LUTO EN EL MUNDO DEL CINE

Liz Taylor: la penúltima diosa de Hollywood

La actriz Elizabeth Taylor
Elizabeth Taylor ingresa en un hospital por problemas cardíacos
HERALDO

Si Ava Gardner fue «el animal más bello del mundo», la londinense Liz Taylor rivalizó con ella y mereció ser considerada «la mujer más hermosa de la tierra». Siempre fue una actriz especial: dulce (pensemos en ‘Mujercitas’) y a la vez airada, de seda y de fuego, un torbellino y un volcán de erotismo, capaz de realizar papeles sombríos, papeles de una fragilidad que rayaban en la locura, en el delirio, como ‘La gata sobre el tejado de zinc caliente’, o papeles de un desorden sensual y doloroso, como ‘La mujer marcada’, con el que ganó su primer Oscar. O incluso como ‘Cleopatra’, donde alcanzó una de sus cotas de máxima popularidad, superada tan solo por ‘¿Quién teme a Virginia Woolf?’, que le proporcionó su segundo Óscar.


Fue una mujer de pasiones constantes: se casó ocho veces, y dos de ellas con el hombre de su vida, Richard Burton, el rapsoda, el bebedor, el monstruo infatigable capaz de adormecer los versos más arduos de Shakespeare. La suya fue una relación de esas que dejan sin aliento: convulsa, atronadora, amorosa, como la de Vivien Leigh y Laurence Olivier, como la de Ava y Frank Sinatra, más allá del placer, más aquí del grito y de la destrucción. Dos montañas de soledad y lascivia frente a frente: pura belleza casi bestial en desorden. Liz Taylor exhibió una fotogenia inefable, una hermosura de porcelana, de cristal y árbol carnal contra la luna. Era tierna, capaz de amar sin sexo a Monty Clift, susceptible de abrazar y proteger a Michael Jackson, y era capaz de adorar las piedras preciosas y de sacrificarse con idéntica pulsión por los otros: los enfermos, los descarriados, los vencidos por el destino. Era una mujer con aristas. Una mujer de cine, en el sentido más extenso del término.