PILAR TORREBLANCA

"Le doy gracias a la vida porque cada día me ofrece un nuevo reto"

Este año cumple su veinticinco aniversario encima de un escenario, una fecha muy especial que celebrará en el Auditorio, el 13 de octubre.

La soprano aragonesa Pilar Torreblanca.
"Le doy gracias a la vida porque cada día me ofrece un nuevo reto"
OLIVER DUCH

Dicen que empezó a cantar antes que a hablar.

(Sonríe). En mi familia ha habido siempre una tradición musical muy importante. En casa siempre me decían que mis primeras palabras las dije cantando y con tres años ya entonaba 'En la playa, mi bella Lola', un habanera que me cantaba mi abuela. Al hacerme mayor estudie medicina y periodismo, pero la música siempre estaba ahí, incluso grabé un disco de canción ligera y participé en 'Gente joven', donde quedé subcampeona de España.

¿Y llegó Pilarín Andrés?

A mí me gustaba cantar y me puse a dar clases con ella. Ese mismo año, el Ayuntamiento de Zaragoza convocó una beca para estudios de soprano y tenor, y Pilarín, mi gran maestra y mi pigmalión, me obligó a presentarme. Gané la beca y empezó la vida profesional.

¿Cómo era su maestra?

Como profesora era extraordinaria. Ella seguía una técnica impecable derivada de Luisa Pierrick, profesora de Fleta. Es una técnica vocal que te permite aprenderla para olvidarla y servir a los personajes. Como persona destacaría su honestidad, rigor, cariño y objetividad. Su fallecimiento me dejó huérfana de muchos afectos y mi voz se quedo huérfana de dirección.

¿Recuerda su primera actuación?

Fue en Alagón y sentí miedo y emoción a partes iguales. Yo siempre había cantando sentada y con una guitarra y, al verme de pie, en un escenario, sola frente al público, solo con mi cuerpo, me dio cierto miedo. Pero, nada más poner el pie en el escenario, sentí una plenitud tan grande que me di cuenta de que había llegado a mi sitio y me quedé.

Y dejó la bata de médico y la pluma de periodista para dedicarse a cantar.

Yo siempre supe que quería ser cantante. De pequeña tuve la polio infantil y, por eso, nadie creía en mí musicalmente, solo mi profesora y yo misma. Todos pensaban que era muy difícil que me pudiera hacer un hueco en un mundo tan complicado porque yo tenía dos handicaps: era muy obesa y tenía una discapacidad en una pierna.

Pero no se desanimó.

Yo siempre he sido una persona de retos y sigo siéndolo. Le doy gracias a la vida porque me ha dado tanto, como dice Mercedes Sosa, y cada día me ofrece un nuevo reto y la ilusión de ir consiguiéndolos.

Y de Alagón al resto del mundo.

He tenido la suerte de cantar en muchos lugares; desde Sudáfrica a Moscú, pasando por toda Europa, Sudamérica y España. Algunos sitios los he visto montada en un taxi el último día, porque no soy persona de salir mucho. Si hago balance, estos años me han parecido cortísimos, intensos, maravillosos, y también duros y muy solitarios.

Ha trabajado con los más grandes.

Sí, con grandes directores como Miguel Ángel Gómez Martínez, Michel Plasson o Giussepe Panni, y luego con grandes maestros como Giuseppe di Stefano, Pilarín Andrés, Renatta Scotto, Alfredo Kraus y Pilar Lorengar, una gran amiga, que me tenía un especial cariño.

¿Es un mundo muy competitivo?

Yo creo que sí, como todos los mundos, porque no hay tanta oferta de empleo como cantantes existen. Además, el público es muy exigente, pero últimamente la escenografía ha tomado un relevancia un poco desmedida. Yo sigo pensando que los protagonistas de una ópera son la voz, la orquesta, el director y el compositor. Hay mucho oropel alrededor, pero el oro es difícil de encontrar.

¿Qué hay de cierto en el mito de las divas de la ópera?

Yo mismo me considero una diva cuando salgo al escenario, y me pongo la pestaña postiza y el traje de actuar, porque el público paga por verme así. Cuando termina la actuación soy una persona muy normal, poco dada a la vida social y a los oropeles de la fama.

Una diva con los pies en el suelo.

Le voy a contar una anécdota que así lo demuestra. En el concurso de María Callas, en el teatro la Fenice de Venecia, vino a felicitarme mucha gente por mi triunfo. Estaba rodeada de flores y de gente y, de repente, apareció mi madre Encarnación, al fondo, haciéndome gestos. Yo no sabía qué quería, hasta que se acercó y me dijo que había que recoger deprisa porque a las doce salía el último vaporeto. Bajé a la realidad en un segundo.

Pero en 1996 estuvo a punto de tirar la toalla.

Mi madre enfermó y lo dejé todo porque quería estar con ella. No me sentí con ganas de volver y mis amigos me invitaron a grabar un disco para no retirarme por la puerta de atrás. Me di cuenta de que no podía bajarme del escenario, aunque hice menos cosas porque no quería perderme el final de mi padre. He tenido la suerte de estar con ellos en su ciclo final.

Y el año pasado otro gran susto.

El 4 de octubre, un autobús del Ejército se me llevó por delante, fue muy complicado. Nadie pensaba que iba a volver y aquí estoy.

¿No piensa dejar los escenarios?

La vida ya me ha prejubilado parcialmente varias veces; por eso, cuando la salud me lo permite, yo me lanzo. Estoy inmersa en el concierto del Pilar, y también en el ciclo 'Las dos orillas del cielo', con el que recorreré parte de España y Sudamérica, y el 'Requiem' de Mozart que llevaré a Andalucía y al Norte.

¿Ha descartado ya la ópera?

Sí, porque las condiciones físicas no me permiten abordar un personaje en su totalidad, no solo con la voz. Soy consciente de mis limitaciones y se lo debo a Pilarín, que supo retirarse a tiempo y nunca se guió solo por el aplauso. Hay que saber analizarse desde fuera, calibrando tus propias posibilidades. Yo tengo gente a mi alrededor que me quiere y que no solo me alaba.

Además da clases de canto y cursos de inteligencia emocional.

Las clases son el mejor homenaje a Pilarín porque no quiero que se pierda su magnífica manera de enseñar. Los cursos los impartimos sobre todo en universidades de verano, para que los cantantes aprendan a sacar lo mejor de sí mismos y a aplicarlo a sus personajes.

Nos vemos en el Auditorio, el día 13 de octubre, a las 19.30.

Allí estaré, con Ana María Ramos, José Julián Frontal y tres alumnos míos en un repertorio de ópera y zarzuela que incluye también mi guiño a Aragón, con una versión de la jota popular 'La olivera', en versión soprano, que la canto siempre que salgo fuera.