un ejemplo de arquitectura de uso cultural que aloja bienes artísticos religiosos con las funciones básicas de custodia, conservación, muestra y exhibición de los mismos.


Es un ejemplo de edificio obsoleto, fuera de uso, con valores de Patrimonio Histórico, puede adecuarse a funciones más actuales y novedosas, eliminando la contradicción entre el antecedente histórico y la nueva necesidad. El resultado de la actuación sobre el edificio puede resultar positivo y ser de gran intensidad si se resuelve en una sincronía armoniosa entre los distintos y distantes valores de la vieja construcción y los criterios aplicados para su adecuación.


Este interesante proyecto surge del intento de establecer conexiones entre la memoria de un lugar y la contemporaneidad de la actuación. Es un ejercicio de transformación del lugar y del inmueble preexistente. Una preexistencia que ha sido necesario descubrir, ya que partes del edificio original habían sido enmascaradas y desvirtuadas por las sucesivas actuaciones a lo largo de los siglos.


El edificio se interpreta como una suma de diferentes yuxtaposiciones y así la última intervención sobre esta obra arquitectónica constituye una nueva inserción, un nuevo capítulo de la historia del edificio.


Una de las mejores maneras de consideración al patrimonio es mantenerlo vivo en el presente y cambiar el uso. Esos parámetros o criterios utilizados en esta restauración-intervención han consistido básicamente de un lado en un respeto y atención por el edificio antiguo, de otro en incorporar ciertos elementos contemporáneos que son imprescindibles para el buen funcionamiento y uso de la nueva función a la que se destina el edificio.


Mediante la repristinación, tendencia a conseguir una depuración del edificio a través de la eliminación de añadidos, se ha conseguido recuperar el estado original de algunas estancias, descubriendo aspectos hasta ese momento inéditos.


Las nuevas actuaciones se plantean con una arquitectura sin mimetismos, ni ruptura, de continuidad física e histórica. Una actitud que se distancia de la ideología de la conservación indiscriminada, actitud fetichista hacia el pasado impidiendo su transformación, cuando sabemos que la transformación del pasado permite seguir vivo y vigente en el presente.


La intervención en el patrimonio ha consistido, en definitiva, en un acercamiento al edificio primitivo a través de parámetros de cuño histórico y recuperación, así como de criterios de diseño más contemporáneos. La aproximación y comprensión del edificio se ha realizado con diferentes grados de intervención. La arquitectura contemporánea y el patrimonio existente ha sido una constante del proyecto. La coexistencia, la convivencia entre ambas, tiene que ser reglada a través de estrategias que permiten establecer vínculos elemento a elemento y en su conjunto.


Un edificio equilibrado


Los museos nacidos del ideario de la Ilustración han sido desde el primer momento no solamente un espacio para la exhibición de un patrimonio de altísimo valor simbólico y económico, sin una institución que, gracias a su intrínseca labor pedagógica, está destinada a formar y difundir la memoria colectiva. Ninguna tipología preexistente resuelve de manera eficaz el tema del museo. Es necesario redefinir el concepto cada vez que se plantea un nuevo espacio expositivo.


El Museo Diocesano de Zaragoza no se escapa a este axioma. El rigor metodológico ha sido la constante que ha dado un resultado altamente positivo. De esta manera, cotejando cada decisión con la idea matriz, se ha conseguido un edificio equilibrado, coherente e integrado, donde conviven en perfecta armonía tradición y modernidad.


Dentro del conjunto de la actuación reseñar y destacar cuatro aspectos que facilitan el alcance arquitectónico de la restauración-intervención.


En primer lugar hacer referencia a un total de cinco espacios y elementos fundamentales que han sido rescatados tras la restauración del edificio. Piezas inéditas que han proporcionado luz y datos para entender la evolución constructiva del conjunto: 1, los restos del templo romano y otras piezas históricas, hoy localizadas en el jardín arqueológico; 2, la estancia gótica (con sus yeserías) y su puerta de acceso a la denominada aula de D. Dalmau de Mur del siglo XIV; 3, el Torreón medieval románico del siglo XI del obispo Pedro de Liébana; 4, el alfarje, artesonado mudéjar del siglo XIV, con pinturas del siglo XVI; 5, el paso de los reyes católicos, que conectaba la Diputación del Reino y el Palacio Arzobispal. Constituyen el conjunto de estancias recuperadas y que marcaban uno de los objetivos prioritarios del proyecto.


Otro aspecto reseñable es el tratamiento de elementos-restos histórico arquitectónicos. Elementos aislados, mostrados como piezas singulares, entendiendo la ruina como evocación de la Historia. Gestos sutiles que nos remiten a vestigios arquitectónicos de épocas pretéritas: un resto de escalera, un fragmento de pavimento original, un resto de muro, unas cerchas de madera, ... constituyen el elenco de un mosaico de texturas que demuestran la sensibilidad y el respeto para su conservación y muestra. Sirven como testigos concluyentes de un pasado recién descubierto.


Itinerario: viaje por la historia


El tercer matiz se refiere al acceso al museo, que se realiza por el paseo Echegaray y Caballero. El rigor histórico se ha impuesto sobre criterios más funcionales y comerciales (acceso por la Plaza del Pilar). El edificio fue residencia real hasta mitad del siglo XIX, la cabalgata real tenía su acceso a través del puente de piedra. Se ha mantenido dicho acceso para evitar la mezcla de circulaciones (sigue siendo la residencia del arzobispo) y para secuenciar cronológicamente el proceso histórico del edificio a través de su recorrido. El inicio del itinerario del museo se realiza a través del torreón medieval, que remonta sus orígenes al siglo XI-XII.


Y finamente un aspecto relacionado con el proyecto arquitectónico y museográfico. La luz, tanto natural como artificial. El tratamiento de la luz como cincelador de espacios, creador de atmósferas y como elemento evaluador de las piezas expuestas. El control de la luz, el aumento de la superficie de exposición, así como la creación de un espacio para instalaciones, ha contribuido a tomar la decisión de ocultar las ventanas de la sala destinada al renacimiento, barroco y rococó.


De esta manera se asegura una correcta adecuación de la iluminación de las piezas expuestas, así como preservarlas de la luz natural que puede producir efectos no deseados.


El entender y utilizar el concepto de mueble (desvinculado físicamente de los muros) para exponer las piezas, refuerza el control de la iluminación, no incidiendo agresivamente, tanto visual (no cuelgan aparatos) como físicamente (no se perforan ni muros, ni techos, ni paredes), sobre la arquitectura. Destacar la sutil iluminación a través de candilejas localizadas en la entrecalle del pavimento, que nunca llega a tocar los muros. Esta sutil iluminación crea una atmósfera de intimidad que propicia la sugerencia del espacio.


Conceptualmente, se ha planteado el estructurar el pensamiento sobre el proyecto de diseño, desechando la frivolidad como impulso de acción y evitar así pagar el peaje de la moda. Por ello toda insinuación, guiños, gestos, están pautados por la idea de silencio y primordialidad.


La atmósfera: orden y claridad


Se ha buscado la creación de una atmósfera personal en donde el silencio parece predominar en todo y junto a este, el orden, la claridad y una estructura interna de las formas que se funden sin jerarquías.


Un espacio-atmósfera en el que se busca la sutileza frente a lo inmediato; la sugerencia frente a la frivolidad; la emoción frente a la razón; lo inesperado frente a lo evidente; lo utópico frente a lo tópico; la vitalidad frente a la exhibición gesticulante; la estética de la abdicación frente a lo banal; lo solemne frente a lo vulgar; ... en definitiva, una actuación en dónde la vitrina seductora, la peana atractiva y el expositor más elocuente palidece ante la musculatura lírica y retórica del contenido y del continente.