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Guns N'Roses, con la hora cambiada, mosquean al público zaragozano

Sebastian Bach solventó con clase y agudísimas notas su papel telonero. Axl Rose y sus muchachos aterrizaron en el aeropuerto de Zaragoza a las 22.30.

Aunque Axl y los suyos se hicieron de rogar, al salir al escenario el malestar dio paso al entusiasmo, como se ve en la primera fila.
Guns N'Roses, con la hora cambiada, mosquean al público zaragozano
JOSé MIGUEL MARCO

Zaragoza respondió a la llamada de Guns N'Roses. Guns N'Roses no respondió a la devoción de los zaragozanos. En otra opereta más de su historial de irrespetos al público, llegaron increíblemente tarde al pabellón Príncipe Felipe. La excusa es grotesca: un atasco monumental desde su hotel barcelonés al aeropuerto de El Prat. La pregunta es fácil: ¿por qué salieron tan tarde hacia Zaragoza, si tienen avión privado?

Antes de las 18.30, hora señalada para la apertura de puertas, medio millar de personas aguardaban en dos filas fuera del pabellón para colocarse lo más cerca posible del escenario: el contingente de los incondicionales. Entre ellos, mucho choque generacional... y varios padres con hijos, como Alfredo, de 49 años, camiseta del 'Appetite For Destruction' (el primer disco de la banda, de 1987) y su chaval Jorge, de 14. "No es mi primer concierto -comentaba Jorge- pero sí que es el que más ilusión me ha hecho". "Está sacando el intro de 'Welcome To The Jungle' con la guitarra", comentaba un orgulloso papá. Precisamente este tema sería luego el segundo que sonó. La cepa más feroz del virus rockero está en escenas así...

Cuando Sebastian Bach y su grupo saltaron a escena, poco antes de las 20.00, ya había unas 2.000 personas dentro del recinto, y hora y cuarto después, al acabar la actuación del ex líder de Skid Row, las gradas y la pista presentaban un aspecto más que saludable. Al final, algo más de 5.000 almas se congregaron para ver a Axl Rose y su versión 2010 de los 'gunners'. La incógnita radicaba en saber cuándo saltaría a escena el angelino, tan imprevisible con los horarios como carismático bajo los focos: una de las últimas estrellas del rock a la usanza clásica, con todo lo que eso conlleva. Está fondón, sí, se le notan un poco sus 48 años, pero la duda importante quedó despejada desde el primer momento: es el amo del cotarro. Único, genial. Y su banda, especialmente dos de las guitarras y el batería, es más que solvente.

Sebastian Bach no defraudó. Es un showman genuino, mantiene la garganta en forma y todavía no se le curva el horizonte a la altura del abdomen. Estuvo gracioso enardeciendo al personal con consignas que alguien le había escrito en español. Sus agudísimos "Sa-ra-gou-saaaaa" se repartieron con generosidad durante toda la actuación. Ofreció un poco de todo, incluso una balada inédita dedicada a su esposa María, que le filmaba desde el 'backstage' y a la que llamó a gritos para que saludara al público, antes de arrearle un beso de quitar el hipo. Luego flaqueó un poco en la afinación de ese tema, el único borrón en una actuación impecable que se nutrió de material de los dos discos en solitario que tiene en el mercado (el nuevo llega ya) y varias piezas de Skid Row, que enloquecieron al personal a pie de pista.

Con las emblemáticas 'I Remember You' y 'Youth Gone Wild', los nostálgicos del grupo que liderara Bach a finales de los ochenta y primeros noventa quedaron satisfechos; sobre todo con ésta última, un clásico en el cierre de los conciertos de don Sebastian. Además, lleva tatuado el título del tema en un brazo.

Hora y media de espera

Pues sí, ya ven: eran las 22.30 cuando Guns N'Roses aterrizó a bordo de su avión en el aeropuerto de Zaragoza. En ese momento, hacía casi hora y media que el telonero Sebastian Bach había concluido su actuación. El público aún hubo de esperar un rato más, claro: tenían que llegar al Felipe y engranar. Cerca de las 23.30, las luces ambientales se apagaron y el mosqueo colectivo se diluyó en entusiasmo. Cosas de la magia del rock: el punteo de DJ Ashba, los palos de Frank Ferrer y la aparición de míster Rose bastaron para acallar el justo enfado general. Al menos, Axl no andaba esta vez jugando a la ruleta en París?