LAURA HORMIGÓN

«Para los bailarines de danza clásica, Petipa es dios, la base del gran ballet»

La zaragozana ha publicado un libro en el que recoge las memorias de Petipa y sus investigaciones sobre el periodo que pasó en España.

Laura Hormigón.
«Para los bailarines de danza clásica, Petipa es dios, la base del gran ballet»
DANZARTE

Siendo bailarina, ¿cómo se le ocurrió ponerse a escribir un libro?

Había hecho antes artículos para la revista de la Asociación de Directores de Escena y también participé con dos ponencias -sobre Don Quijote en el ballet y otras sobre los ballets románticos- en el Castillo de la Mota. Tenía ganas y quería dedicárselo a la memoria de Petipa.


¿Por qué Marius Petipa?

El año pasado fue el primer centenario de su muerte y este ensayo era un complemento a la gira que hicimos con pasos a dos de grandes ballets que coreografió Petipa, como 'Don Quijote', 'El corsario', 'Cascanueces' o 'La bayadera'. Además, para los bailarines de clásica, Petipa es dios, la piedra base del gran ballet clásico que ha llegado a nuestros días, con obras como 'El lago de los cisnes' o 'La bella durmiente'. Y había una deuda con él en España, no se había investigado qué pasó con él cuando estuvo aquí entre 1844 y 1847.


¿Se ha encontrado sorpresas?

Han aparecido muchas barbaridades, gran cantidad de errores en los escritos que había sobre ello, en parte porque Petipa en sus memorias se quita cuatro años. Encontré su partida de nacimiento, nació en Marsella el 11 de marzo de 1818, pero él dice en sus memorias que cuatro años después. He tenido que poner 83 notas rectificando a Petipa cosas que escribe, pero no es que se lo inventase, es que cuando las escribió ya tenía cierta edad, era en 1904 y murió tres años después. También he encontrado que tenía una hermana más de lo que se sabía, Adelaide Antoniette, eran seis en total. Y el día que apareció su pasaporte en Burdeos, yo lloraba de alegría.


¿Y qué hay de su romance con una aristócrata?

Si no hubiera sido por esa relación tempestuosa, creo que se hubiese quedado más tiempo en España, y tal vez hubiera podido hacer en el Teatro Real, que se creó tres años después de su marcha, lo que hizo en el Mariinski de San Petersburgo, aunque sin Tchaicovski, claro. Fue un romance con una aristócrata madrileña, él se enamoró perdidamente y llegaron a fugarse, porque en aquella época que una señora de su clase estuviera con un bailarín no estaba bien visto.


¿Cómo dio con su identidad?

No fue fácil conseguir datos, fue poco a poco. Quedó registrado veladamente en la prensa, pero actuó la censura porque la niña era una aristócrata y el pretendiente que tenía, un importante personaje relacionado con Francia; en realidad, el más indefenso de la historia era el «amante de las cabriolas», como llama la prensa a Petipa. Era un chisme de los salones, así que me puse a leer memorias y biografías de personajes de la época. En la Casa de Alba se portaron muy bien y me dieron una pista. Merimée y la condesa de Montijo, que eran muy amigos, se cuentan el chisme en unas cartas.


¿Por qué cree que, si no hubiese sido por el escándalo y el duelo en que tuvo que batirse, se hubiese quedado en España?

Porque le gustaban mucho las danzas españolas (ya tocaba las castañuelas antes de venir y lo llevaba a gala), y también el ambiente y nuestras tradiciones. Se sentía a gusto trabajando aquí y llegó en una época dorada, el Teatro del Circo era de los más importantes, tenía compañía propia estable. A Petipa, España lo marcó tanto que, además de crear coreografías con tema español, en todos sus grandes ballets hay danzas españolas.


¿Su gira pasó por Aragón?

No, pero su compañera de baile sí estuvo en Zaragoza, creo que en el Principal, tengo que investigarlo.


Ha seguido trabajando como bailarina, ¿cómo se ha organizado para investigar estos dos años?

Había cosas que podía consultar por internet, estuve en contacto con archivos de Burdeos y Nantes y, mientras estábamos con las actuaciones, iba por la mañana a las clases y los ensayos y de allí directamente a la Biblioteca Nacional, comía allí, me quedaba hasta la noche buscando documentación y por la noche, en casa, pasaba las notas. La primera Navidad no fuimos de vacaciones y en agosto fui a Burdeos. Me lo he pasado muy bien, pienso seguir. Y eso que entre marzo y agosto del 2010 fue de locura: fuimos a Egipto, Chipre?


¿Se percibía en Egipto algo que anunciase lo que ahora pasa?

Sí se notaba tensión. El egipcio trata muy bien al turista, porque muchos ingresos del país vienen de ahí, y aunque no tenías miedo yendo por el zoco, por ejemplo, sí se notaba que algo hacía saltar chispas. El descontento estaba ahí.


¿Dónde irán este año?

A finales de febrero vamos a Toulouse, de jurado a un concurso de danza, y de mayo a junio iremos a actuar al festival Nureyev de Rusia, probablemente con 'Noche española'. Y tenemos que preparar espectáculo nuevo.


¿Cómo ve el nuevo rumbo de la Compañía Nacional de Danza con José Carlos Martínez en sustitución de Nacho Duato?

Soy un poco escéptica, la verdad. No por José Carlos, que me parece muy buena opción por bagaje, conocimiento y formación, sino porque él puede tener ideas y plantear posibilidades, pero habrá que ver qué le van a dejar hacer.