CINE

Mario Camus o el ruido de sus pasos

Perfil del premio goya de honor de 2011, el autor de 'Los santos inocentes', 'la colmena' o 'young sánchez'.

El realizador con Claudia Guerini y con Carmelo Gómez, en 2004
Mario Camus o el ruido de sus pasos
EFE

El domingo 7 de noviembre, la mañana otoñal llena de hojas las aceras y el carril bici de Zaragoza. Con mi bicicleta esquivo el cierzo y mis confusiones y acudo a saludar a Mario Camus. El cineasta ha venido al homenaje que recibe su amigo Álvaro de Luna. Apenas puedo verle unos minutos, pero me da tiempo a preguntarle por nuevos guiones, por la posibilidad de una nueva película. Ya hace dos años leí un guión formidable que Mario había escrito y para el que todavía no ha podido encontrar financiación. Otra historia, alrededor de Machado, tampoco cuajó. La respuesta, con la que se despide de mí, no deja lugar a dudas: «No nos quieren».


Camus (Santander, 1935) vive retirado cerca de Comillas, cerca del mar Cantábrico. En otoño la hojarasca se acumula en las escaleras de su casa. Al entrar, de inmediato cruje la madera, como si fuera un recuerdo que vuelve. Le rodean multitud de libros, algunos de amigos desaparecidos como Miguel Delibes, Ignacio Aldecoa o Claudio Rodríguez. Pero no desaparecieron del todo. Están en sus libros, en lo que escribieron, que Mario tiene dentro de sí, una materia infinita que es una parte esencial de él, como un órgano vital más. Algunos de esos textos los adaptó al cine, como en Los santos inocentes o Los pájaros de Baden Baden.


Apenas tres o cuatro días después de esa mañana de cierzo surge una luz. La Academia otorga a Camus el Goya de Honor de este año, quizá la oportunidad de que pueda levantar una nueva película. O quizá no sea suficiente. Veremos. Los antiguos cineastas, su manera de entender el oficio, está quedando sepultada por un cine distinto, que se proyecta en esas multisalas que Camus no soporta, que siguen con la servidumbre a una ley franquista de doblaje que tanto daño ha hecho al cine español. Las multinacionales del cine de Hollywood han vaciado el cine español, convertido en un Mr. Hyde, un esperpento maltratado y despreciado al que pretenden destruir. Camus dice lo que piensa: que es un latazo recoger ese premio en una gala calcada de los premios de la industria del cine norteamericano, con un cine español que debería estar en pie de guerra permanente. Mientras, él, como esos amigos aragoneses que a menudo cita, como Carlos Saura o José Luis Borau, siempre en mil luchas para levantar sus películas, sigue esperando, confiando en volver a ejercer su oficio, el de hacer películas.


En un momento determinado después de una comida, hablando de todo, le pregunto por Luis Buñuel y Mario, que me había dicho que por la tarde no da pie con bolo (obviamente no es cierto), arranca y no para: «Ese hombre era extraordinario. Era increíble. Comíamos siempre a las doce, temprano, porque a él le gustaba hacerlo así. Era en las afueras de Madrid, en El Mesón de Fuencarral. Siempre pedía vino, lechazo, cosas por el estilo...» Hace más de cuarenta años, pero Mario vuelve a revivirlo. Rápidamente cita ‘Los olvidados’, la película buñueliana que quizá más admira.


La ventaja de Camus fue que tuvo saltos muy grandes respecto a otras personas de su entorno. Enseñanza en una escuela de pueblo, luego en un colegio de curas. Juega al baloncesto y al rugby. Sus logros deportivos le permiten estudiar en Madrid. De ahí a la Facultad de Derecho. Pero la pasión del cine es más fuerte y consigue ingresar en la Escuela de Cinematografía. Por allí están Basilio Martín Patino, Saura, Borau. Escribe para Saura, adapta a Aldecoa con ‘Young Sánchez’ y ‘Con el viento solano’. Descubre las servidumbres del cine más comercial con películas musicales. Da un giro. Encontrará su verdadera estatura en películas como ‘Los días del pasado’ o ‘La colmena’, esta última sin duda la mayor reunión de grandes imtérpretes del cine español.

Con el enlace a la literatura de Cela, Delibes, Aldecoa, o Barea, nos ha hablado de aquella España siniestra. Se ha convertido en depositario de todo esto por medio de la imagen cinematográfica. Poco a poco, su cine, como el de otros compañeros de oficio, ha quedado arrinconado, olvidado. ¿En qué estamos pensando? Pero tiene a los suyos, a amigos como Adolfo Aristarain (con el que escribió los guiones de ‘La bandera y Roma’). Una película no pudo hacerse, la otra sí. Así pasa con todo. Con Emilio Gutiérrez Caba y Ana Belén espera levantar esa nueva película que se resiste. El cineasta, como un marino, siempre desea embarcarse de nuevo. No le gusta el camino fácil, quedarse en tierra. Un cineasta siempre quiere ejercer su oficio. Y con ese oficio puede luchar con esa dictadura de hoy en día, la dictadura de la ignorancia. Se trata de despertar al espectador dormido. Yo intento despertarme a mí mismo, con algún DVD de sus películas, como la trilogía de adaptaciones de Aldecoa editada por FNAC, o con sus relatos publicados por Valnera.


No quiero quedarme dormido. Queda mantener el rumbo marcado por Claudio Rodríguez, el amigo de Mario Camus ya desaparecido, en los versos citados en el arranque de La vieja música, la película sobre un entrenador de baloncesto estrangulado por los golpes de la vida: «Sigo. Seguir es mi única esperanza. Seguir oyendo el ruido de mis pasos».