ALMUDENA GRANDES

"Hago literatura política desde los sentimientos de los personajes"

Presentó ayer en Zaragoza su novela 'Inés y la alegría', la primera de sus seis historias sobre la resistencia al franquismo.

Almudena Grandes apenas tuvo tiempo de disfrutar de Zaragoza.
"Hago literatura política desde los sentimientos de los personajes"
OLIVER DUCH

A Almudena Grandes le hubiera gustado aprovechar su paso por Zaragoza para visitar el monumento conmemorativo en el cementerio de Torrero a las 3.542 víctimas de la Guerra Civil y la posguerra. "Julián Casanova, que es un amigo, me ha enviado un montón de información y ya le he dicho que voy a ver si escribo una columna. Tampoco voy a tener tiempo para ver su exposición sobre el anarquismo", reconoce nada más comenzar a hablar. Hasta tiene descuidado el correo electrónico mientras promociona su novela 'Inés y la alegría' (Tusquets), la primera del gran proyecto de seis historias sobre la resistencia al franquismo que, como si tejiera "un tapiz", pretende publicar hasta 2017.


Narra un suceso histórico, la invasión del valle de Arán por 4.000 militantes comunistas dispuestos a derrocar a Franco en octubre de 1944, un episodio ocultado. Personajes reales como los de Dolores Ibárruri y su amante y el dirigente navarro del PCE Jesús Monzón, se entrecruzan con otros inventados, como esa Inés que se imaginó al encuentro de sus camaradas a caballo, con una pistola y cinco kilos de rosquillas.


La incursión en el valle de Arán casi no se conocía, ¿la literatura llena los huecos de la Historia?

En este caso se puede decir que sí en sentido literal. Yo supe de estos hechos por las memorias de Manuel Azcárate, que me leí hace unos cinco años. Esta historia carece de versión oficial, todos los centros de poder estuvieron igual de interesados en que no se supiera nunca que esto había pasado. Recrear un hecho real no es solo una opción estética, es también un compromiso y no se puede manipular. Para mí ha sido un inconveniente y una ventaja. El tema llama la atención, literariamente ha sido estimulante, pero ante la ausencia de testimonios yo no tenía una red si me hubiera caído.


En la novela refleja las guerras intestinas dentro del PCE. ¿Le ha provocado algún disgusto?

Yo creo que hay gente vinculada al PCE a la que no le ha gustado el libro y, sin embargo, es un homenaje a los comunistas españoles. Es una cuestión de sensibilidades. La ejemplaridad de los militantes debe recoger también sus contradicciones y dificultades.


Otra historia poco comentada es esa relación entre La Pasionaria y su amante Francisco Antón. ¿Le costó escribir sobre ello?

Realmente son dos historias de amor reales que se entrecruzan en el tiempo y el espacio. A la de Dolores se suma la de Jesús Monzón y Carmen de Pedro. Ambas crean las condiciones para que se produzca la invasión. En el caso de Dolores pensé si tenía derecho o no a contar esto. Me decidí a hacerlo por dos razones. Si no lo relataba yo lo iba a contar alguien y me preocupaba pensar en algunos que pudieran hacerlo. Además, creo que esta historia favorece a Dolores, la desmitifica, es verdad, pero desmitifica un pedestal fosilizado y polvoriento y, sin embargo, la remitifica como una mujer valiente y muy moderna. Que fuera capaz de enamorarse apasionadamente la beneficia mucho más que la perjudica.


¿Qué tiene Inés de Almudena?

Inés es cocinera, y yo también, una condición que vino marcada por esa imagen que ví de ella a caballo con cinco kilos de rosquillas. Más que ver conmigo tiene que ver con mis mujeres de antes, con aquellas de mis comienzos, muy apasionadas y fervientes, de las que luego me aburrí y dejé por las mujeres frías. Inés es mi reencuentro con las mujeres de mi primera época literaria. Me lo he pasado muy bien con ella.


'Inés y la alegría' tiene conexiones con Aragón, una de ellas a través del historiador Francisco Martínez de Baños...

La fotografía de la portada nos la cedió él. Es el autor del primer libro monográfico sobre la incursión de Arán que he manejado. Parece que realmente hace 66 años posaron para mí esas seis personas, había otros dos, pero no eran interesantes y, sobre todo, sea mujer tan guapa, parecida a Rita Hayworth que no sabemos quién es, pero que a partir de ahora será Inés.


También hay un personaje, el Sacristán, de Calatayud, un guerrillero oficial que participa en esta invasión. ¿Por algo de Calatayud?

Este ejército se nutrió de los campos de prisioneros y había de todo. Se trata de reproducir esa condición de variopinto. Cuando escribo tomo decisiones sobre la marcha muy deprisa y, a lo mejor el lector no se lo cree, pero luego no las puedo explicar.


¿Escribir en su caso es también hacer política?

Yo ahora mismo estoy escribiendo novelas políticas porque lo decidí así. Hago literatura política desde un punto de visto algo insólito, desde los sentimientos de los personajes. No pretendo hacer consignas ni programas, pero sí rescatar historias de una realidad ignorada.


Javier Tomeo se preguntaba hace unos días en estas mismas páginas qué habría sido de muchos escritores sin la Guerra Civil, ¿se siente aludida?

Es muy libre de opinar. Yo creo que ese interés de la literatura y el cine español por la historia contemporánea es un factor de normalización. Nuestra historia contemporánea es un filón irresistible para un escritor.