MISCELÁNEA DE ARTES

I. Blasco, una mirada vagabunda

Construcción e imagen se mezclan en la exposición del artista en Huesca.

Los mundos soñados y transfigurados del artista madrileño Isidro Blasco
I. Blasco, una mirada vagabunda
JAVIER BLASCO

Aquí, huidizo

Vídeos, maquetas e instalaciones de Isidro Blasco. Diputación de Huesca. Hasta el 30 de enero de 2011.


Siendo como es un espectáculo visual, el arte de Isidro Blasco (Madrid, 1962) tiene mucho de literario. La imagen puede suplir con ventaja a las palabras, simplificando la realidad, pero a la experiencia de la vista la deja insatisfecha la mera representación, que viene a ser lo que sucede cuando cotejamos lo vivido con lo fotografiado. Y si sustituimos vivido por soñado, la dificultad parece insalvable. La raíz del quehacer de Isidro Blasco parece estar, por un lado, en la insatisfacción provocada por el cotejo entre la vida y su simulacro, y, por otro, en la peculiar naturaleza de que disfruta el espacio en lo soñado.


Sus construcciones vienen acompañadas, y tal vez precedidas, por textos narrativos que parecen ser el esfuerzo por recordar un sueño. La cita de uno de estos relatos creo que podrá ayudarnos a interpretar sus obras: “En el resultado final –escribe en 1996– parecía querer mostrárseme aquello que no puede ser mostrado, o aquello que no puede ser pensado”. En lugar de la casa, de la habitación, resulta que nos cerca una memoria vaga de la misma, que sustituye su realidad, y es el disfraz o envoltorio donde nos encerramos.


Porque añade que “no era la casa lo que se mostraba, era precisamente aquella otra construcción que se interponía entre la casa y yo”. Si pretendemos mantener que lo que existe ahí fuera es real, independiente de nosotros, y aceptar, al mismo tiempo, que sólo nuestros sentidos nos permiten conocerlo, se nos plantea la necesidad epistemológica de nadar y guardar la ropa del sentido.


La casa se hace, así, metáfora del conocimiento. No importa mucho que hablemos de un interior o un exterior, Isidro Blasco termina tratándolos de forma parecida. Nuestra capacidad (limitada) de conocer es como un habitáculo imperfecto, lleno de parches, que nos rodea. Los trabajos más representativos del artista son construcciones hechas con fotografías, donde un mismo lugar es objeto de varias tomas, con diversos ángulos, aunque próximos.


Estas imágenes en color van sobre cartón, en recortes rectangulares o trapezoidales de diversos tamaños, soportados a su vez por estructuras de madera, casi nunca exactamente cóncavas o convexas, que tienden a avanzar hacia el espectador como una especie de espejo extraño y roto donde mirarse, con un efecto final parecido a un cóctel entre el cubismo analítico, con su técnica del facetado, y los interiores Merz de Kurt Schwitters.


Otras referencias más cercanas al trabajo –tan original, no obstante– de Isidro Blasco son los collages o mosaicos fotográficos de David Hockney, las intervenciones de Gordon Matta-Clark o la arquitectura “deconstructiva” de Gehry. No obstante, su propia evolución interna, desde sus esculturas primeras de madera rústica, sin fotografías añadidas todavía, desde sus escritos oníricos citados, con su claustrofobia creativa, hasta su propias vivencias en Nueva York (asistiendo al 11 S) o en un Shanghai que pide, para su interpretación, su visión díptera o poliédrica, se justifica ya una obra atractiva, extraña, aunque nada críptica, que el visitante puede jugar a habitar, metiéndose dentro, o jugar a ver desde fuera, cuando se trata de maquetas, como si fuera Gulliver.


En las salas de la Diputación de Huesca encontraremos piezas de pared, pero también instalaciones alrededor de la cuales puede circularse, apreciando su compleja tramoya de madera, y vídeos, uno muy narrativo, y otro que recoge una entrevista con el famoso ceramista Arcadio Blasco, el padre del autor. La más llamativa de las instalaciones (‘When my time comes’, 2010) mezcla vídeo y construcción, reproduciendo con eficacia la naturaleza vaga de la mirada, introduciendo el factor tiempo.


Pero será importante, también, complementar la visita a los sótanos de la Diputación con una visita al CDAN, porque en sus jardines se ha instalado, coincidiendo con la exposición, una nueva versión de ‘When I woke up’, la escultura de madera, habitable e inhabitable, que marcó un hito en el trabajo de Isidro Blasco.