JUAN JOSÉ MILLÁS

"La frustración es el motor de la vida"

Lo real y lo ficticio se dan la mano en la obra de Juan josé Millás, y aparecieron, también, en su intervención de ayer en Conversaciones en la Aljafería.

Juan Bolea, Juan José Millás y Esperanza Pamplona, ayer en la Aljafería.
"La frustración es el motor de la vida"
JOSé MIGUEL MARCO

Acaba de publicar 'Lo que sé de los hombrecillos' (Seix Barral), y de armar bastante ruido con su entrevista al ex presidente Felipe González, y ayer vino a Zaragoza para participar en el ciclo 'Conversaciones en la Aljafería'. Juan José Millás (Valencia, 1946) habló de su vida y de su obra, de su literatura y su forma de ver y entender el mundo, en conversación distendida con el escritor Juan Bolea y la periodista Esperanza Pamplona, jefa de Cultura de HERALDO DE ARAGON.


Previamente, en un encuentro con los medios de comunicación, reflexionó sobre lo real y lo inventado en su obra. "Mis libros transitan siempre esos terrenos, esas fronteras. Pero es que lo real tiene mucho de ficción. Del mismo modo en que cuando despertamos de un sueño creemos que ha sido real, a veces en la vigilia caemos en un estado de sueño. A veces la realidad es una construcción con una gran cantidad de delirio".


¿Qué es lo real? "Esa es una pregunta clave -aseguraba Millás-. Hay un libro que intenta establecer precisamente eso, y que se titula '¿Es real la realidad?' (de Paul Watzlawick). Es que normalmente, cuando hablamos de realidad, nos referimos solo a una parte de ella. Porque los sueños yla fantasía también son realidad. Y la relación entre fantasía y realidad es tan estrecha que, básicamente, la segunda depende de la primera. Cualquier objeto, por ejemplo, esta mesa, existe porque alguien algún día la soñó así".


Los deseos incumplidos

Y es en esa dualidad donde cobra vigor su último libro, 'Lo que sé de los hombrecillos', que gira en torno a un profesor universitario que descubre la existencia de perfectas réplicas humanas en miniatura. Una de ellas, la suya, establece una conexión especial con él y convierte en realidad sus deseos más inconfesables.


"Nosotros somos uno pero estamos habitados por otros -señala Millás-. El ser humano es el único ser dividido, que tiene una dicotomía entre el corazón y el cerebro". El protagonista ve cumplidos sus deseos, lo que puede ser una pesadilla. "Si nuestros anhelos se cumplieran, en el mismo momento de conseguirlos moriríamos, como lo hace la mariposa de la luz. Porque el auténtico motor de la vida es la frustración".


Y la curiosidad. Quizá ello le haya llevado por los senderos del periodismo. "A mí me excita mucho la vida, y cada día que me levanto de la cama me produce un asombro infinito. Por eso practico un género que hoy solo cultivan los jóvenes, que es el reportaje. Casi nadie de mi generación quiere hacerlo, pero me gusta mucho. Siempre me ha fascinado el periódico como artefacto. En mi casa estaban suscritos al 'Ya' y a mi me gustaba leer los artículos de Manuel Alcántara. Empecé a escribir artículos en el 90, porque me gustaba mucho, y descubrí el enorme placer que constituye trabajar en textos que se escriben, se publican y olvidan en 24 horas".


¿Por qué el reportaje? "Porque es un género fantástico que se acerca mucho al cuento corto. Uno tiene que atenerse a los datos reales, pero el modo de seleccionar los materiales es idéntico al del cuento. Muchos escritores lo ven como una cuestión alimentaria, pero yo, cuando trabajo en un reportaje o en una entrevista no tengo la idea de que esté haciendo algo menor. El buen periodismo no es menor".


El periodismo como arte

No encuentra muchas diferencias Millás entre periodismo y literatura. "La clave está en saber mirar y saber escuchar. Al escribir, la mirada lo es todo. ¿De qué sirve escribir bien si no se tiene nada que contar? Yo creo que hay que ir a lo periférico, no a lo nuclear, porque el verdadero significado de las cosas lo acabas encontrando en la periferia. A mi lo que más me interesa en mi trabajo es aquello de lo que menos se habla, lo que menos se ve. Y el trabajo del escritor consiste precisamente en eso, en sacar a la luz lo que está oculto".


Es lo que ha intentado a lo largo de toda su trayectoria. "Siempre he posado mi mirada en las zonas oscuras de la realidad. Esas zonas son como el sótano de las casas, que hay quienes lo tienen a la vista y quienes lo tienen oculto, con una alfombra tapando la trampilla de acceso. Pero en el sótano de las casas también hay averías, a veces pasan cosas que te obligan a bajar de vez en cuando. El sótano también es realidad. Y todos tenemos 'hombrecillos' en la parte oscura de nuestras vidas".