FOTOGRAFÍA

Un fotógrafo del límite

El CDAN presenta la obra y la aventura de Thomas Joshua Cooper.

El Norte más lejano / El mar de Barents, 2004- 2008.
Un fotógrafo del límite
THOMAS JOSHUA COOPER

Varios cuadros de Caspar David Friedrich muestran personajes que han llegado al límite entre la tierra y el mar, al borde de un acantilado blanco o a una playa oscura. Nosotros los vemos de espaldas, mirando cómo miran. No sólo se trata de un paisaje, lo que se ha pintado, sino de una experiencia. Este fenómeno reaparece en las fotografías de Thomas Joshua Cooper, aunque no aparezca nadie en ellas.


Muchas de sus imágenes nos hablan del encuentro entre la tierra y el mar, o mejor dicho, sobre la conclusión o agotamiento de la tierra firme. En su obra hallaremos un catálogo casi exhaustivo de confines geográficos, desde el Faro del Fin del Mundo, en el Cabo de San Juan, Argentina, al Finisterre gallego. Lo que conduce hasta allí al artista es una mezcla de Romanticismo y locura Cartográfica, una búsqueda de latitudes y longitudes extremas en continentes e islas, de unos puntos tangenciales que no vienen determinados por su pintoresquismo, sino por condiciones objetivas. ‘Point of no return’, por ejemplo, es el extremo meridional de Groelandia; ‘Furthest North’ es el extremo norte de Europa; ‘Prime Head’, el límite septentrional de la Antártida.


Californiano, nacido en 1946, Thomas Joshua Cooper reside desde hace dos décadas en Glasgow (Escocia), ciudad donde ejerce la docencia. La calidad y singularidad de su trabajo ha hecho de él un artista cotizado, que expone en galerías tan conocidas como Haunch of Venison, de Londres. Su rareza hace que sus obras, desde una pura práctica fotográfica, trasciendan el puro interés del medio. Esta rareza exige una breve explicación, porque Cooper no se limita a documentar emplazamientos extremos, como hacen los reporteros del National Geographic. Su espíritu lo asemeja más a pintores restrictivos, como Robert Ryman, místico del blanco sobre blanco, o a los artistas del Land Art británico, como Richard Long y Hamish Fulton.


Thomas Joshua Cooper suma restricciones técnicas y estilísticas. Siempre utiliza la misma cámara, que es una venerable Agfa fabricada en 1898. Tras sus largos viajes y sus cálculos cartográficos, tras tomarse tantas molestias para llegar a un paraje, allí donde otros gastarían un carrete tras otro, o consumirían sus memorias por entero, él sólo se permitirá hacer una placa. Y esta elección única, además, no se dejará seducir por la curiosidad, sino que asumirá una mirada baja, destinada al suelo. Otra de las peculiaridades de Cooper son las largas exposiciones que utiliza. El efecto de tal práctica lo describe bien Ben Tufnell: “a semejanza de los vientos y las corrientes –escribe– que desgastan y pulen las piedras con el paso del tiempo, estas imágenes evocan una extraña erosión visual”.


El tiempo puede hacer de las fotografías un blanco o un negro puros, como en las placas que Cooper tomó cerca de los polos, Norte y Sur, y que se presentan a modo de trípticos o dípticos, de una belleza extraordinaria. Estas son piezas clave de su exposición en el CDAN, las más radicales del conjunto que ocupa la gran sala inferior, dedicada enteramente a sus viajes árticos y antárticos, al proyecto que titula ‘The Atlantic Basin Project-The World’s Edge’ (‘La cuenca atlántica- El borde del mundo’). El visitante agradece, no obstante, que la sala superior, más pequeña, le haya proporcionado como aperitivo una antología breve del norteamericano, partiendo de una imagen iniciática, que marcó su nueva manera de mirar: ‘An Indication – See Canyon”, de 1969, una obra que –nos cuentan– va a formar parte de los fondos de CDAN, gracias a la donación de su autor.