ZARAGOZA
Rosenvinge: «Trabajar con el viento a favor te sube el ánimo»
La cantante pasó por Zaragoza para hablar de ?La joven Dolores?, su nuevo disco
A estas alturas ya conocemos a muchas Christinas Rosenvinges. La de los últimos tiempos, sin duda, es la más interesante. Gasta un pasado moñas, que en su día le persiguió como una mala estrofa, de esas que vaticina una mala canción; luego su vida se hizo puente tibio hacia la autenticidad creadora, por medio de la experimentación y los aires de otros mundos. Y ahora, en el nuevo milenio, la rubia gélida del pop español ha eclosionado. ‘Tu labio superior’ entusiasmó incluso a quienes renegaban de ella, gracias a lo cual ‘La joven Dolores’ trabaja su impacto en un campo más abonado. Pero es que el disco es tan bueno como el anterior, o incluso mejor.
«Trabajar con el viento a favor te sube el ánimo, le echas más ganas aún. La energía es fantástica. Por otro lado, existe la presión de superarte, de no defraudar con un nuevo disco después de que tanta gente te haya dicho cosas buenas del anterior. Al final lo mejor es no pensar mucho, tratar de hacer canciones bonitas y que suenen bien. Pasa en un disco reciente que me ha encantado, el ‘Matilda’ de Refree, el nuevo de Nacho Umbert, Alondra Bentley… los recomiendo», dice.
Christina tenía la musa despierta con este álbum: «Fueron surgiendo muchas canciones, de hecho tenía varias ya armadas, más o menos la mitad de lo que hubiera sido el disco, pero las dejé y empecé de cero. Eran demasiado ligeras, me apetecía profundizar un poco más. Con ‘Canción del eco’, que finalmente abre el disco, me di cuenta de que había encontrado el camino correcto».
El disco es acuático: muy marino (naïf y tétrico: Paul Valéry asoma por los bordes), aunque también tiene algo de estanque y manantial. «Seguramente tiene una explicación psicoanalítica, pero lo sentí como algo casual. En ‘Canción del eco’ está Narciso mirándose en el agua, en ‘Bajo el agua’ era una sirena, ‘Jorge y yo’ es un viaje al mar. Me di cuenta de esa presencia continua y por eso llamé al disco ‘La joven Dolores’: es el nombre de un barco que hacía la ruta Ibiza-Formentera cuando yo llegué allá», explica.
Compañeros de viaje
La madrileña de ascendencia danesa ha sabido rodearse de excelentes compañeros de viaje en lo musical en los últimos años. «A finales de los 90 tenía una música en la cabeza que los músicos de mi generación no tragaban en España. Me sentía descolgada. Así que me fui», comenta.
Y recuerda que «a través de Steve Shelley apareció una oportunidad para tocar en un festival de cantautores en Nueva York: allí contacté a Lee Ranaldo. Ambos tenían mucha experiencia gracias a Sonic Youth y me ayudaron a moverme allá: fueron casi 4 años. Allí encontré un nuevo sonido». «Al volver a España decidí tocar con gente mucho más joven que yo, con un abanico de influencias más grande y menos problema con actualizarse. He tenido la suerte de trabajar estos años con Charlie Bautista y Chris Brokaw, Steve Shelley o Jeremy Wilms», agrega.
Christina no es plañidera. Rehúye quejarse de crisis de la industria, sin negarla, naturalmente. “Siempre he ido tan por libre que cuando todo el mundo se daba el banquete yo no me comía nada, y ahora estoy en un buen momento. La crisis es de la industria, del formato, no de los que hacemos música», sentencia. Pero reconoce: «Claro que hay menos dinero para grabar, los ingresos por royalties siempre han sido ridículos… la gente como yo siempre ha vivido del directo y de los derechos de autor que genera el directo. Ahora bien, si no se halla una nueva manera de financiar las grabaciones, se perderá calidad. Seguro que acabamos encontrando un punto medio con lo de las descargas. Las compañías discográficas no deben desaparecer, hacen un trabajo valioso. Sobre esto hay mucho cliché peyorativo, mucha manipulación…».