CATEDRÁTICO DE HISTORIA CONTEMPORÁNEA

García de Cortázar: «Esperemos que el siglo XXI ponga orden al desorden causado por las 17 autonomías»

El historiador bilbaíno, Fernando García Cortázar, ofrece hoy una charla en la CAI de Zaragoza en la que se perfilará una idea del futuro basada en una mirada al siglo XX.

Fernando García de Cortázar da hoy una conferencia en Zaragoza.
García de Cortázar: «Esperemos que el siglo XXI ponga orden al desorden causado por las 17 autonomías»

Si alguien parece un prestidigitador capaz de darle una vuelta de tuerca más a su empeño de divulgar la historia, es Fernando García de Cortázar (Bilbao, 1942), catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Deusto y Premio Nacional de Historia 2008. Con 60 libros a sus espaldas, está inmerso en la escritura de su primera novela, que gira alrededor de la vida de un diplomático español en la Europa de entreguerras. Siente que este nuevo reto «me está cambiando la mirada de las cosas». Hoy (19.30) ofrece una conferencia en Zaragoza, en el salón de actos de la CAI, titulada 'La historia como futuro'.


¿La historia puede proyectarse al futuro?


La historia debe servir para algo, no solo como entretenimiento culturalista, sino que tiene que proyectarse al futuro. Por eso quiero hacer una cierta labor prospectiva de qué se puede esperar del siglo XXI, recordando un poco lo que ha sido el siglo XX. Defiendo que la historia debe servir, por supuesto, para mejorar el presente y también para preparar un futuro mejor.


Usted es un experto en las síntesis históricas, no hay más que recordar su 'Pequeña historia del mundo', pero ¿cómo resumiría el siglo XX en pocos trazos?


Yo lo llamo el 'siglo paradoja', porque nos ha mostrado lo peor de la humanidad y también lo mejor. Es un siglo de violencia y de reflexión sobre la capacidad que tiene el hombre de ser bondadoso. En él también hemos comprobado la gran capacidad que tenemos para estar informados, pero al mismo tiempo hemos descubierto la capacidad que tenemos de manipular y ser manipulados. Es también un siglo militar y de contestación al militarismo y, por supuesto, el del protagonismo de la mujer.


Si nos ceñimos a España, ¿qué acontecimientos resaltaría?


La reflexión sobre nuestro siglo XX pasa por los desequilibrios que hemos visto en nuestra joven democracia a partir de 1978. Se refieren fundamentalmente a la demagogia populista, al no respetar a una democracia fuerte, creyendo que es imposición y totalitarismo. Y no es así, puesto que nosotros nos hemos dotado de unas leyes, debemos exigir que esas mismas se impongan en la política.


Con estos precedentes, ¿qué espera del nuevo milenio?


Esperemos que el siglo XXI ponga, en la medida que pueda, un cierto orden en los desórdenes causados por las 17 autonomías. Confiemos también en que el Estado pueda tener la fuerza necesaria para superar la crisis. Algo que tiene que hacer sin esperar a que las 17 se pongan de acuerdo. Hay que dar al Estado medios para resolver problemas que solo se pueden afrontar desde el Estado y no desde la parcelación de las autonomías.


Acabo de leer esta frase suya: «Estamos más preocupados por el pasado que por el futuro y, a veces, ese historicismo, esa obsesión identitaria que se busca torpemente, entorpece el futuro».


Ortega y Gasset decía que los tradicionalistas no aman el pasado porque lo quieren como sustitución del presente. Esta reflexión es importante en España, porque el pasado se manipula y el problema es tratar de vivir el pasado como si fuera activo. Muchas veces tiene que ver con la definición de objetivos autonómicos y nacionales, como en el caso de los catalanes, que quieren afirmarse como nación, y de los vascos.


¿Recomendaría la película 'Pan negro' para acercarnos a la posguerra?


No la he visto. Pero al hilo de los Goya sí me parece dramático -y si no fuera así, poco respetuoso con un premio nacional- que el niño que recogió el galardón no pudiera expresarse con corrección en español. Nos adentra en ese gran problema que es la agresión al idioma común y que va en perjuicio de los propios hablantes catalanes.