LITERATURA

Un aragonés revisa la historia reciente de los títeres

El escritor e investigador Adolfo Ayuso (Huesca, 1956) prepara un libro titulado ?Historia de los títeres y marionetas en España (1800-2000)?, en el que recoge numerosas curiosidades sobre estos muñecos.

Los títeres de hilo son complejos de manejo y fabricación, pero cautivadores
Un aragonés revisa la historia reciente de los títeres
CARLOS MONCÍN

La palabra ‘títere’ en España tiene un sentido peyorativo, ha quedado sobre todo con el significado de persona que se deja manipular por otra, y ‘titiritero’ se asocia más con el artista ambulante que con el que maneja los títeres», comenta Adolfo Ayuso. Colaborador de Títeres de la Tía Elena e investigador, ya publicó con el Centro Dramático de Aragón un libro sobre teatro infantil en Aragón titulado ‘Para un público menor’. Ahora, tras doce años reuniendo material, escribe un ensayo sobre la historia de los títeres en España durante los dos últimos siglos, que incluye no pocas curiosidades, empezando por el propio nombre que se da a estos muñecos.


«Cervantes usó bien la palabra ‘títeres’ en el siglo XVII, pero luego el término pasó a denominar a equilibristas o malabaristas. Así que si buscas material de los siglos XVIII y XIX, no puedes buscar como títeres, sino como ‘figuras de movimiento’ o ‘máquina teatral’, y un poco más adelante, como polichinelas o guiñol», detalla. La palabra títere no recuperó su sentido propio «hasta el franquismo, cuando el movimiento nacional católico volvio los ojos a cuando España era un imperio, al Siglo de Oro», añade Ayuso.

En casa y por Cuaresma

«De siempre han existido los teatritos de títeres en casas, es algo que la gente desconoce mucho. Se instalaban en casas particulares que tenían una sala amplia, porque los que se hacían en la calle eran de ínfima calidad», explica el investigador. Cuenta que «en el Siglo de Oro, en corrales y teatros grandes había marionetas, sobre todo en Cuaresma, cuando estaba prohibido el teatro de actor. Como las funciones eran un medio para conseguir fondos para los hospitales, se autorizaban los volatines y los títeres».


Por desgracia, en España «no hay iconografía, grabados como los que aparecen en Inglaterra o Francia», dice el investigador aragonés, que sí ha ido recopilando libros, fotografías y programas de mano de funciones de títeres desde principios del siglo XX. Algunos, de salas como la barcelonesa El Quatre Gats, a la que acudían artistas como Picasso, Ramón Casas o Santiago Rusiñol, y donde actuaba el titiritero Julià Pi.


«En España, lo tradicional ha sido el títere de guante y la marioneta de barra en la cabeza; en 1870-90 surge la de hilo, que da una capacidad de movimiento que impresionaba mucho», detalla Ayuso. Hacia 1900, «se produjo una gran renovación teatral con la que surgió la figura del director, porque hasta entonces las obras las dirigía el actor principal. Entonces empezó a decirse que ‘el actor debe conducirse como si fuera una marioneta en manos del director’, y hasta autores como Valle-Inclán (con ‘La cabeza del dragón’) empiezan a fijarse en los títeres».


Instrumento político

Curiosamente, aunque casi todo el mundo asocia los títeres al ocio infantil, han tenido un uso político en diversas épocas. «La ‘misiones pedagógicas’ de la República tuvieron un teatro de títeres que hizo el gallego Rafael Dieste y el franquismo creó lo mismo pero con ideología fascista», argumenta Ayuso. Hay títulos bien explícitos de uno y otro bando, como ‘Lidia de Mola en Madrid’ o ‘Periquito contra los monstruos de la democracia’.


Durante la dictadura, hubo en toda España grupos de chicos que hacían títeres y competían entre sí preparando funciones. «En Zaragoza había como 12 o 15 , es impresionante la de competiciones que había: locales, de sector, nacionales...», dice Ayuso. Muchas obras tenían como protagonista a Juanín, títere vestido con el uniforme de los ‘flechas’ de la Falange.


También han tenido usos terapéuticos. Ayuso –titulado en Medicina– dice que hay interesantes experiencias con niños con problemas: «Es un campo amplísimo. Hay niños que dejan de tartamudear cuando cogen un títere, o autistas que no se relacionan pero sí lo hacen con una marioneta, porque se proyectan en ella», apunta.


Sobre Aragón, Ayuso asegura que «hay poquita tradición de títeres», aunque «en los años cincuenta, en los teatros zaragozanos Principal, Argensola y Circo había los domingos funciones de títeres. Se hacía mucho teatro para niños: la escritora Matilde Grimal estrenó más de 20 obras en el Principal, y Marcial Buj, ‘Chas’, periodista y humorista gráfico de HERALDO, también hizo teatro infantil».


La calidad y variedad actual de los títeres en Aragón la atribuye tanto a profesionales como Iñaki Juárez (Arbolé) o Paco Paricio (Titiriteros de Binéfar), «que son dos máquinas», como al interés suscitado gracias a los festivales internacionales que hubo en Zaragoza en los años ochenta y noventa, «que hicieron pasar por aquí a figuras de primer orden», asegura.