Fotografía

La enfermedad del viaje

Lo inefable de las ciudades en la fotografía de Manuel Sonseca, en Spectrum Sotos.

Esta pieza, 'Madrid' (1999), tan contrastada, evoca a Gibson y Frank
La enfermedad del viaje
MANUEL SONSECA

He encontrado en la red unas palabras de Bernard Plossu sobre Manuel Sonseca (Madrid, 1952). De él nos dice que «ha sabido comprender el papel terapéutico de la fotografía, que consiste no en ajustar la nitidez (la mayoría de la gente lo hace, creyendo así encontrar la nitidez en su vida), sino en sentir el paso del tiempo y llegar ¡oh milagro! a percibirlo fotografiándolo». En Spectrum Sotos se exhibe una selección de ‘La Ronda de las Ciudades’, proyecto en el que trabaja Sonseca desde los noventa. Buenos Aires, Lisboa, Bratislava o Londres dan título, en la secuencia canónica (ciudad más año) a las tomas de Sonseca. En este trabajo apreciamos bien lo que decía Plossu, porque de las ciudades no son sus iconos, reconocibles en su nitidez, lo que recoge el fotógrafo, sino la manera peculiar que tiene el tiempo, como ciudadano ubicuo, de transcurrir en cada una.


‘La ronda…’ es una exposición grata de ver. En imágenes como ‘Londres. 1992’ comprobamos como la excentricidad de una ciudad puede leerse en su geometría. Sus obras lisboetas contienen un bello poso literario. La obra en color de Sonseca tiende a un pictoricismo frío, pero en el blanco y negro, que es el caso de esta selección, sus ritmos sincopados resultan interesantes.


En fotógrafos como él, y como Javier Campano o Carlos Cánovas, excelentes y de su misma escuela, sucede, de todos modos, como con los émulos del be-bop. Lo que en tiempos de Charlie Parker o Thelonious Monk fuera revolucionario, hoy es clasicismo. Trasladando el problema desde el Jazz a la Fotografía, la herencia de Robert Frank o William Klein se convierte en Sonseca o sus compañeros en un retorno al orden, aunque dentro de una notable coherencia. Son como esos músicos que siguen deleitándonos con buen be-bop en los clubes de ahora mismo, cosa que les agradecemos, pensando que, como en música, en la fotografía, ninguna línea de trabajo queda exhausta.